“Volver, con la frente marchita, las nieves del tiempo platearon mi sien. Sentir, que es un soplo la vida, que veinte años no es nada; que febril la mirada, errante en las sombras te busca y te nombra. Vivir, con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez”. Jugando con la nostalgia y un deseo de volver a sus pasos andados, el renombrado escritor Mario Vargas Llosa, un día de noviembre vio como buen momento aceptar que le tomen una instantánea en el frontis de lo que fue el Bar La Catedral, ese espacio ubicado en la avenida Alfonso Ugarte que ahora luce como un basural y urinario público, pero que en su época de esplendor cobijaba a luminarias de la literatura peruana.
Ahora, luciendo un enorme cartel amarillo que dice “Se vende”, aquel espacio fue merecedor de uno de los mejores libros de la historia del Perú, obviamente bien retratada por uno de sus más famosos visitantes.
Sería en una de esas tantas tertulias que nuestro premio Nobel se cuestionara, cual vidente de lo que iba a pasar dentro de treinta o cuarenta años, sobre la decadencia de nuestra sociedad, plasmándola en tinta negra en su libro ‘Conversación en La Catedral’ (1969) la icónica frase “¿En qué momento se jodió el Perú?”
Todo indicaría que nuestro octogenario escritor fue solamente al frontis de lo que fue el bar La Catedral a constatar que efectivamente el Perú se jodió durísimo, pues en su mirada otoñal aquello que alguna vez fue uno de sus lugares preferidos para interactuar con mentalidades tan brillantes como él ahora representa la metáfora más hiriente de lo que es nuestra sociedad: orinada e ignorada por todos, con las puertas abiertas de par en par para el placer de los pillos y truhanes, de los embusteros y vendedores de humo, de los vendedores de cebo de culebra y los abatidos por el alcohol, ese mismo que terminó embriagando a toda una nación.
Fue su hijo Álvaro quien lo convenciera a posar, 55 años después, en ese sitio donde solo quedan sombras y ecos de una Lima que ya se fue hace mucho.
«55 años después, retorno al (ex) bar La Catedral, en busca de los fantasmas de Zavalita y el zambo Ambrosio», escribió en sus redes sociales el hijo del universal escribano.
Cabría preguntarle al célebre arequipeño si el Perú dejará de joderse en algún momento o terminará ‘vendiéndose’ como tierra y aires nada más.