Cultura

Año nuevo andino: la fiesta de solsticio de invierno (Inti Raymi)

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El 21 de junio se celebra el año nuevo en todos los andes del Perú profundo. Esta festividad, es una práctica ritual ancestral milenaria que tiene como fundamento la regeneración de los ciclos vitales del kay pacha (mundo en que habitamos), seguida de la búsqueda de equilibrio y armonía entre los seres humanos, las deidades primordiales y el mundo circundante (cosmos).  

Las culturas prehispánicas desarrollaron sus actividades cotidianas en armonía con el movimiento de los astros, el comportamiento del sol, la luna y las estrellas. Los hechos y acontecimientos astronómicos orientan e influyen en todas sus actividades agrícolas, pecuarias, festivas y rituales generando una relación intrínseca entre todas las divinidades.

Los acontecimientos astronómicos, como los solsticios y equinoccios, son fuerzas vivas y actuantes que dinamizan la capacidad organizacional de los pueblos originarios, hermanando simbólica y relacionalmente en un tejido de hermandad entre todas las nacionalidades.

La celebración festiva del año nuevo andino, se realiza de acuerdo al rango de las deidades. Según Zuidema (2015) el 21 de junio: solsticio de invierno, el sol es la principal deidad que irradia y rige la vida de los seres humanos en comunidad, seguida del truenoviracocha —de quien los españoles creían era el dios creador—, la tierra y la luna, respectivamente. Cada acontecimiento durante el ciclo anual tiene su propio significado, es decir, cada espacio-temporal del solsticio de invierno (21 de junio), solsticio de verano (21 de diciembre), el equinoccio de primavera y otoño, y las demás temporalidades regidos por el calendario luni-solar, están profundamente interrelacionadas entre sí.

Pero ¿qué es el solsticio? es un fenómeno astronómico cuando la posición del sol se encuentra el ecuador celeste. El nombre proviene del latín solstitium (sol sistere o sol quieto). Según el diccionario de la lengua española, solsticio significa los dos momentos del año en que se producen sendos cambios estacionales y es máxima la diferencia entre día y noche. Así el solsticio de invierno se produce el 21 o 22 de diciembre, y da comienzo al invierno en el hemisferio Norte y al verano en el hemisferio Sur. En cambio, el solsticio de verano se produce el 21 o 22 de junio y da comienzo al verano en el hemisferio Norte y al invierno en el Sur. En el Hemisferio Sur, el 21 de junio de cada año la tierra se encuentra en el punto más alejado del sol, registrándose temperaturas bajas seguida de una noche largo y día más corto del año.

El solsticio de invierno para los pueblos indígenas u originarios, significa el regreso del sol. A partir de esta fecha, las fuerzas regenerativas de la naturaleza empiezan a transformarse, es decir, los indígenas le otorgan un carácter simbólico de renacer y ver la luz del mundo. El sol rige el desempeño de los seres humanos y su entorno, y la fiesta solsticial se celebra por el inicio de una nueva etapa de la vida. La adoración solar del fenómeno cíclico, ha sido y es la base de toda expresión espiritual de los pueblos originarios, donde el sol ejerce el poder total que da sustento a la vida.

A partir de 1492, con la llegada de la cultura europea a las tierras amerindias comienza la colonización y evangelización de la mano con la imposición cultural y una mala interpretación de la realidad y conocimientos milenarios. Los europeos no entendieron el conocimiento y la sabiduría de nuestros pueblos; por eso, cuando los indígenas rendían culto a sus dioses tutelares como la pachamama (madre tierra), al taita inti (padre sol), la yakumama (la madre agua) o los apusachachilas o wamanis (parajes sagrados), estos fueron arrasados por los extirpadores de idolatrías y tildados de herejes, idólatras, hechiceros y paganos, por lo que sustituyeron las costumbres, los dioses y celebraciones agrofestivas por otras. Por ejemplo, en el mes de mayo los indígenas rendían reverencia a la pachamama y los apus (cerros) en agradecimiento por la abundancia en la cosecha, los indígenas solían subir a la cúspide de los apus, donde ofrendaban los selectos productos agrícolas. Frente a este escenario de la concurrencia masiva de indios, los extirpadores de idolatrías colocaron las cruces como símbolo de adoración y a la vista de toda la comunidad, por ello se celebra en el mes de mayo la fiesta de las cruces en muchos lugares del país. Asimismo, el inti raymi (21 de junio solsticio de invierno) fue remplazado por San Juan, al qapaq raymi (21 de diciembre solsticio de verano) con el nacimiento de Jesús[1] y el calendario andino luni-solar de 13 meses de 28 días con el calendario gregoriano.

