La historia peruana, es duro reconocerlo, está surcada a sangre y fuego por la desidia, el deshonor, la estupidez, la canallada y la traición.
Las pocas pruebas que existen en contra de esta suposición si bien honran a sus actores —llamémosles Nieto, Castilla, Gálvez, Pardo y Lavalle, Grau, Cáceres, Mariátegui, Porras Barrenechea, Sánchez, Bustamante y Rivero, Belaunde, etc.— son insuficientes para establecernos como una nación consciente en tanto estos personajes no tienen el reconocimiento debido ni se han establecido las condiciones bajo las cuales podría precisarse a ojos de la población su dimensión histórica y su muy necesaria valoración ahora en que parecemos carecer de cualquier forma de tradición que no sea la heredada como un atavismo y tara por parte del régimen fujimorista que intentó perpetuarse en el poder abiertamente a través de diversas infracciones constitucionales.
Incluso después de haber fraguado la más grave de todas al cambiar de constitución y haber hecho aprobar un documento producto no del consenso ni de la concertación sino de su necesidad de aparecer menos autoritario ante la comunidad internacional a la cual se estaba abriendo el Perú en base a la radical política económica que tomo prestada del plan de gobierno de un contendor que probablemente se hubiese detenido en buscar un marco de asistencia pública previa al ajuste de medidas dramáticas que tuvo a mal dar a conocer al país Hurtado Miller en una patética exhibición televisiva.
Hoy que es el vigésimo cuarto aniversario del 5 de abril, símbolo execrable y omnímodo de todo lo que representa el fujimorismo debemos reparar en la actual contienda electoral en la que el pueblo peruano manifiesta su apoyo incondicional a esta fuerza política que nunca tuvo más cabeza ni más razón de ser que el ejercicio del poder por parte de una sola persona tan limitada y tan mediocre que ha contagiado a toda la clase política y ni que decir de los grandes empresarios y agentes del poder económico que en este país han sido siempre la carta más segura para jugar en contra de los intereses de la ciudadanía .Ahora que se requiere la presencia de cada vez más técnicos en el ejercicio público creo que debe precisarse que esta es una de las más negativas consecuencias de no haber ejercicio un control político o cívico sobre el remanente fujimorista que sobrevivió al encierro del dictador a quien no bastaría espacio para acusar de cuanto crimen y perversidad cometió en comunión con su varias veces perverso asesor Vladimiro Montesinos y en complicidad con las Fuerzas Armadas y con cada elemento que haya sido estructurado en el Estado luego de que asumieron el poder en los años noventa.Un técnico sin formación política y sin una cultura humanista no podrá hacer un balance de los sucesos que mencionamos en este texto ni mucho menos tendrá idea alguna de que significa este país. Si no puede asumirse con inteligencia y valentía nuestro pasado no podrá existir un futuro digno que forjar ni mucho menos se tendrá en cuenta que el presente es más que una suma de datos estadísticos y que el desarrollo económico no tiene por qué conllevar ninguna forma de mejora cultural habida cuenta que esta no entra en el escenario de la tecnocracia.
Tal cual se ha demostrado en el curso de este último cuarto de siglo transcurrido. En este momento, la tecnocracia y el modo anti político de manifestarse en política es decir sin ideologías, sin programas claros, sin ideas que puedan ser representativas más allá del instante en que se han propuesto, han quedado, para mal de la población, en un modo victorioso ya que en este escenario político un estadista, un humanista o un intelectual no tienen cabida y es por ello que vemos las planchas presidenciales y congresales que están en la expectativa del resultado que den las urnas este fin de semana.
Y no sería exagerado tildar al cinco de abril como la piedra de toque de todo este descalabro para la política imperante en este momento. Ni sería un exceso dejar de apuntar que prácticamente como colectividad acusamos una singular pérdida de memoria histórica y un total cinismo respecto de los hechos que en los últimos 30 años han signado al país en la convulsa tierra sin horizonte alguno que sea distinto al de la bonanza económica que tenemos que soportar quienes somos asiduos a leer, a pensar y a escribir sin más intenciones que llegar a establecer un pensamiento independiente.
Es decir, el 5 de abril es un acontecimiento grave y repulsivo pero no es el elemento fundacional de la debacle de la política peruana quizás no acostumbrada a bregar en democracia y por ello no se debe dejar de apreciar el influjo nefasto de Alan García a quien precisamente la bancada fujimorista se encargó, antes del golpe, de blindar ante las innúmeras acusaciones de corrupción que se dieron en contra suya luego de que finalizara su primer mandato presidencial en atención al apoyo brindado durante la campaña más infame de la historia en la que la izquierda ,el APRA y otros agentes menores se unieron y posibilitaron la elección de un tipo que si hubiese sido visto con más precisión en nada hubiese parecido una opción de bien para el país.
