Es muy cómodo ver a algunos millennials hacer estados en Instagram o Tik Tok desde sus zonas de confort, calificando a los policías de asesinos; sin saber que ellos se enfrentaron a los terroristas en zonas de emergencia, mientras sus padres los procreaban gracias a la tranquilidad que vivían en la capital.
En Perú se vive uno de los relatos más ucrónicos jamás vistos en la historia nacional. Prácticamente, ha surgido una cruzada de voces que pretenden proclamar que las fuerzas policiales y armadas, se han convertido en los enemigos de la patria desde que dieron batalla a dizque “dos partidos comunistas armados” (SL y MRTA) que tenían todo el derecho a ejercer sus proselitismos políticos.
De ahí que una Comisión de la Antiverdad calificó en su informe final que aquella encarnizada lucha se denominaba conflicto armado y/o guerra interna, y no TERRORISMO, basándose en el artículo 3º de los cuatro Convenios de Ginebra.
Es decir, la alcahuetería surgió luego de haber vencido al terrorismo y de la caída del dictador Alberto Fujimori, al inicio de la proclamada transición del gobierno de Valentín Paniagua. Y a pesar que lo niega recurrentemente, durante su gestión en el Ministerio de Justicia, Diego García Sayán permitió la liberación de condenados por terrorismo y eso sin contar que autorizaron nuevamente el libre tránsito de los cabecillas terroristas en los patios penitenciarios para que se junten con sus subordinados, por considerarlos una violación de sus derechos humanos. Hoy podemos colegir porqué en los siguientes años este abogado fue designado Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
Entre tanto, hace tres días siete policías fueron emboscados y salvajemente acribillados en la zona del VRAEM, en la provincia de la Convención, en Cusco, por remanentes del grupo terrorista Sendero Luminoso, según declaraciones del jefe de la Dircote; sin embargo — aquí no pasa — y el asesinato de policías ya no le incumbe a nadie, porque vivimos en la “época” en que a nuestros jóvenes se les inculca que los policías son asesinos y, por tanto, nuestros enemigos.
Atrás quedaron las frases cívicas —El policía es tu amigo —porque gracias a la propaganda de varios actores sociales, los policías se han convertido en enemigos de la sociedad. Prácticamente, un pensamiento similar a los malditos subversivos, que cada vez que aniquilaban a un policía, le colgaban un cartel que decía: —Así mueren los perros—.
Los científicos sociales que se erigen como especialistas en gobernabilidad, en realidad esconden sus ideologías y se basan en sus “academicismos” para salir en tribunas televisivas y confundir a incautos. Entre ellos, el tal Jaime Antezana hoy proclamado senderólogo y narcorólogo y el exministro del Interior del morado Sagasti, Rubén Vargas que como buen enemigo de la Policía ordenó ilegalmente el pase al retiro de 18 generales; pero al poco tiempo, Vargas tuvo que salir del Mininter por haber negado ser hermano de un alto dirigente de Sendero Luminoso que purgó condena por terrorismo.
¿Quiénes son los verdaderos enemigos del Perú?
Sin duda, no solo los terroristas y sus remanentes son los enemigos de la patria… también lo son todo ese grupete de ONGs que reciben millones del extranjero para patrocinar los derechos humanos. Pero habría que preguntarles ¿los derechos humanos de quién? ¿Acaso esas ONGs no interpusieron demandas masivas contra el Estado peruano ante la CIDH para indemnizar con millones a terroristas?
Todo este grupo de alcahuetes se ha organizado y articulado en el país desde hace muchos años; ellos tienen brazo legal, periodístico y político y por eso bombardean en el tuiter y otras redes sociales, así como en medios de comunicación hegemónicos para cambiar la narrativa de las cosas.
¿Cómo olvidar la estrategia marketera de los Morados que se lanzó en las calles en noviembre de 2020? El objetivo era poner en Palacio al admirador del terrorista Néstor Serpa Cartolini, Francisco Sagasti, y también en aquel tiempo, proclamaban que los policías eran asesinos e inventaron 47 desaparecidos que nunca desaparecieron, mientras que la CNDDHH y la Defensoría del Pueblo se prestaron para el embuste. ¿Acaso la Defensoría del Pueblo al mando de la señora Revollar hoy no se ha convertido en la Defensoría de vándalos y criminales?
Es penoso ver cómo el país se viene cayendo a pedazos gracias a esta comunión de fuerzas ideológicas que nunca lucharán por el bienestar de todos los peruanos; sino, más bien, —POR LA CAUSA — que lo único que pretende es lograr su hegemonía para ostentar el poder y destruir toda estructura estatal.
