Opinión

“Yo fui mendigo”, de Isaac Felipe Montoro

Lee la columna de Rodolfo Ybarra

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En los años sesenta, las redacciones del diario Expreso se vieron remecidas por unas crónicas callejeras que un larguirucho y moreno redactor empezó a publicar con el fin de ganarse la plaza de “periodista”. Incluso antes que el mismo Hunter S. Thompson y su periodismo gonzo, El Príncipe de los mendigos de Guillermo Descalzi o el exitoso «Pido limosna: una vida en la calle» del francés Jean-Marie Roughol. Y es que Montoro era más gonzo que cualquiera. Y para hacer creíble su trabajo se vistió de harapos y se puso un sombrero de paja y se internó en el submundo limeño. La Colmena, el parque Universitario, las riberas del río Rímac, el cerro El Pino y La Parada eran los lugares donde nuestro personaje recogía historias y hasta pedía limosna.

Era tanto, su adentramiento en el personaje que sus mismos colegas no lo reconocían, ni el mismo director del diario, Raúl Villarán. Una vez nos contó nuestro amigo, Goyo Martínez, en ese tiempo cronista del Expreso, que a fin de mes cuando era hora de cobrar el sueldo, Montoro aparecía todo escuálido en las puertas del periódico y era corrido a las patadas por los guachimanes que no podían creer que ese loco estrafalario podría ser un periodista.

Pero Montoro era también abogado de profesión, hermano de Jorge Montoro, el poeta hippie y filósofo que leía a Descartes; y había publicado también una serie de novelas entre las que destacan El comandante pintado, Las ratas del castillo, La caída de la loba, Los peces de oro (que fue reconocida por el INC), Los demonios del rock, etc.

En “Yo fui mendigo”, Montoro se propone vivir el día a día con delincuentes, prostitutas, ambulantes y gente que hacía malabares para llevarse un pan a la boca. En uno de sus pasajes, Montoro hambriento se dispone a comer una sopa de rata, toma ron de quemar para calentarse los huesos y sale disparado cuando unos bandoleros intentan ajusticiarlo. Juan Gonzalo Rose escribió en el preámbulo: “Por primera vez un reportero dejaba su escritorio (…) para vivir él mismo las experiencias del personaje objeto de la noticia”.

Alguna vez con el desaparecido escritor Gonzalo Portals Zubiate nos propusimos localizarlo para hacerle una entrevista y en las coordenadas que nos dieron muy cerca al boulevard Pasos, en el distrito de Barranco, no lo encontramos. Quizás porque “todo-sueño-peruano-produce-monstruos”.

(Columna publicada en Diario UNO)

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