Junto a los valiosos libros que podemos encontrar en el rescate de la Biblioteca Municipal del Cusco, también podemos ubicar una hemeroteca que a la par reúne la historia de nuestra ciudad. Uno de esos artículos de incalculable valor simbólico para quienes vivimos las letras, es el escrito por Gustavo Pérez Ocampo (1926-2003) en su columna PANORAMAS del diario El Comercio del Cusco, con fecha jueves 28 de junio de 1979. Si bien se hizo cargo de la dirección en 1949, por aquel entonces la biblioteca no llevaba su nombre (y ni él lo imaginaría), sin embargo la preocupación del poeta por los libros es innegable.
Rememorando su trabajo, me permito desde este modesto espacio transcribir en su integridad el texto que tiene cerca de 40 años y se titula “¿Algo se hará por el libro?” Toma relevancia, por la problemática del libro aquel entonces y la materialización hoy, de un Plan Nacional que va camino a instituir la Ley de Libro. La biblioteca de nuestra ciudad es el escenario de esos cambios que se avecinan alrededor de la cultura impresa y el hábito de la lectura. Es importante también, porque junto su producción creativa retratada en una poesía sumamente original, Gustavo Pérez Ocampo fue pedagogo y un gran difusor cultural desde el periodismo. Su pluma aguda y nutrida de metáforas, muestra en carne y hueso al “lector” que merecidamente tras su muerte se adhiere a la identidad de nuestra biblioteca el año 2005 en reconocimiento a una vida dedicada a la cultura. Habla el poeta:
«Es posible y pertinente parafrasear el antiquísimo dicho que reza: “Dime con quién andas y te diré quién eres”, en la forma siguiente: “DIME QUÉ LEES Y TE DIRÉ QUIÉN ERES”, y en este sentido, la verdad cruel es que mucha gente se quedaría simplemente en cero, es decir, en nada, es decir en “nadie”, porque el hecho contumaz es que no leer es la forma más incurable del analfabetismo.
SENTANDO la premisa de que no hay libro malo o revista mala o periódico malo, sino “lectores estúpidos”, no leer nada constituye sufrir un estado patológico de absoluta vaciedad de la mente. La ausencia del sentido crítico. La soledad de la ignorancia, la orfandad de ideas. Y muchas cosas terribles más. Diversas causas que podríamos llamar “exógenas y endógenas”, determinan la patológica inclinación a “no leer nada”. Y la única que por hoy nos interesa señalar entre las primeras (exógenas) es que sencilla y llanamente, no hay libro que leer… Claro que hay legiones de “personas cultas”, “personas decentes” y “personas universitarias” que prefieren beberse un par de cervezas que comprar un libro; que prefieren colocarse entre pecho y espalda un buen churrasco que comprar una buena revista; que consideran más porvenirista meter sus billetes debajo del colchón que suscribirse a un periódico… Y lo peor es que en este clima espiritual crean y crían a sus hijos, los que resultan unos perfectos lerdos negados a la cultura y la belleza».
«DECÍAMOS que hoy por hoy, solo nos interesa echar la culpa de la poca afición a la lectura al hecho de que no hay libros. Mas, no se tome este aserto en su sentido literal. Y repito que no hay libros serios e interesantes a precios cómodos, y no los hay sencillamente porque no existen, y porque además no existe la industria del libro en nuestro país. Algunos editores que son quijotes son dos o tres en el Perú. Algunos editores que son quijotes son dos o tres en el Perú. Algunos autores, que ellos mismos y de su propia responsabilidad publican sus obras somos los animales raros más parecidos al hombre. Y hago esto, porque siendo autor editado lo único que he encontrado en esta ciudad “patrimonio cultural del mundo” es indiferencia, cólera y envidia de mis presuntos y eventuales lectores, lo que viene a ratificar lo dicho: que el no leer es la forma más catastrófica del analfabetismo, frente a lo cual no hay “al fín” que valga…»
«En este sentido, alguna vez fue muy alentadora, la noticia que difundió el gobierno en el sentido de dar nada menos que una “Ley del Libro”; cuyo solo anuncio fue como agua de lluvia que fecundó la idea de una futura industria editorial, con todo lo que esto significa para la educación, la cultura y la economía del país. Sobre todo, para erradicar de una vez por todas la soledad de los ignorantes. Y sobre todo para crear conciencia en los hombres y en las mujeres y en los niños y en los jóvenes. Es imposible la vida social con libertad, con juicio crítico, con imaginación creadora, con valentía y con rebeldía, es imposible, digo, sin la influencia omnisciente y omnipresente del Libro. Así, con mayúscula. Si mi parva información no me engaña, jamás se dio la mencionada “Ley del Libro” y todo quedó en baba de pavo, y por el contrario, los libros cuestan hoy no solo un ojo de la cara sino los dos. Realmente hay gobiernos que son el escarnio y el ludibrio de la cultura. PUNTO.» Hasta aquí Gustavo Pérez Ocampo, claro como el agua, su prosa no amerita comentarios.