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You killed me first, de Richard Kern (1985)

Lee la crítica de cine de la semana de Mario Castro Cobos.

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El real modelo de gobierno no es el estado, es la familia. En este modelo podemos apreciar tanto las verdades más incómodas como las realidades más crudas. Y claro: se ocultan. En el ámbito de la familia normalizamos la convivencia con la barbarie. Todo un ‘principio social’. Si odiamos a nuestras familias es porque han destruido algo en nosotros. ¡Y en nombre del amor! Entonces, ¿qué sucede en la familia en realidad?

Hay familias hermosas, nadie lo niega (show me!), pero la gloria perdurable de esta pequeña película consiste en mostrar con decisión un caso que va en la otra dirección. La cobarde y enferma santificación de la familia, la incapacidad imperdonable para criticarla como se debe -¿no era la célula básica de la sociedad? ¿entonces?- son estímulos más que suficientes que Kern no desaprovecha (es feroz), así que se permite una muy convincente venganza simbólica, y hasta un diagnóstico.

De inmediato se establece el tono: la hija punkie escupiendo en la cara de sus mayores (y de su hermana wanna be barbie), todo suministrado en reconocibles -pero efectivas- claves: trash, ‘cine de la transgresión’, sketch, perfo, psicodrama… Película que de tan barata te la imaginas hecha por la propia adolescente justiciera.

El humor negro no excluye la rabia. Oscura sí, pero radiante. Tampoco cierta frialdad clínica. Se agradece. Hay que ver bien el conjunto de los gestos cotidianos. Su crudeza repetitiva. Dolorosa y anestesiante. Son escenas mil veces vistas pero la aspereza ‘documental’ con que son mostradas (mostradas, incluso, con cierto desdén y descuido entre calculado y no calculado) marcan la diferencia… Ese momento sagrado de comunión, ese himno a la tierna unión familiar, esa escena primaria de la cena del día de acción de gracias por ejemplo, ahí está todo -y por supuesto, hay más-. La idea: prácticamente no hay nada que no sea una farsa, una mentira, una parodia, una maldita distorsión.

Los progresos del deterioro pueden no tener fin pero en esta película de 11 minutos los procesos se acortan y la ‘solución’ se abre paso como algo simple y evidente, y hasta inevitable. Pero, ¿cuál es la solución? ¿Cómo se hace para que una familia no sea un infierno? Como Buñuel, a quien le hubiera gustado mucho esta película, se empieza liberando la imaginación (‘el ministerio del interior’), para conocer y reconocer todo lo que se siente; solo desde la máxima honestidad expresiva se abre un camino de libertad. Buena suerte.

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