Que el sistema de salud estatal estaba en crisis, ya lo sabíamos. Lo hemos sabido siempre, pero siempre lo hemos esquivado. Se ha repetido hasta el cansancio que todo el sistema está en crisis, que somos un país cuya estructura no funciona, que estamos parchados con curitas mientras nos desangramos por todas partes, y que solo tomamos conciencia de este asunto cuando la muerte toca nuestra puerta. Lamentablemente es verdad.
El 23 de abril se anunció con bombos y platillos la aprobación del decreto de urgencia para que los contagiados por COVID-19 reciban la misma atención en hospitales y clínicas, y así atender a más pacientes que buscan desesperados una cama UCI para ser entubados y no morir. El ministro de salud, Víctor Zamora, celebró como siempre lo que Vizcarra anunció, pero hasta el día de hoy, a 100 días de cuarentena y con más de 8 404 muertos “oficiales” (se estima que son 24 613), el gobierno “no ha llegado a un acuerdo –económico– con las clínicas por desacuerdo de costos”, según palabras del propio Zamora.
¿Cómo es que el gobierno de un país no puede “llegar a un acuerdo económico” con las clínicas en una situación de emergencia de esta magnitud? ¿Cómo es que un gobierno que libera 30 mil millones de soles a través de un programa como “Reactiva” –que ha hecho más ricos a los ricos empresarios–, no puede negociar ni imponerse y hacerse respetar? Nuestras leyes restringen el accionar del Estado sobre las empresas privadas, pero en una situación de emergencia (estado de guerra le llaman los expertos), no hay nada que discutir, no hay nada que negociar, “debería” primar la vida del ciudadano: Chile, por ejemplo, lo acaba de hacer.
Este es el gran y gigantesco negocio de la salud.
El hermano de la periodista Cris Vilchez estuvo internado por COVID 19 en la clínica San Pablo. Habiendo desembolsado S/139 000 soles (que significó sacrificar ahorros, pedir préstamos, involucrar a toda su familia), tuvo que enfrentar un saldo pendiente de S/465 447.31 soles. Medio millón de soles por salvar la vida de un ser querido. El costo de una casa. Una deuda para el resto de sus vidas.
Junior Pérez ingresó a su padre a la clínica San Pablo hace tres semanas por un problema en el pulmón. Le dijeron que era algo sencillo, una pequeña neumonía. Tenía coronavirus. Lo entubaron y murió a los pocos días. A pesar de ser asegurado en la misma clínica, a Junio Pérez y su familia no le permitieron retirar el cadáver de su padre mientras no cancelara la deuda que el seguro no podía cubrir: S/200 000 soles. Desesperados, aceptaron la única propuesta viable: firmar pagarés de S/6,500 soles mensuales durante 18 meses, más S/20,000 soles que tienen que pagar a fin de mes (la próxima semana). Todo esto sin contar lo que tuvieron que desembolsar mientras su padre estuvo internado.
El día de hoy, la Clínica San Felipe, al ver que uno de sus pacientes con coronavirus no tenía los recursos para cancelar el tratamiento, le dio de alta y lo dejó en la puerta de ingreso. La esposa, desesperada, lo recibió y llevó a cuanto hospital pudo, pero no lo recibieron: al tener el certificado de “dado de alta”, no lo pueden recibir en ningún lugar porque así es la burocracia. Así es el sistema.
Así es el Perú.
Mientras tanto, periodistas como Rosa María Palacios salen a defender rabiosamente a las clínicas argumentando que, al ser privado, es un gusto, “y el gusto cuesta, pues”. Y así como ella, Carlos Joo (vocero de la asociación de clínicas) y Fermín Silva, director de la clínica La Luz, argumentan que esos costos de UCI (casi S/10,000 soles diarios) son los más bajos de la región. Es decir, comparándonos con Chile, Brasil, Canadá, Francia, Irlanda, estamos reyes, deberíamos agradecerles, encender velitas misioneras, bautizar colegios con sus nombres y levantar estatuas suyas para que los caguen eternamente las palomas.
La ecuación es simple: si no tienes plata en el Perú, te mueres. Y en el Perú ¿quién tiene medio millón de soles para salvar a su ser querido? ¿Quién protege a los ciudadanos? ¿Por qué nadie le pregunta eso al presidente? ¿Dónde está DE VERDAD toda la ayuda que decían brindar? ¿Dónde están todas las soluciones que diariamente anunciaban al mediodía? Desde un inicio esta pandemia ha sido la excusa de los ricos para enriquecerse más (muchos ayudados por el gobierno con los desembolso millonarios que nunca llegaron a los que menos tienen). Y Vizcarra, mientras tanto, solo pone como excusa que “todos son generales después de la batalla”, y luego, con el mismo tonito indulgente de estos 100 días de cuarentena, te manda lavar las manos con agua y con jabón. Qué rico el miserable negocio de las clínicas.