La presencia de Jürgen Golte en el Cusco en notable y trascendente más aún cuando desde el lunes 15 de este mes viene brindando conferencias sobre Iconografía Andina. El personaje que concentra nuestra atención, tiene más de 70 títulos publicados abarcando la antropología etnohistoria, arqueología demás ramas de las humanidades. Es más, en su discurso introductorio, consideró un error la división de las Ciencias Sociales.
Su trabajo holístico, es una muestra del gran aporte desde la investigación interdisciplinaria. Si hablaríamos de iconografía debíamos abordar la imagen no sin antes interrogantes valiosas desde el criterio del conferencista. ¿Qué serán las imágenes para la presente generación en unos 20 años nada más? ¿Cuánto ha cambiado nuestra perspectiva de la imagen en los últimos 100 años? Cómo abordar la cosmovisión de los pueblos del antiguo Perú evitando cometer el error de cientos de investigadores que observan con ojos occidentales, mundos diametralmente distantes y complejos.
Una crítica y aporte importante a la relectura de la antropología, fue el cuestionamiento al padre del estructuralismo Claude Lévi Strauss en su estudio sobre el pueblo amazónico Bororo. Es sencillo, mientras Strauss acierta en manifestar que la disposición de la aldea es de manera circular, divaga al establecer las relaciones de parentesco.
Para refutar al genio francés, Jürgen Golte utilizó la “Enciclopedia Bororo” elaborada por el mismo grupo étnico que retrata el vasto conocimiento de la naturaleza pero también sus múltiples relaciones de parentesco y coexistencia. La sugerencia de estudiar un pueblo desde sus propias manifestaciones y no desde los conceptos que nosotros asumimos, sería el derrotero de los días venideros.
Otro punto que inspiró el trabajo de Golte, según su testimonio personal, fue que en América como en el Perú, sólo se asumía la historia pero desde la invasión española desconociendo e invisibilizando a milenarias culturas que nos siguen abriendo camino para profundas reflexiones de la peruanidad. Referentes teóricos como Erwin Panofsky (1892 – 1968) fueron también abordados. (Fue un historiador del arte y ensayista alemán, exiliado en los Estados Unidos. Su obra más conocida es Estudios sobre iconología, pero sus monografías sobre Durero, Tiziano, los artistas flamencos o el arte funerario americano son trabajos fundamentales en el siglo XX). El objetivo, establecer una metodología que nos permita clasificación, interpretación y evaluación de su sentido esencial y expresión de valores.
Un claro ejemplo, nos lo brindó en su interpretación de la iconografía Nazca. De ella había observado más de 50 mil imágenes permitiéndose apuntar que había fantasía y expresiones de su medio ambiente. La búsqueda del agua y los ritos que ello ameritaba, dan luz sobre la función de las líneas de Nazca. Calendario que al mismo tiempo permite registrar el movimiento de los astros que se orientan en la misma disposición de las líneas que nunca se cruzan. De la misma manera, su cerámica representa una fuerte relación con el mar donde peces y pescadores habitan la franja litoral desencadenando una línea de parentesco mítica.
Todavía no hemos tocado su investigación más larga sobre el pueblo Mochica, pero indudablemente nos encontramos ante una luminaria que también es un defensor de nuestro patrimonio. Su exhortación fue enérgica y está en contra de colecciones privadas de arte prehispánico. Denunció que el tráfico de nuestro patrimonio no sólo debilita los escasos estudios y esfuerzos que se vienen realizando por nuestra historia, sino también, merman el legado identitario de un pueblo y país que requiere de cultura para trazarse otro horizonte.