Entre los ecos subterráneos que se rastrean en Vocación de Náufrago –Premio Juan Gil-Albert XLII– nuevo poemario de Nilton Santiago, intuimos una relación con el mundo griego. En la reunión de poemas, en cuatro columnas ejes, observamos la relación de diálogo con la cultura clásica. Evoquemos Edipo Rey.
En esta obra, Sófocles plantea un hecho policiaco con el fin de conocer al culpable de la peste de Tebas. Los poemas de Santiago siguen la anagnórisis: buscan una reflexión epifánica, una respuesta ante la crisis interna.
Es decir, muestran el punto donde yo poético descubre su verdad. En ese sentido esos poemas se encuentran empapados en una pesquisa. Por un lado, podemos rastrear que se busca comprender las dimensiones de la poesía (A); por otro, la identidad del propio sujeto poético(B); finalmente, la dimensión familiar (C). En esos ejes, lo poético se vuelve prosa y reflexión. Nos recuerda al de la poeta Premio Nobel de literatura Wisława Szymborska.
Detengámonos aquí, ¿cómo así la poesía de la segunda mitad del siglo XX de Polonia se empapó de la reflexión filosófica? Si algo caracteriza esta vertiente –con autores como Czeslaw Milosz o Zagajewski – podemos notar que la poesía recae en la mirada de la experiencia sobre la realidad. Entre la idea A y la B hay una intersección simple: la poesía se piensa a sí misma. En cambio, la C resulta más expansiva.
Nilton Santiago escribe: Yo leo a Szymborska//y es como si una medusa inmortal//me leyese la suerte. Aquí la recreación de la mente del artista en la del lector, nos acerca al diálogo de la poesía. Ambos, se conectan por el escepticismo: no es posible conocer qué es la palabra, qué es la verdad o la poesía. Estamos destinados al naufragio, oficio más necesario que la del marinero. A la vacuidad. El autor pregunta: ¿Son los libros, entonces, los que nos pasan página?
El nuevo trabajo de Nilton Santiago apuesta por imponernos una intersección entre el poema del lenguaje y el juego. Es un trabajo embalsamado de dudas y preguntas, pero también certezas: Los libros no hacen más que esparcir nuestras cenizas…