Opinión

Y perdona nuestras deudas

Lee la columna de Fernando Casanova Garcés.

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Por Fernando Casanova Garcés

𝗠𝗶𝗰𝗵𝗮𝗲𝗹 𝗛𝘂𝗱𝘀𝗼𝗻. Nadie en el mundo debería olvidar este nombre. Phd en Economía por la Universidad de Nueva York, ha dedicado su vida a escribir una Historia del endeudamiento. Con ayuda de la Crítica Textual del Nuevo Testamento, descifró que en el primer sermón pronunciado por Jesús (Lucas 4: 16-21) no se propone el perdón de los pecados como acciones impropias de los fieles, sino la cancelación de las deudas debido al sometimiento generalizado a intereses aritméticos esclavizantes que crecían incluso durante plagas y catástrofes naturales. Deuda es la palabra, y el Jubileo, es decir, el perdón y devolución de las tierras a los pobres, la buena nueva. Sabemos luego cómo terminó Jesús. Aunque insólito, nadie ha rebatido la tesis de Hudson, por el contrario, circula en el mundo la fama de su excelsa erudición.

Hudson evidencia en su libro[1] que en los 90s se fue introduciendo la variación mundial en la oración “y perdona nuestras deudas” por la de “y perdona nuestras culpas”. Las gigantescas corporaciones tienen poder hasta para influir en el Vaticano y cambiar hasta el padre nuestro. Para él, pilares sociales como el gobierno y la iglesia, desde luego responden al designio del mastodonte financiero, sometiendo totalmente el bienestar ciudadano a sus indicadores de crecimiento mercantil. Pero aquí no hay nada nuevo. La dirección de un país, su día y su noche, está en manos corporativas, conglomerados y fondos monetarios de paraísos fiscales prometidos. Son propietarios de los medios de comunicación e imponen su cultura y su visión –la de sus barones dueños– implantando leyes, modas, partidos, pregonar el consumismo eufórico antidepresivo y, desde luego, destruir todo lo que estorbe.

Problemas como el fenómeno del niño y el Dengue23 continúan sacando a flote nuestra vergonzante desigualdad social, indignando también a los venezolanos que pensaban salvarse aquí. Una inequidad galopante y galvanizada por ley, con partidos afines a un Estado tuberculoso, débil y un gobierno que como solución saca de la manga el asesinato y la risa estúpida de Boluarte, marioneta de la barbarie financiero-militar que este año nos bañó en sangre. La indolencia de las élites confirma lo que W. Benjamin manifestara desde una profunda meditación sistémica de las sociedades modernas: “considero al Capitalismo como una religión que acude esencialmente para satisfacer las mismas necesidades, tormentos o inquietudes a las que antaño daban respuesta las creencias religiosas.”

Oyendo las noticias del día es inevitable convencerse que lejos de un entendimiento del cambio de sistema para salvarnos y aspirar a un nuevo comienzo, nuestra sociedad y su gobierno sirven a la más oscura e irracional de las religiones con dios falsificado, el capitalismo financiero y su sicariato castrense. Pero si la ley del hombre no nos salva, la tradición cristiana recoge con claridad las medidas bíblicas contra el interés, la usura y caducidad de las deudas. Revela al capitalismo como pura idolatría pagana al becerro, san dinero. De ello tendrían que preocuparse los responsables eclesiásticos despiertos en sus misas, la idolatría del capitalismo es la explicación más razonable de la crisis moral del orbe, donde el dogma es la deuda, una deuda-castigo que silencia y desvalida al pobre por su culpa, por su culpa, por su gran culpa.


[1] …y perdónales sus deudas: Préstamo, Ejecución Hipotecaria y Redención Desde las Finanzas de la Edad del Bronce hasta el Año del Jubileo. Hudson, Michael. 2008.

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