Remangaros las faldas, señoras mías, vamos a atravesar el infierno.
-Prólogo de William Carlos Willams a Aullido-
Es extraño pensar en ti ahora, Allen, mientras camino por el jirón Pizarro del centro de Trujillo acompañado de ambulantes que gritan desesperados por vender sus productos y de mendigos que se arrastran por el asfalto en busca de algunas monedas que ayuden a saciar su hambre.
Te recordé siendo un niño asustadizo que se maravillaba en las reuniones clandestinas que tenía tu madre, Naomi, en un local del partido comunista; te recordé vomitando con desesperación en el baño de una galería experimental de San Francisco, momentos antes de leer “Aullido” por primera vez; te recordé en el Instituto Psiquiátrico de Nueva York, jurando a doctores que te sanarías de la homosexualidad mientras le guiñabas a Carl Solomón, otro loco con cabeza de ángel ardiendo por la antigua conexión celestial; te recordé teniendo visiones mientras veías algún lienzo de Cézanne y escuchabas la voz poética de Blake resonar en tu cabeza; te recordé cuando todos dormían y solo tus anteojos brillaban como enormes candiles en un viaje al fin de la noche.
“Aullido” de Allen Ginsberg fue escrito en 1955 y publicado en 1956 por la editorial City Lights de Lawrence Ferlinghetti. Al año siguiente, un 3 de octubre, el juez Clayton W. Horn , luego de un injurioso proceso judicial, dictaminó que el poema no era obsceno y que por lo tanto no debía ser censurado. Gracias a este escándalo mediático y justicia poética, la poesía norteamericana variaría en su esencia y la vida de Allen no volvería a ser la misma. Esta emancipación de “Aullido” ayudó a que se liberaran otras obras magníficas de autores como Henry Miller, Jean Genet, D.H.Lawrence , William Burroughs, en otros.
Pero qué es “Aullido” y qué significó para la poesía norteamericana de la segunda mitad del siglo XX, quizás un eructo artaudiano, el crepitar de una tradición que volvía a nacer de una zarza ardiendo después de la Guerra Fría o el viaje psicodélico de un poeta por el infierno, el purgatorio y el paraíso.
El poema está dividido en tres partes específicas y una nota a pie de página. Todas ellas representan una visión profética de la irracionalidad de la sociedad norteamericana de esa época. Todas las imágenes que aparecen en el extenso poema están escritas mediante un lenguaje balbuceante, un ritmo enloquecido y una oposición de conceptos, influenciadas por el orientalismo que tanto le gustaba a Ginsberg. Voy a tratar de desentrañar el poema mencionando algunas características de cada una de sus partes.
La primera parte, la más importante y célebre, inicia con una atmósfera generacional terrible: He visto las mejores mentes de mi generación destruidas por la/ locura, histéricos famélicos muertos de hambre arrastrándose por las calles, negros al amanecer buscando/ una dosis furiosa, cabezas de ángel abrasadas por la antigua conexión/ celestial al dínamo estrellado de la maquinaria de la noche …
Prosigue con un listado de acciones mediante un ritmo consecutivo y torrencial, todo ello con una base fija: “que”. Los versos son largos y prosaicos, el ritmo se asemeja al grito de un animal salvaje. Todos los personajes que van apareciendo entre los versos abarcan los excesos de la transgresión, cuyos espacios y temáticas variarán según el recorrido que tiene el sujeto lírico por la ciudad y sus propios recuerdos. Desde universitarios e intelectuales, hasta yonquis, vagabundos y homosexuales, todos parecen estereotipos que giran alrededor de una ciudad que los altera y los expulsa de su artificiosa pulcritud. Hay una alternancia entre una población culta y académica con otra subalterna e indigente
que pasaron por las universidades con radiantes ojos imperturbables/ alucinando Arkansas y tragedia en la luz de Blake entre/ los maestros de la guerra,/ que fueron expulsados de las academias por locos y por publicar / odas obscenas en las ventanas de la calavera ….
que vagaron hambrientos y solitarios en Houston en busca de jazz/ o sexo o sopa, y siguieron al brillante Español para conversar/ sobre América y la Eternidad, una tarea inútil y así se embarcaron hacia África …
Los tópicos que más sobresalen son la denuncia social y política (tanto al capitalismo como al comunismo), el despertar de un erotismo sagrado, transgresor, heterosexual y homosexual, la muerte, la desesperación y una búsqueda religiosa. Lo curioso es que, en los últimos versos de esta primera parte, empieza a generarse imágenes que dan pie a una realidad alterna y luminosa que hace frente al infierno descrito anteriormente. Hay que tener en cuenta que para Ginsberg, la función de la poesía consistió en convertirse en un catalizador para poder alcanzar los estados visionarios del ser y de su armonía.