Mención especial merece el caso de qapaq raymi (21 de diciembre solsticio de verano), que fue suplantado con el nacimiento de Jesús y cuya celebración es cada 25 de diciembre. Pero esta fecha, tal como se viene celebrando como una costumbre arraigada y que se reproduce de generación en generación, no tiene un origen acertado, pues hasta el momento nadie ha presentado pruebas que avalen la fecha de su nacimiento. Según los filósofos, teólogos, investigadores o expertos en temas bíblicos, aproximan al mes de  abril o mayo como fecha tentativo de su natalicio, por tanto, esta supuesta fecha -25 de diciembre- declarada oficialmente por la iglesia católica romana apostólica, es una imposición que tiene lugar en el auge y hegemonía de poder del cristianismo; en otras palabras es una construcción culturalmente aprehendida que tiene un trasfondo histórico, político, social, y sobre todo de orden cultural-religioso.

Este último en nuestro medio es casi generalizado: el nacimiento de Jesús, fiesta más antigua que celebra la Iglesia después de la Pascua y de la de Pentecostés. Según Voltaire, los que trataron de averiguar el día del nacimiento de Jesús se dividieron en dos opiniones: unos decían que nació el 25 del mes egipcio Pachon, que en nuestro calendario corresponde al 20 de mayo, y otros opinaban que nació el 24 o el 25 de Farmuti, cuyos días corresponden al 19 y al 20 de abril. Lo cierto es que en Oriente y en Egipto celebraban la fiesta de la Natividad de Jesús el 6 de enero, el mismo día que la de su bautismo, sin que podamos saber con certeza cuándo empezó esta costumbre.

Siguiendo a Voltaire, algunos sabios conjeturan que los romanos escogieron el solsticio de invierno[2] para colocar en él el nacimiento de Jesús, porque en esa época es cuando el sol comienza a acercarse a nuestro hemisferio. Desde los tiempos de Julio César el solsticio civil político quedó fijado el 25 de diciembre. En Roma se verificaba una fiesta para celebrar el regreso del sol; ese día se llamaba gruma, según refiere Plinio, que lo fija, lo mismo que Servio, el 8 de las kalendas de enero. Puede ser que estos datos formen parte de la elección del día, pero no fue su origen. Hay mucho de maravilloso en esos arreglos. Una de las objeciones que se le pueden hacer consiste en que los cuatro puntos cardinales del año, que son los dos equinoccios y los dos solsticios, como antiguamente los colocaban, se designen como la época de las concepciones y de los nacimientos de Juan Bautista y de Jesús.

La fiesta del solsticio es por excelencia de profunda espiritualidad, ritual y artística donde confluyen todas las vivencias, saberes y sentimientos de las culturas vivas de todo el Tahuantinsuyo. Según Yáñez (2010), el natalicio de los principales dioses Solares de las culturas agrarias precristianas —como OsirisHorusApoloMitraDionisio/Baco y otros—, se situará durante el Solsticio de Invierno. Más aún, el natalicio de Jesús, el “salvador cristiano” fue ubicado el 25 de diciembre, fecha en la que hasta finales del siglo IV de esta era se conmemoró el nacimiento del Sol Invencible (Natalis Solis Invicti) en el Imperio Romano. De esta forma entre los años 354 y 369, era del Papa Liberio (352-366), se tomó por fecha inmutable la noche del 24 al 25 de diciembre coincidente con el “nacimiento del sol invencible”, la misma fecha en que todos los pueblos contemporáneos festejaban la llegada del Solsticio de Invierno. Es claro que el verdadero origen de la Natividad católica, sobrepuesta al Natalis Solis Invicti, orientó a los creyentes a que ese día no lo dedicase al Sol, sino al “creador del Sol”.

En algunas nacionalidades de nuestro país: anqaraswankawillkasqosqosqollas, y otros, a pesar del proceso de desplazamiento y asimilación de elementos culturales ajenos, las prácticas rituales de solsticios siguen festejándose con mucha solemnidad. Actualmente los indígenas no solamente se han apropiado del dios del occidente, Yahvé o cristos, sino han ensanchado y han enriquecido su acervo cultural-espiritual, en especial con las fiestas patronales que se constituyen en centro de convergencia y de interacción de todas las sangres. A esta realidad cultural, los antropólogos conjeturan como el sincretismo religioso o fusión espiritual entre lo propio y lo ajeno, como un fenómeno intercultural.

