Fácil es gritar “xenofobia” cuando nunca te han asaltado, robado, estafado, disparado, secuestrado, golpeado, denigrado, insultado y mil pestes más. Fácil es, desde un cómodo mueble de los sectores A-B (o en muchos casos desde París, Nueva York, Cancún o Barcelona) decir que nuestro país es “xenofóbico” porque la gente reacciona ante el crimen de la manera más simple: alzando la voz y protestando contra la inmigración sin ningún tipo de control (y contra las autoridades miserables que solo siguieron las órdenes de Trump y su política internacional). Y por eso se han levantado en Huancayo, Puno y Cerro de Pasco y como el pueblo no tiene canales de televisión, prensa o radio no nos enteramos correctamente y más bien las redes sociales se han terminado por convertir en los parlantes y receptáculos pasivos de este enorme descontento popular.
Por cierto, es risible leer al
señor Alberto de Belaunde hablar contra la xenofobia poniendo de ejemplo a los
peruanos en España donde, sabemos, nunca se ha encontrado una banda de más de
cien personas con ametralladoras y armas de guerra y cuando se les ha hecho la
prueba de absorción atómica, pues ochenta de ellos habían gatillado un arma
posiblemente contra un ciudadano indefenso. Y solo se trata de una de las
cientos de bandas que operan en el país. Pero, claro, el señor de Belaúnde ha
sido criado en cuna de oro y seguramente nunca le ha faltado nada y en su vida
diaria, el único momento en que se topa con venezolanos, es cuando está en un
restaurante y pide la carta o la cuenta o cuando tiene que tratar con el valet
parking para que le estacione el auto. Y claro siempre recibe las gracias y
deja la propina.
Pero de esos buenos “extranjeros”
no trata esta nota. Ellos, los trabajadores de cualquier país del mundo,
siempre serán bienvenidos, en el rubro que sea, trabajadores manuales o
profesionales. Aquí hablamos de los cientos de bandas de delincuentes venezolanos
que asolan las calles de este país llamado Perú. Y que le han declarado la
guerra a más de 30 millones de ciudadanos y donde el sicariato ha crecido
enormemente. Ya no puedes tomarte un café o cenar en un chifa o en un fast food, cualquiera puede aparecer a
tu espalda y darte un tiro. Ya no puedes sacar el celular en la calle o dentro
de la combi o el bus, te lo pueden arranchar cuando estás hablando con la
enamorada, con la esposa o con tus padres. Ya no puedes quedarte en la fiesta
hasta muy tarde. Ya no puedes salir a pasear con tus hijos a ningún lugar. El
peligro y la muerte acechan en cualquier esquina.
Para los que intentan minimizar
estos hechos, les basta saber, dizque, los crímenes de los “extranjeros” solo
representan el uno o el dos por ciento de todo lo que sucede en el Perú. Pero
se equivocan de cabo a rabo. La misma policía ha dicho que la gente no denuncia
los hechos. Y no denuncian porque simplemente no van a lograr nada, ni que les
devuelvan el objeto robado ni que les curen o les cosan las heridas. Mucho
menos que atrapen al o los criminales. Y encima se exponen a que la policía los
extorsione diciéndoles que dejen para la gasolina o para la movilidad. Y muy
optimistas los señores de la PNP dicen que solo el 40% de los crímenes son
denunciados. Y sabemos por vox populi
que esa cifra no es la exacta. Más aún cuando la policía hace tiempo que no
representa ningún tipo de seguridad. O por qué creen ustedes que las entidades
bancarias, hace buenos años, pagan sus propios guardabancos y contratan a las
“Águilas Negras” para que preserven sus bóvedas. El serenazgo y los vigilantes,
y, en los barrios más populosos, los “taitas” o los “caneros”, igual como si se
tratase de un penal, ofrecen el “chalequeo” a bajo precio y, en muchos casos, más efectivo.
Las alarmantes cifras de criminalidad
del año 2019 hicieron que la palabra “xenofobia” por el cual Facebook te borraba tus post, se hiciera humo.
Y solo tuvieron que soltar las cifras de hechos aberrantes contra el pueblo peruano:
382 mil denuncias, 83 mil atracos a mano armada, 20 mil personas heridas por
bala, por cortes o por objeto contundente. 18600 restaurantes allanados
salvajemente, 15301 viviendas robadas, 7406 bancos y casas de cambios
atracados, 900 cambistas arruinados y muchos de ellos muertos o heridos
gravemente, 4000 transportes de pasajeros robados a plena luz del día, 2009
vehículos de transporte de carga despojados. 4000 grifos asaltados, 10000 instituciones
públicas y/o privadas robadas, 1500 ancianos jubilados asaltados y dejados sin
pensiones, etc. Y eso solo son las cifras oficiales, es decir, solo los que han
sido denunciados en la comisaría*, lo que significa que estas estadísticas se
tienen que multiplicar por varios dígitos más. Cierto que no todos estos
crímenes son cometidos por mano extranjera, pero también es cierto cómo ha
avanzado geométricamente la criminalidad producto de la inmigración
descontrolada al punto de que el presidente Vizcarra ha tenido que disponer, hace unas semanas, de la creación de un cuerpo
“anti-delincuentes-venecos”, por así decirlo, y, que, el ejército entre a las
calles a poner orden, tal y como si estuviéramos en los ochentas o en toque de
queda o de excepción.
Finalmente, es fácil hablar de xenofobia cuando nunca te han puesto un revólver en el pecho y te han dicho: “ya, chamo, suelta todo o aquí te dejamos muertico” que es lo que le pasó a este servidor. Les dejo el link para los interesados:
*Noticia aparecida en el diario
Ojo el 31-01-2020 pgs. 14 y 15.