Es de risa, francamente, que muchos lo hayan considerado un outsider puesto que desconocieron u obviaron que el tipo se había hecho del poder absoluto en el feroz escenario de la política universitaria que hasta la fecha es uno de los estercoleros mayores que deberemos extinguir o transformar quienes estemos preocupados en que este país llegue a ser en algún momento la nación que hasta la fecha no ha podido consolidarse.
La campaña de 1990 sólo puede comparase en su indignidad con las sucesivas jornadas que instalaron a este dictador en la apariencia de una democracia presidencial siendo la correspondiente al año 2000 la más repugnante de las tres en las que participó puesto que al menos en los años noventa si bien tuvo el apoyo de los ciegos y perversos aliados que ya mencionamos todavía no podía usar, por entero, al aparato estatal ni a los medios de comunicación y prensa escrita como si los uso en el transcurso ominoso que va de 1995 al año 2000, período en el cual este país se vio cubierto de la máxima podredumbre teniendo como emblemas más visibles a personajes como Wolfeson, los Winter , los Crousillat y a agentes tan despreciables como sin duda fueron y son Laura Bozzo y Magaly Medina.
Además, claro está de su séquito cerrado de defensa conformado por las congresistas Chávez, Hildebrandt, Cuculiza y Salgado. No es posible hacer un esquema tan siquiera mínimo de la situación sin mencionar a estos escabrosos personajes surgidos del más deprimente infierno.
A ellos, la clase intelectual no podía estar ajena y hasta un tipo de la categoría de Macera se pasó al bando más despreciable de nuestra historia, en la cual participaron, en su momento, intelectuales sin ningún valor fuera de algunos apuntes estrictamente académicos como fueron Tudela y Trazegnies, amén de Chirinos Soto quien pese a todo escribió un excelente comentario de la constitución de 1993 y digo excelente por la calidad de su prosa y nada más.
No aprendemos con facilidad y olvidamos pronto y aunque es cierto que la ciudadanía insurgió a fines de los noventa creo que no fue por el influjo popular puro que cayó la dictadura sino por la inconsistencia y muy mala estrategia de querer legitimar cada una de sus perversidades sobre todo por querer legitimar la figura del asesor presidencial a quien de pronto se le rendían honores similares a los de un jefe de estado o a los escándalos producidos luego de la transmisión de los famosos vladivideos.
Y apunto este detalle por la imposibilidad de configurar partidos políticos fuertes luego de la caída de la dictadura y por la imposibilidad de la renovación o surgimiento de figuras políticas valiosas a partir de ese período. Incluido Paniagua ninguna figura política tuvo la estatura histórica que se requería.
Me explico, Paniagua al desistir en poner en vigencia a la constitución de 1979, error fundamental, de su muy mesurado y en todo lo demás adecuado paso por el gobierno de transición en aras de una pretenciosa necesidad de preservar la seguridad jurídica perdió la oportunidad de pasar a la historia como un gran hombre. Sin duda alguna, debe haber sido un político honrado, pero con toda justicia fue el segundón que siempre fue porque eso de ser el ministro más joven y todo lo demás son sólo paliativos para decorar una figura de segundo orden.
Lo que vino después fue peor y en el curso de los últimos años hemos visto el grado de corrupción y decadencia personal que ha padecido Toledo y es muy positivo que esto haya salido a la luz puesto que en ningún momento un individuo de tan bajas cualidades debió asumir que podía ser una alternativa de nada, absolutamente de nada y precisamente por eso ha quedado en lo que está, la nada pura.
Haberle dado una segunda oportunidad a García implico no sólo el paroxismo de la falta de estima de los peruanos sino el no hacer caso no sólo de los actos de corrupción tan importantes dados durante el quinquenio 1985-1990 sino que no se prestó atención a los crímenes contra los derechos humanos dados durante su gobierno.
Es interesante y, en todo momento, objeto de reprobación que las tres fuerzas políticas- políticas, en términos electorales- más importantes de las últimas dos décadas hayan estado involucradas en violaciones a los derechos humanos, el fujimorismo y el APRA desde los altos mandos y quien sucedió a García en el gobierno por imputaciones directas en la zona de Madre Mía en Tocache a inicios de los noventa.
