Opinión

Zambo Cavero y Óscar Avilés «Patrimonio Artístico de América»

El día que la Organización de Estados Americanos premió a los artistas peruanos.

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Durante el primer gobierno de Alan García, que significó todo un experimento político y que puso a nuestro país en vilo por la infausta escalada antieconómica, al entonces embajador del Perú en la OEA, Lucho Gonzales Posadas se le ocurrió una genial idea para poner en los ojos del mundo, la grandeza de la música peruana. 

Mientras el país sufría sistemáticas muertes y era azotado por el terrorismo de Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru —aunque hoy para algunos despistados suena ‘nice’ denominar al terrorismo como guerra interna, conflicto armado, terrorismo de Estado, entre otras acepciones— el político aprista realizó las gestiones consulares para que la Organización de Estados Americanos premiara a cinco artistas peruanos.

Aquel 3 de junio de 1987, en una de las sedes en Washington D.C. la OEA distinguió con el título de «Patrimonio Artístico de América» a la “Reina y Señora de la Canción Criolla” Jesús Vásquez (1920-2010), a “La Primera Guitarra del Perú” don Óscar Avilés (1924-2014), al maestro musical Augusto Polo Campos (1932-2018), a Arturo «Zambo» Cavero (1940-2009) y al cantautor Luis Abanto Morales (1923-2017).

Sin embargo, lo apoteósico surgió cuando guitarra en mano, Óscar Avilés y el Zambo Cavero sentado sobre su inseparable cajón, ambos enfundados en sus elegantes fracs se comieron el escenario y fueron los que realmente premiaron a los cientos de asistentes, que fueron testigos de una inolvidable interpretación de los clásicos «Contigo Perú» «Y se llama Perú».

“Yo me llamo Perú porque es mi raza peruana… con la sangre y el alma pintó los colores de mi pabellón…”; e inmediatamente terció el potente Avilés con ese estribillo prolongado: “Yo también me llamo Peruuú…” y el tema pasó a la inmortalidad, porque cada vez que uno lo escucha te arrebata hasta las lágrimas, en especial si te encuentras a leguas de distancia de tus seres queridos y de tu tierra amada.

Felizmente, este inolvidable acontecimiento se dio justo antes de que al joven presidente García se le ocurriera jugar a ser el “estatizador de la banca”, tras haber sido engañado por la clase empresarial que, en lugar de invertir todas sus millonarias ganancias en el país, las enviaron al exterior —pero esa es otra historia—. 

(Columna publicada en Diario UNO)

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