Por Raúl Villavicencio.
Si ya cuesta bastante dirigirse a la Selva Central del Perú, por medio de la vertiginosa y traicionera Carretera Central, no existe punto de comparación con lo que hicieron hace más de 150 años un centenar de colonos austro alemanes, los cuales tuvieron que sortear esos obstáculos y muchos más para encontrar lo que ahora es conocida como la ciudad de Pozuzo.
Fue el barco guanero inglés Norton el encargado de llevar en sus maderos a más de 300 almas confiadas en las palabras del Padre Joeph Egg, el cual también se encontraba convencido de lo prometido por el Barón Cosme Damián Schütz von Holzhausen respecto a las riquezas que se podían encontrar en un país lejano llamado Perú.
Cerca de dos años atravesando en más de una ocasión a machetazo limpio desde la costa del Perú hasta las alturas de Ticlio y la espesura de la selva, los colonos tuvieron que padecer enfermedades, el frío intenso o la carencia de alimentos. No obstante, el sueño de un lugar que les permita empezar desde cero se imponía a la fatiga, los dolores o la desnutrición. Es así que el 25 de julio de 1859 llegaron con vida 170 austriacos y alemanes, iniciándose una nueva etapa de supervivencia.
Las promesas iniciales del presidente Ramón Castillas nunca se dieron, dejando a ese grupo de colonos provenientes de Tirol, Vorarlberg, Renania, Nassau y Hesse, prácticamente a su suerte cerca de cien años. No fue recién en su centenario que el gobierno peruano, por impulso de Austria y Alemania, empezó a mirar hacia el centro del país, firmando nuevos acuerdos para la buena convivencia.
No fue hasta el año 1975 que se construyera una carretera asfaltada que permita conectarlos con la costa, pero solamente hasta Oxapampa, la segunda ciudad formada por colonos. Las lluvias y los deslizamientos de tierra hasta la actualidad mantienen en ocasiones aislado a esa pequeña ciudad europea congelada en el tiempo.
El contraste con Lima es inmenso, valorándose que allá no se va a encontrar una ciudad caótica, compuesta de ruido y metales, de basurales o combis asesinas; sino todo lo contrario, ahí uno podrá respirar aire puro, caminar despreocupado o dejar sus pertenencias sin ese temor a que alguien las robe. Desconexión total para estas Fiestas Patrias.
(Columna publicada en el Diario Uno)