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“Yo vivo en Miraflores pero también soy pobre, el Gobierno debería incluirme en ese bono de 380 soles”

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Escribe: Luis Felipe Alpaca

Carlos Mochero llegó desde Trujillo a Lima para trabajar en el año 1985. Él ahora tiene 50 años y está desempleado y cuando le preguntamos sobre el estado de emergencia y el Coronavirus, una de sus respuestas más curiosas fue: “Yo vivo en Miraflores pero también soy pobre”.

Paradójicamente Carlos vive en una habitación ubicada dentro de lo que común y popularmente se conoce como callejón en el barrio de Santa Cruz. Él no tiene hijos y representa el sentir de muchos peruanos que nunca han sido escuchados y por eso habla claro y fuerte.

Dices que eres pobre, pero vives en Miraflores.

Oiga usted qué cree, ¿que solo son pobres los que viven en Pachacutec, Huaycán, o Zapallal? Mire ve… yo tengo amigos que viven en esas zonas y están más parados que cualquiera. Mi pata Charly que habita en un tremendo depa en Valle Sharon gana un huevo vendiendo carcasas de celulares y los hermanos Taboada que residen en las alturas de Collique sacan 200 mangos diarios producto de su negocio de comida al paso. Yo vivo en Miraflores pero también soy pobre, y también es verdad que esta parte del barrio es despreciada por los propios miraflorinos porque le llaman Santa Cruz.

Para mucha gente puede parecer dificil creer que en Miraflores existan callejones, pero es verdad; hay muchos.

Claro pues, si usted mira bien esta calle está llena de llonjas, pero no crea que mi cuarto me sale gratis. Tengo que pagar 200 lucas a Maruja, la dueña que solo por ser mi amiga me deja a ese precio. Ella fue mi compañera de estudios cuando estudiábamos mercadotecnia en ADV Perú y encima nos dieron chamba en una financiera de San Isidro. En esa época yo era estable en el trabajo porque cuando uno apenas tenía 3 meses laborando en cualquier chamba, inmediatamente adquiría la estabilidad laboral; así se estableció en la época de Alan, pero a los pocos años el chino maldito quitó ese beneficio y con el cuento de las services las empresas empezaron a botar a medio mundo y entonces aprovecharon para lanzarme a la calle. Apenas tenía 23 años y desde allí empezó mi calvario porque nunca más pude encontrar un trabajo estable y con beneficios. Más bien tuve que gastar mis pocos soles para mandar imprimir millares de talonarios llamados recibo por honorarios. Prácticamente, esos recibos han sido mis boletas de pago durante 25 años. Pero agradecido soy porque felizmente a mi amiga Maruja le fue bien en los yunaites porque ahora ella vende jatos en Florida y por eso me dejó el cuarto a precio consuelo. Y cuando llega de vez en cuando a Lima, me invita a comer y nos vamos caminando a un chifa medio ficho que está cercano y que se llama Walok. 

Veo tu cuarto y la verdad no encuentro ningún confort.

Claro que no hay confort. Pero a pesar de vivir en este cuarto de tres por tres y de mi antiguo televisor con antena de conejo, junto con mi cama de una plaza y mi cocinita de una hornilla, yo no bajo la cabeza maestro, porque tengo dignidad.

Está bien pero ¿no crees que ese bono de 380 soles es para los verdaderos pobres?

Oiga usted, espere alguito. Yo nunca le pedí nada gratis al Estado porque siempre salí a las calles a buscármela, e hice todo tipo de trabajos con tal de no quedarme sin plata para comer y para vestirme, y cuando me enfermaba, me curaba como el perro hasta que se me pasara el mal, porque gracias a todos los últimos gobiernos que están al servicio de las grandes trasnacionales farmacéuticas hoy las medicinas y los servicios médicos están por la nubes, pero ¿quién reclama? Nadie. No reclama la prensa, no reclaman los colegios profesionales que se suponen están versados en los temas más estudiosos, tampoco lo hacen los regidores, los padres de la patria y menos los jóvenes universitarios que viene llenándose de maestrías y posgrados como si fueran aretes, collares y pulseras.