Y el pueblo, malamente, siguió apoyando y creyó que Humala llevaría a cabo las reformas tan largamente ignoradas por la clase política. Sin embargo, una vez más, con el apoyo ciego de una izquierda enfebrecida por llegar al poder, este desoyó toda propuesta de cambio a los pocos meses de asumir el poder o un poco antes con la firma de la tan dichosa hoja de ruta y pese a considerarla correcta creo que aquella reflejó la duplicidad y endeblez que el tipo tenía para sí mismo y respecto de sus supuestas políticas de Estado.
Es decir, desde todo punto de vista, Humala sería el instante más bajo en que cayó un político luego del derrumbamiento del régimen fujimorista. Y, sin embargo, siempre hay posibilidades de seguir cayendo, la irrupción de Keiko esta vez como la máxima fuerza electoral del país seguida de otros candidatos que representan una forma de fujimorismo sin Fujimori, o PPK que representa casi lo mismo, seguidos de Guzmán y CIA no hacen sino reflejar que seguimos fracasando y que ya es tiempo de poner coto a esta infamia que llamamos política.
Haberme distendido de la fecha que tratamos en este texto ha sido necesario porque sin ello no hubiésemos llegado a este callejón sin salida que es el escenario político peruano actual en el que aún no es posible establecer con precisión todo el daño causado a la potencial nación peruana a través del fujimontesinismo.
Sería vano y fatigante enumerar los innumerables vicios, delitos y acciones malsanas perpetradas por el dictador en cuestión. Basta apuntar que luego de renunciar a la presidencia del modo más cobarde y en el colmo de la ruindad y la indecencia, este malnacido llegó a postular a una curul en el senado japonés, dejando al país que hundió de tan diversas formas, que hasta ahora no pueden enumerarse de corrido, en poco menos que en un feudo del imperio al que como se ve no le importaba arrojarse como un perro hambriento en pos de un hueso por más qué este estuviese cubierto de gusanos y otras porquerías y excrecencias porque esa es la naturaleza fundamental del fujimorismo, complacerse y gozar en la hez y en la inmundicia , y eso es algo que o no han aceptado los seguidores de sus candidaturas o bien Keiko ha sabido tergiversar para mantener envilecida a esta población tan ignorante que sigue y seguirá apoyándolos hasta nadie sabe cuándo y quizás hasta que este dictador desaparezca del mundo.
Este acto, el más rastrero que realizó Fujimori no se señala nunca con la gravedad del caso. Pues bien, hagámoslo ahora y siempre, sobre todo ahora cuando más del tercio de nuestra población apoya descarada y denodadamente cada candidatura fujimorista, no asimilando y posiblemente desdeñando el turbio remanente de podredumbre que exhala el fujimorismo en cada momento que niega y evita su extinción.
De seguir impune esta circunstancia no duden que en pocos años ese referente de la inmundicia pura que es Kenji Fujimori, hasta la fecha el candidato más votado para el Congreso en ocasiones sucesivas, opte por pretender la presidencia de esta República. Consideren la degeneración que conllevaría tal atrocidad y la pérdida de toda noción republicana en el camino. Del mismo modo que debe aniquilarse al fujimorismo y hacer una crítica pormenorizada de su proceso y de su significado para todos los peruanos se debe investigar exhaustivamente a Alan García.
Recordemos que su apoyo a Fujimori fue un elemento determinante en el arribo al poder de este individuo y que el fujimorismo, en un primer momento, lo blindó. Que este tipo de alianzas no se repitan jamás en la historia y que la impunidad no cobije a nadie, a nadie nunca más y tanto Fujimori como Alan como Toledo como Humala deberán ser investigados y deberán pagar por sus culpas para satisfacción no de sus enemigos sino de un pueblo que merece el respeto y la satisfacción de no verse vejado nunca más.
Y por todo esto y porque el 5 de abril fue la piedra angular del más perverso régimen que haya padecido este país y digo perverso y este adjetivo es casi un eufemismo porque jamás se vio una maquinaria tan bien dispuesta para desmoronar el estado de derecho, toda forma de institucionalidad democrática y toda forma republicana hasta no dejar piedra sobre piedra de todos los conceptos enumerados como en el clásico precepto bíblico.
Pues bien, yo les digo que no debe quedar piedra ni estigma alguno derivado del fujimorismo para que este país llegue a ser una nación. Y por todo ello, nunca más un 5 de abril, pero también nunca más un Fujimori en la presidencia ni un Alan García ni un Toledo ni un Humala.