El sistema operativo de Microsoft, Windows 10, está próximo a cumplir 10 años desde su lanzamiento, el 29 de julio de 2015. Sin embargo, arrastra una serie de problemas. Windows 10 ha sido criticado por recopilar información de la actividad de los usuarios bajo la premisa de “mejorar” el rendimiento del sistema, un hecho que varios expertos han considerado una invasión a la privacidad.
Otro problema recurrente son las famosas actualizaciones automáticas, las cuales pueden dejar inutilizables los dispositivos en caso de presentar alguna falla, tal como sucedió en julio pasado, cuando muchos sistemas de aeropuertos colapsaron, afectando a 8.5 millones de dispositivos con la famosa “pantalla azul” de error.
Windows 10 incluye por defecto un antivirus llamado Windows Defender, el cual ha sido señalado por tener una baja capacidad para detectar virus en tiempo real, provocando falsos positivos. A esto se suma su alto consumo de recursos del sistema, que afecta significativamente el rendimiento de equipos de gama media o baja.
Sin duda, un gran problema que enfrenta Microsoft es la poca acogida que tiene Windows 11, sucesor de Windows 10, el cual aún no logra ganar aceptación debido a varios problemas de compatibilidad y a una nueva interfaz que confunde por la redistribución de las opciones, generando frustración en usuarios avanzados. Además, los requisitos de hardware más estrictos impiden ejecutar Windows 11 en computadoras que no cuentan con procesadores recientes. Se esperan mejoras significativas en 2025 que optimicen la experiencia de los usuarios.
(Columna publicada en Diario UNO)