La celebración de solsticio para las culturas milenarias, es muy peculiar, como fenómeno natural representa el verdadero nacimiento del sol y con ella toda la naturaleza. Según Yánez (Ibíd.), en todas las culturas ancestrales se festejaban el retorno del nuevo sol y las fuerzas vegetativas de la naturaleza. Siguiendo a Yánez, el sol rige el desempeño del hombre y su entorno y esta fiesta solsticial se celebra por el inicio de una nueva etapa de la vida. En tal sentido, la adoración solar ha sido la base de toda expresión religiosa de los pueblos originarios donde el sol ejerce el poder total que da sustento, no sólo como fuente vital de la naturaleza, sino como alimento espiritual de renovación.

Por su naturaleza cíclica, el solsticio marca el fin y el inicio de una nueva temporalidad. Las formas rituales de la ceremonia solsticial varían de pueblo en pueblo, sin embargo, existe algo en común, la renovación espiritual junto con la energía del cosmos y los ciclos naturales de solsticios y equinoccios, se festejan de manera colectiva.

El solsticio para los indígenas es un espacio donde se revitaliza las energías internas de todos los ayllus y suyus (nacionalidades). Se rinde pleitesía principalmente al tayta inti que alumbra y nos da su calor a todos los seres en general. Es el momento oportuno para quienes han tenido ciertas vicisitudes de la vida puedan equilibrar sobre todo la armonía interna y de hermandad con los integrantes de los ayllus. Pues se trata de conmemorar y poner en práctica un legado ancestral que se caracterizaba por la convivencia armónica, practicando la reciprocidad y complementariedad en todos los quehaceres de la vida comunal e individual.

Esta fiesta de carácter cósmico, también sirve para reafirmar lazos de amistad, construir compadrazgos y demás formas de confraternizar. Generalmente es una fiesta apoteósica y trascendental para los indígenas de todos los suyus, que se congregan no solamente para rendirle pleitesía como muestra de reciprocidad por el calor que nos da, sino, como una forma de regenerarse y revitalizar la propia vida en la perspectiva del pachakutiq (eterno retorno).

En esta parte del continente, la fiesta solsticial tradicional y milenaria no tiene fronteras. En Perú, Ecuador, Bolivia[3], Chile y Argentina, por ejemplo, en la víspera del 20 de junio en Bolivia (solsticio de invierno), los ayllus pasan la noche con gran júbilo alrededor de fogatas mantenidas durante toda la noche. El 21 de junio se produce el año nuevo solar, los presentes festejan este hecho trascendental con cantos, danzas, brindis y con la infaltable akulliku o pikcheo (masticar) de la hoja de coca. La ceremonia central empieza a partir de las 5 a.m., se colocan las ofrendas de todo lo que ha producido la pachamama. Los elementos rituales que se utilizan en la ceremonia central son diversos y varían de acuerdo al contexto, generalmente suelen utilizar el sullu (feto de llama), cereales, llampu (cal), carne, frutas, aqa (chicha), vino, caña, toqra o llipta, cigarrillos, coca, etc. Mientras se espera los primeros rayos solares se pasa la coca para seguir masticando, lo cual será echado al fuego. Luego se humea con el incienso copal para transformar las energías negativas en positivas de los concurrentes. Los asistentes continúan esperando con mucha emoción y devoción la salida del tayta inti, que se expresa a través de las primeras radiaciones; los rayos solares irrumpen luminosamente el denso friaje de la madrugada, mientras los presentes levantan sus brazos mostrando el centro de la palma de sus manos, dichos rayos penetran e irradian todos sus cuerpos, lo que significa para los indígenas la renovación total de la vida. El yatiriyachaqpaqu o sacerdote andino, con toda reverencia inicia su invocación al taita Inti, extendiendo sus brazos con cuatro hojas de coca en la mano, ofrenda en nombre de tawa inti suyus (cuatro suyus=Tahuantinsuyo), de las wawas (niños y niñas), de los sapis (abuelos), y otros entes, los cuales son ubicados en una lliklla (manta). A la resonancia de los pututus (instrumento nativo de viento) las ofrendas se juntan y luego son entregados al fuego para su incineración. Concluida la ceremonia, y al son de los instrumentos musicales se danza colectivamente, y se pasa a compartir los platos típicos de la zona preparados con productos predominantemente agropecuarios, acompañados de brindis con licores exóticos.

Dos aspectos centrales significan esta fiesta solsticial, en primer lugar está el sentido cósmico de recibimiento y celebración del año nuevo andino (el 21 de junio, para las culturas del Hemisferio Sur), es la fiesta de la familia, de niños y niñas, de ayllus y suyus; se dan cita para realizar el gran kacharpari (baile o fiesta colectiva) que se transforma en calor humano, lo cual es enviado simbólicamente al tayta inti como muestra de agradecimiento y reciprocidad por el calor que nos brindó durante el año. Dicho de otro modo, es una forma de ayudarle al tayta inti a retomar su vitalidad y punto de equilibrio, mediante la práctica de la espiritualidad que actúa como eje articulador de las energías de las colectividades. De esta manera se logra la cohesión social de la diversidad en la unidad del kay pacha (mundo en que vivimos) de todos los ayllus y suyus, para la renovación espiritual y existencial.

