Opinión

Vizcarra, el rey de los pendejos

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Martín Vizcarra nació para pendejo. Discreto, mecedor y hueveador, es el prototipo de los políticos con cuajo. Frente a una ciudadanía huérfana de líderes, Vizcarra fungió de gran conductor en la lucha contra la pandemia. Catequizó a sus fieles con las conferencias diarias y trabajó el sentimiento del pueblo con el falaz “Contigo Perú”. El resultado, en frío, lo conocemos todos: Perú fue uno de los países más estragados por la pandemia. Hoy, el trascendido de una supuesta prelación —que lo benefició con la vacuna— implicaría que Vizcarra habría lorneado, una vez más, al pueblo peruano.

La revelación del periodista Carlos Paredes fue confirmado hoy por el propio Vizcarra, con esto se explicaría la tranquilidad de  Vizcarra en sus exposiciones mediáticas y su nulo cuidado en medio de la promiscuidad de sudores, abrazos, apapachos, metidas de mano y platos de ceviche que rodean su circo electoral. Vizcarra estaría inmunizado, por consiguiente le interesaría un carajo si sus adláteres se infectan o no. ¿Y la distancia social? Para los cojudos que no se han vacunado, podría responder.

Vizcarra no solamente habría mecido al pueblo peruano, sino que habría atrasado al presidente Sagasti, quien ya no sería el primer ciudadano en recibir la vacuna Sinopharm. Pero Vizcarra es hábil y probablemente este corto período de silencio le sirva para armar un buen argumento que intente desestabilizar estas acusaciones. No se puede negar la pericia y la tranquilidad de Vizcarra para desvirtuar las imputaciones en su contra. El swing de Vizcarra es la mecida y el hueveo y —hay que reconocerlo— eso le granjea el voto popular.

Vizcarra no es más que la encarnación del cinismo político más audaz, aquel cinismo emparentado con la sonrisa pendeja y socarrona del chino Fujimori. La sonrisa de los políticos que le meten la yuca al pueblo y que enarbolan la bandera de la honradez y la lucha contra la corrupción bla, bla.

En ese orden, la lacra congresal de Merino & Co. y la lacra palaciega de las órdenes de servicio y el swing del desfalco estatal se solapan haciéndose indistinguible cuál de los dos bandos (o bandas) ha jodido más al país. Mientras tanto miles de pendejos ya corren como espermatozoides enloquecidos por pasar la valla electoral. ¿La meta? Relevar a los inútiles con vocación de gángsteres que se atornillan en los cargos públicos, esquilmar el patrimonio nacional y el erario estatal.

Vizcarra, no hay que ser mezquino, es un buen maestro en estas lides: después del desastre de la pandemia aún conserva el arraigo popular. Quizás después de tanta metida de yuca, tanta pasada de cuy y tanta lluvia de millones, el ciudadano peruano ya no tiene dónde elegir. La anomia es nuestra atmósfera. De lo que se trata entonces, en estos tiempos electorales, no es de poner el hombro. (Vizcarra ya nos atrasó) sino de poner el culo. Inmunizados contra la corrupción ya estamos. Y ya toca renovar a nuestros hijos de puta.

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