Desde que el remedo de golpista Pedro Castillopateó el tablero y rompió el orden constitucional en el país, un sinnúmero de miserables “aprovecharon el río revuelto, y emprendieron su ganancia” y aún continúan utilizando a tontos útiles para satisfacer su trasnochada lucha de clases.
En honor a la libertad de culto y elección, no tiene nada de malo ser simpatizante o militante de izquierda o derecha, porque es legítimo; sin embargo, es repulsivo volver a ver a filosenderistas que se esconden en un ropaje incoloro, para evitar ser detectados como rojos. Pero hay que decirlo con claridad: Claro que existen izquierdistas ecuánimes por convicción doctrinaria, pero ¿qué podemos decir de toda esa horda de izquierdistas filosenderistas que guardan admiración por Sendero? Y aquí no vengan a manipular con la eterna queja de la batalla entre Keikistas e Izquierdo-comunistas… ¡que me terruquean por aquí y por allá!
El terruqueo es un neologismo peruano que los caviares sin bandera han sabido capitalizar en contra de los conservadores para seguir contribuyendo a esta polarización. Sin duda, varios sectores de la derecha bruta y achorada (DBA) han metido en un mismo saco a todos y solo han sabido terruquear; pero, no es menos cierto que los filosenderistas hoy han encontrado el escenario adecuado y hasta se organizan con orgullo y sin temor para mostrar sus corazones anarquistas.
Prácticamente, seguimos en un desgobierno, porque a pesar que se decretó Estado de Emergencia Nacional, los violentistas y criminales que siguen bloqueando carreteras continúan haciendo de las suyas, con una Policía desbordada y sin que las Fuerzas Armadas aún puedan tomar el control del orden interno.
Sin duda, el mandato por sucesión continuará de brazos caídos, porque no debemos olvidar que la mandataria Dina Boluarte es de izquierda y sigilosamente estaría identificada con la causa, y por más que sus excorreligionarios la tilden de traidora, ella es más de lo mismo, porque vino en el “paquete completo” de Pedro Castillo a través de su plancha electoral. Y hoy podemos vislumbrar que no moverá un dedo para proteger la integridad de los 33 millones de peruanos y los activos críticos que por mandato constitucional, está obligada a defender. Esta señora de izquierda que llegó al aparato estatal como parte de Perú Libre, pretende quedarse sentada en Palacio y lo peor, viendo desde el balcón como destruyen al Perú.
Hasta hoy, la noticia de más de 60 fallecidos producto de los enfrentamientos entre violentistas y policías es sin duda desalentadora; sin embargo, se pretende culpar solo a la Policía Nacional de aquel fatídico saldo y también se ha invisibilizado el asesinato de un efectivo policial que fue quemado por criminales violentistas.
Es cierto que ha habido excesos y probablemente, en algunos casos no se cumplieron con los debidos protocolos; pero eso es inevitable en las asonadas ¿acaso en un Estado de Emergencia Nacional no se suprimen algunas garantías constitucionales? Incluso, se ha restringido el libre tránsito, pero aquí nadie cumple la ley y se hacen las víctimas; y para colmo se organizan para tomar aeropuertos, y eso no es otra cosa que TERRORISMO.
Así las cosas, es exigible estar del lado de nuestras fuerzas del orden porque ellos se enfrentaron y nos defendieron de la lacra terrorista que dejó un saldo de 25 mil muertos. ¿Cómo es posible que le demos la espalda a nuestros defensores que lograron la pacificación?
Es muy cómodo ver a algunos millennials hacer estados en Instagram o Tik Tok desde sus zonas de confort, calificando a los policías de asesinos; sin saber que ellos se enfrentaron a los terroristas en zonas de emergencia, mientras sus padres los procreaban gracias a la tranquilidad que vivían en la capital.
Los peruanos contamos las horas para que todo esto acabe y los verdaderos enemigos del Perú pierdan esta infausta batalla, que ha sido organizada desde hace muchos años, y que ha tenido resonancia gracias a foros como el de Sao Paulo y el grupo de Puebla; y qué decir de aquellos presidentes entrometidos de países vecinos, que con atrevimiento continúan organizando los destinos del Perú.
Basta de alcahuetes vendidos que proclaman el discurso embustero de la defensa de los derechos humanos; porque los derechos humanos son para todos, y en especial para nuestros efectivos de la Policía y la Fuerza Armada; y no para un grupito de políticas de izquierda y caviares que solo manipulan para seguir mamando del Estado.
Para esta indeseable gentuza ese es su único objetivo, obtener el poder para destrozar al Estado y eso no se puede permitir. Por ello honor y gloria a nuestras fuerzas del orden.