Y no reclaman porque más les conviene ponerse del lado de los poderosos para que luego por ahí por pena les caiga una migaja. Así es el Perú, una tierra maravillosa donde los pobres apestan porque son tan feos y grotescos que malogran la vida de los más bendecidos, me refiero a los que se creen bellos y glamorosos porque tienen una buena capacidad adquisitiva gracias a su buena chamba y a sus buenos contactos, y por eso tienen un buen coche, un depa con aire y terraza y un selecto grupo de amigotes nice para salir a chupar a ese bar con nombre de brujas. Y toda esa fauna que viste de gala con trapos de marca nunca se va a juntar con nosotros y nunca reclamarán el abuso porque su único sueño es juntarse con la elite política para pedirle autógrafos y un puestecito.

Entiendo que estás muy frustrado.

Ya le dije que nunca estiré la mano para pedir un pan gratis. Siempre trabajé en todo. He sido cargador, cuidador de burdeles, vendedor de intangibles y de métodos hipnopedia, pero todo eso fue una estafa porque te hacían latear duro y no te pagaban. También fui ayudante de cocina y mensajero, y felizmente con eso a duras penas podía mantenerme con lo básico, aunque nunca había nada fijo. Pero el problema vino desde que cumplí cuarenta años. Porque así es aquí; cuando llegas a la edad de adulto ya estás oliendo feo como todas las plagas, bacterias y virus de la vejez y por eso nadie te contrata porque ya no sirves, porque ya estás viejo, pero no es que realmente seas viejo porque uno se siente joven y responsable para cumplir con cualquier tarea, pero no hay forma, porque finalmente ellos te botan a la basura y te jubilan a la fuerza.

Pero tenemos un Ministerio de Trabajo.

¿Y qué con eso? Ese ministerio solo sirve para dar de comer a sus funcionarios que gozan de salarios dorados y en la vida van a preocuparse por el bienestar de los trabajadores. (Risas) Ellos más bien trabajan en pared con esos poderosos gremios empresariales y con el Congreso para seguir chupando la sangre al trabajador peruano. Yo quiero trabajar a mis cincuentas años pero toco y toco decenas de puertas y me la tiran en las narices sin siquiera darme un rollo o explicación. La otra vez fui a postular a un trabajo en limpieza y me pidieron un certificado de 6 meses que acredite que tenía experiencia en limpieza, y como no lo tenía me dijeron chau… usted no sirve.

¡Qué terrible! Así estamos; es verdad todo eso.

Siempre ha sido así y eso nadie lo va a cambiar, por eso yo siempre seguiré escuchando en mi radio portátil la salsa de Cheo Feliciano, porque él sí estaba con los pobres, pero lamentablemente no era presidente, él era solo un cantante. Imagínate lo que hubiera hecho por lo pobres si hubiera sido presidente.

¿Qué le dirías al gobierno si pudiera escucharte?

El gobierno debería incluirme en ese bono de 380 soles porque yo también soy pobre y vulnerable. Yo vivo en Miraflores pero me considero pobre porque no tengo un ingreso fijo y tengo que salir todos los dias a la calle para poder comer diariamente; a veces me sale algo bacán y a veces me quedo en blanco y tengo que almorzar pan seco con te filtrante. Esa es mi realidad y no es que esté en contra de este estado de emergencia porque bruto no soy y tampoco antisolidario. Yo sí deseo que mis hermanos peruanos no se infecten con esa vaina del Corona, y por eso deben acatar esta cuarentena, pero ¿a quién le darán ese bono? Ya lo dije, pobre no solamente es el que vive en una covacha en los cerros de Lima, pobre también es el que no tiene los medios para comer todos los días y yo me considero así porque a pesar que viva en este cuartucho miraflorino, no tengo chamba y menos un ingreso fijo. Y a todos los que piensan que quiero mamar del Estado así como lo hacen allá en Venezuela que quieren que les den todo gratis, porque piden al gobierno que les den comida, casa y plata para chupar; les digo que solo quiero un trabajo para poder costear mi supervivencia día a día, y aunque no tenga un título universitario, tengo experiencia y sé claramente cuál es la labor del Estado, y esa labor es crear situaciones abiertas e inclusivas para generar empleo para nosotros y si ahora quiero que me incluyan en ese bono es porque realmente califico porque no tengo un sol para comer y de hecho porque no podré salir a las calles a buscármela hasta fin de mes.

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