Opinión

André Coyné, un peruanista en el recuerdo

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Por Rodolfo Ybarra

Desde Pedro Cieza de León pasando por Alejandro Humbolt, Antonio Raimondi, Max Uhle y María Reiche, André Coyné (AC) fue un peruanista muy acucioso y gran difusor de la literatura de estos lares en América y Europa cuyo interés hispanista nació quizás, cuando era un estudiante universitario y la blitzkrieg nazi había sitiado París y él terminaba, a contracorriente, una licenciatura en lengua española en L’Ecole Normale Supériore.

Es así que en 1948 llegaría al Perú como profesor de la Alianza Francesa y casi inmediatamente se encuentra con César Moro: “Yo lo conocí a los pocos días de llegar al Perú, en la Alianza Francesa, porque era uno de los pocos lugares a donde iba para ver revistas, cosas de actualidad. Yo daba clases en la Alianza Francesa y él iba para ver las novedades. (…). Eso fue en noviembre del 1948; él acababa de volver de París y todavía no había encontrado trabajo ni departamento, y vivía en uno pequeño que tenía su mamá y estaba al frente del colegio La Inmaculada” (Revista Martín N.° 7, 2003).

Coyné fue también profesor «agrégé», doctor en letras modernas (Paris IV-Sorbona) y se dedicó a la literatura francesa comparada en la universidad de Paris X-Nanterre y Marne-la Vallée y llegó a ser consejero cultural en la Embajada de Francia en Lima de 1986 a 1990. Además, enseñó en Camboya, algo que nos contó en una entrevista que este escriba le hizo en 2003 y que se publicó en la revista Lima Gris.

AC era un gran conversador y poco antes de su muerte empezó a develar mayores detalles, no solo su estrecha relación con Moro sino con otros personajes de la cultura y la política peruana como Víctor Raúl Haya de la Torre y un encuentro que tuvieron a orillas del río Ganges cuando eran muy jóvenes. También nos habló de sus aventuras con el peyote que es un cactus alucinógeno que se consume en el país de los Tarahumaras y que era un destino natural de los intelectuales y poetas de avanzada de los años cincuenta como Antonín Artaud (leer «Peyote poem», de Michael McClure). Y que César Vallejo y César Moro “Se encontraron alguna vez en la casa de los Silva. Uno entraba y el otro salía, y se saludaron. Moro no había publicado nada y (más) se le conocía como pintor”.

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