En segundo lugar, la búsqueda de armonía colectiva y equilibrio personal entre los integrantes de la colectividad; estimula a los indígenas a resolver sus problemas sociales o individuales de toda índole. El rito de reconciliación lo lleva acabo el sacerdote andino, pues invoca a las partes en conflicto para la liberación de los problemas existenciales o sociales ante el tayta inti, quien restablece la vida armónica del individuo o del grupo. Todo perjuicio o maltrato, sea visible o invisible es percibido por el colectivo, de manera que afecta a toda la colectividad si es que no se resuelve el problema. Según (Heidegger) “Lo visible se sustenta en lo invisible”, esto significa para los indígenas que la superación de las diferencias se da en el plano invisible, la espiritual a través de la mediación del dios tutelar, el tayta inti. A partir de este rito la vida interna de los miembros de la comunidad empieza a restaurarse en una verdadera hermandad de paz con armonía. Es decir, la superación de las taras o conflictos internos y externos han quedado sepultados. Un “pueblo que no está en perfecta coordinación con su mundo circundante y que no ha creado la armonía dentro de su propio pensamiento no puede estar en equilibrio” (Francovich, 1945, p. 164).

En la perspectiva de construir una sociedad intercultural, tolerante y respetuosa, es obligación moral detener el proceso de extinción de éstos valores culturales. Y que las autoridades y la sociedad civil, impulsen políticas de reconocimiento y revitalización cultural, de preservación y mantenimiento de las prácticas rituales, conocimientos y saberes tradicionales, no solamente para fortalecer y diversificar nuestra identidad cultural, sino como alimento para la renovación espiritual de las generaciones.

En suma, la fiesta solsticial es parte de la sapiencia y vivencia de los indígenas, que connota la interacción cósmica de reciprocidad y complementariedad, que los caracterizan como pueblos originarios que practican la hermandad y afirmación de la vida. En ese sentido, el encuentro entre lo propio y lo ajeno; entre los dioses amerindios, como el taita inti (el padre sol) y el dios del occidente (Yahvé-Cristo); fiesta solsticial y la fiesta de San Juan, se confluyen en una suerte de aprendizaje y de compartir los símbolos, y los motivos espirituales de todas las sangres en la dimensión de la interculturalidad.

Kay musuq watapi, kawsayninchik,

yuyayninchik, yachayninchik,

ruwayninchikpiwan,

chiqapta wiñachun

REFERENCIA

Francovich, G. (1945). La Filosofía en Bolivia. Buenos Aires: LOSADA.

Fornet-Betancourt. (2001). Transformación intercultural de la filosofía,

            España: DESCLÉE DE BROUWER.

Peña, C. (2003). Racionalidad Occidental y Racionalidad Andina. Cuzco: CIDSA.

Voltaire (1938). Diccionario filosófico, Tomo III. Buenos Aires: Editorial Araujo. P. 218-

            222.

Yáñez, L. A. (2010).Solsticio en la historia y la masonería”.  R. L. S: Pleno Día No. 3,

Gran Logia Unida Mexicana de LL. AA. MM: Gr. Or: De Veracruz.  En línea:

http://www.freemasons-freemasonry.com/solsticio_masoneria.html

Zuidema, T. (2015). Códigos del tiempo. Espacios rituales en el mundo andino. Lima: apus

            Graph Editores.


[1] Ver el artículo “Solsticio en la historia y la masonería” de Luis Alejandro Yáñez-Arancibia, R:.L:.S: Pleno Día No. 3, Gran Logia Unida Mexicana de LL: AA. MM: Gr:.Or: de Veracruz. En línea: http://www.freemasons-freemasonry.com/indiceespanol.html.

[2] Tener en cuenta la ubicación del hemisferio. Aquí el solsticio de invierno es vista desde el hemisferio del norte.

[3] En Bolivia, el 21 de junio es feriado nacional por ser el año nuevo aymara. Uno de los centros ceremoniales más importantes de la celebración del solsticio de invierno es Tiwanaku, que se localiza en la provincia Ingavi de La Paz, a 70 Kms. de la ciudad de La Paz y 10 Kms. de orillas del Titicaca, a una altitud de 3485 m.s.n.m. Del Desaguadero (Perú), está aproximadamente a 30’ en auto.

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