Por Tino Santander Joo
La semana pasada Vladimir Cerrón, en un artículo publicado en Facebook titulado “Victoria de Pedro Castillo es única” señaló: “…es la primera vez que un partido de origen provinciano, nacido en los Andes, logra imponerse derrotando a las viejas organizaciones de la aristocracia peruana. Estas características, además de ser una singularidad histórica, llevan un profundo compromiso de cambio que el pueblo aguardaba desde hace décadas.” El líder de Perú Libre, sabe que Pedro Castillo, es un populista sin formación marxista, que no comprende el desarrollo del capitalismo nacional, ni la estructura de sus clases sociales, menos las formas democráticas. Una de las características del populismo son el lenguaje populachero de frases altisonantes como “pueblo”, “justicia social” “los pobres” “los ricos”, “bonos”, “poder popular”.
Luego, afirma que: “Pedro Castillo es el Lenin del que habló Valcárcel, es decir, ahora está en la obligación de demostrar que su gobierno será superior al del neoliberalismo, construyendo un país con justicia, equidad e igualdad de oportunidades, este es el mayor reto histórico que le permitirá o negará el estatus de estadista.” Vladimir Cerrón, intenta recrear el mito de la gran rebelión indígena que profetizara Luis. E. Valcárcel, el indigenista ortodoxo que no creía en el mestizaje en su libro “Tempestad en los andes”.
En medio del desconcierto, aparecen las izquierdas de las clases medias limeñas (Nuevo Perú y el Frente Amplio) convertidas en los garantes de los intereses de la CONFIEP y otros gremios empresariales; Pedro Francke, ha señalado que no habrá ninguna estatización, ni nacionalización, que respetaran la estabilidad económica y financiera que la Constitución garantiza. Además, la mejor prueba del pacto con los grupos de poder económico es el anuncio en el balcón de la CGTP, de mantener a Julio Velarde, como presidente del BCR. A la derecha peruana no le importa quién es el presidente, le interesa nombrar al ministro de Economía, para que mantenga el modelo y asegure sus intereses; al ministro de Energía y Minas, para controlar los recursos naturales y, al ministro de Trasportes y Comunicaciones para seguir haciendo negocios con el Estado. Lo demás, es contingente.
Vladimir Cerrón, es un marxista leninista y sabe que el socialismo no se construye con un acto de voluntad política, sino que es el resultado del desarrollo económico del capitalismo y que la globalización capitalista ha subordinado económicamente al país a los intereses chinos. Un marxista lucido, sabe que al neoliberalismo no se le derrota con consignas vacías, ni con el sentimentalismo mendicante de la izquierda limeña que privilegia la defensa de los derechos civiles de la comunidad LGTB, como negocios y un modo de vida a través de las ONGs.
El socialismo —como lo señala Karl Marx—, es una etapa superior del capitalismo y no se puede realizar a través del estatismo. La historia nos enseña que no podemos repetir el fracaso de Rusia, la hambruna venezolana, ni las angustias cubanas por el bloqueo norteamericano. Tampoco, podemos tener de ejemplo a Bolivia, por más romántico que sea declararse republica plurinacional, cuando tienen un inmenso déficit fiscal que en cualquier momento lo puede llevar a un gran conflicto social.
En esta etapa necesitamos una economía de guerra que centralice todos los recursos materiales y profesionales para vencer a la pandemia; que reactive la economía promoviendo la inversión pública y privada; estableciendo que la minería financie y ejecute la infraestructura agraria; cobrando impuestos a las grandes empresas y bancos que han judicializado sus deudas para no pagar, con eso podemos disminuir en cinco años el déficit de infraestructura educativa y de salud. Renegociar el gas de Camisea, para no regarlo a precios viles; reformar el Estado en sus tres instancias para hacerlo eficiente; liquidar el monopolio bancario y farmacéutico promoviendo la competencia financiera. La infraestructura es vital, el tren de la costa y las autopistas en todo el Perú, van a generar empleo y desarrollo económico. Se necesitan reformas claves en la Constitución, más que una nueva, porque esta podría agudizar la crisis política
La derecha promueve la imagen de Pedro Castillo, como un símbolo de la pobreza de los andes y busca convertirlo en un souvenir político que adorne la casa de Pizarro; la izquierda miraflorina lo ve como si fuera una artesanía campesina hecha por el maestro cusqueño Edilberto Mérida. La derecha no ve las transformaciones de la globalización capitalista, por su necedad. No entender que estamos en el momento oportuno para impulsar el crecimiento económico con equidad, es un error del movimiento popular. El otro camino es la violencia política impulsada por el miedo de la derecha y la ceguera del movimiento popular. No olvidemos a José Carlos Mariátegui “No queremos, que el socialismo sea calco ni copia. Debe ser creación heroica”.