Adiós don Tulio Mora, aquí guardo para siempre sus correos donde decía que debía cuidarme de los malos elementos. Luego nos encontramos varias veces e incluso en la defensa legal de la poeta Melissa Patiño contra los gendarmes fascistas.
Después nos peleamos literalmente por un chocolate, usted argumentando la idea de que era de origen peruano y yo dándole la contra y que el chocolate, pues, venía del náhuatl. (Más tarde repondré ese post). Pero nunca dejamos de ser amigos (al menos en el fb). Todavía tiene pendiente esa gran bronca esperada a puño limpio y cuyo retador DC siempre le pone fecha y lugar y que seguro acabará con un gran abrazo en el Queirolo o en el don Lucho.
Se le extrañará, gran vate y
polemista de polendas y un gran caballero de la literatura peruana. Salúdeme,
por favor, a Enrique Verástegui y a Juan Ramírez Ruíz y a un luminoso panteón y
cenáculo del cual ya usted forma parte.
PD: Dejo aquí un poema donde
usted habla de mis viejos amigos de neón y laurel y que seguro organizaran un
gran recital en el cielo.
BORRADORES DE LA VERDAD
Esos que murieron tronados
sin llegar a los 30,
esquineros de astillados postes
donde la pasta
dura el corazón remendaba
de un precipicio seguro,
raza de nadie, calamidad de
poetas,
esos despellejados Ojedas,
hojas de ruta de incendio,
peores Cornejos, imposibles
Bullitas,
dándole crepusculares
a su pedal dale y dale,
Vegas desabrigados, Olivas de
pura palta,
bonzos Recaldes, recontrabismados
Rupays,
dándole y dándole,
luciérnagas de la mala vibra,
el puñado de sal que Dios arrojó
contra espejos rotos
para que el día con su mafiosa
costumbre
los hiriera de indeseables
honduras,
esos obstinados adolescentes,
borradores de la verdad, de la
niebla pena,
dándole duro al pedal
de su bicicleta, dándole con filo
indio
por los márgenes sucios del poema
donde la vida se desvanece
y es un molino de agua que un
arrozal
reverdece entre impecables garzas
lo que hacen girar con su pedaleo
de piadosos reveses.