La segunda parte está representada en la figura de Moloch, deidad oscura del medio oriente. Según algunos críticos, este personaje simboliza al gobierno norteamericano. En cada verso se percibe un aliento bíblico y una lucha anticapitalista, es la parte más confrontacional y acusadora. Ginsberg confesó que la escribió bajo la influencia de una visión que tuvo con el peyote y con unas inyecciones de anfetamina. El tópico de la religión es más evidente aquí, ya que la invocación que se tiene hacia Moloch sirve para denunciar un sistema que corroe y arruina las mentes de las personas, suprime la experiencia individual y obliga a renunciar los sentidos más profundos de cada uno. Todos podemos ser Moloch porque todos somos destructores de los demás y de nosotros mismos. Ante ello solo nos queda alcanzar el territorio de la verdad absoluta que está en nuestro ser.
El ritmo que se utiliza, a diferencia de la primera parte, está formada por la ruptura de los versos en distintos enunciados:
«¡Moloch! ¡Moloch! ¡Soledad! ¡Inmundicia! ¡Ceniceros y dólares inalcanzables! ¡Niños gritando bajo las escaleras! ¡Muchachos sollozando en los ejércitos! ¡Ancianos llorando en los parques!”
La tercera parte está destinada a Carl Salomon, poeta que Ginsberg conoció en el hospital psiquiátrico de Nueva York. En los versos se utiliza la siguiente base fija: Estoy contigo en Rockland para luego desarrollar espacios emotivos y físicos, todos llenos de recuerdos felices y dolorosos. Se percibe una identificación con la locura, la piedad y la compasión. No hay que olvidar que Ginsberg conoció desde muy niño el rostro descarnado de la locura en Naomi, su madre, una profesora brillante que pasó parte de su vida adulta en centros psiquiátricos. A ella está dedicada el hermoso poema “Kaddish”.
La palabra o frase que emplea Ginsberg en cada una de estas tres partes están unidas con términos que nacen de una asociación irracional e inconsciente. En su escritura trató de ser lo menos racional posible, pues esto impedía las visiones proféticas que buscaba alcanzar con su poesía. Cada verso que compone “Aullido” es una articulación rítmica del sentimiento y una afirmación de la experiencia individual y colectiva con el sexo, la libertad, las drogas, el sinsentido y Dios. El poeta norteamericano, en una de sus entrevistas, confesaría que “Aullido” es el primer descubrimiento que hizo en lo que tiene que ver con la comunicación de los sentimientos y de la verdad. Además de que comienza con un catálogo en el que se describe de forma empática y humana los excesos del sentimiento y de la idealización.
La poesía de Allen Ginsberg, pese a sus variados cambios de estilos y de estructuras, buscó representar una “realidad suprema”, teniendo en cuenta la exploración de una nueva conciencia que sirva para combatir al caos de su sociedad. Esta búsqueda poética estuvo unida a la liberación de la sexualidad, a la psicodelia y al consumo de sustancias que, según los poetas de la generación beat, ayudaba a manifestar el verdadero yo de cada persona. Esta generación estuvo formada por Allen Ginsberg, Jack Kerouac, William S. Burroughs, Neal Cassady, Herbert Huncke, John Clellon Holmes, Carl Solomon , Gregory Corso, entre otros.
Hay que tener en cuenta que en 1940 empezó en nombrarse como “beat” a lo contracultural, a lo carnaval subterráneo y a los pesares de ser excluidos por una colectividad materialista y artificial. Jack Kerouac, en su artículo “Los orígenes de la Generación Beat”, manifiesta que “beat” proviene del término “beatitud” en un sentido de transición de la oscuridad a la luz. Cualquiera que sea el origen del nombre de esta generación no impidió que sus poéticas fueran censuradas y respondidas con odio, celos, menosprecio, rabia, detestables manifestaciones de egocentrismo “académico” y juicios que buscaban minimizar el talento y las formas de vida de sus integrantes. Ser un beat en el sistema norteamericano de esa época era como ser un judío en la Alemania Nazi (según palabras del propio Ginsberg). A pesar de todo ello, este grupo de yonquis y desadaptados marcaron una revolución en la poesía y narrativa norteamericana, extrayendo imágenes proféticas, preciosas y dolorosas desde los sucios asfaltos, las enormes fábricas descoloridas, los subterráneos invadidos por mendigos y las enormes carreteras que cruzaban el límite de la vida y de la muerte.
Para concluir, lo que queda como mensaje final de “Aullido” es la franqueza y la sinceridad que tiene un poeta con su sociedad, y que, a pesar de las imágenes desgarradoras y terribles que utiliza, sabe que el poema proviene de una esperanza futura, de una experiencia muy íntima y de una creencia religiosa en sí misma.
Por ello estos versos del poema que sirve como nota a pie de página a “Aullido”:
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!