El Dr. Flores, asumió como pocos, una férrea pasión por la docencia y la investigación. Su maestranza provenía de la palabra clara y serena que esgrimía para hablar de la cultura andina, sus pastores y ritos, su devenir y sus problemas. Dictaba muy poco, recomendaba leer bastante y con la naturalidad y paciencia de quien ama lo que hace, se dirigía a sus estudiantes en una interlocución horizontal y amical. Al más disparatado comentario lo cubría de importancia y fue la ironía, creo, el lado más filudo de su verbo que nunca vi manchado por una incoherencia o dubitación. Recurría a la fuente, al apunte.
Honrando esa enseñanza, de la Historia de la Literatura del Qosqo (1993) rescato este retrato de Ángel Avendaño: “Flores Ochoa escribe con prosa aliñada, cuidadosa, plena de referencias histórico-bibliográficas, de melindres y agudezas ingeniosas que le dan a sus informes antropológicos matices de prosa literaria. El mismo es como su prosa: serio y simpático a un tiempo, aparentemente descuidado en su atuendo, pero con cierto aire doctoral inocultable. Con ciertos silencios y solemnidades que imponen barreras y establecen límites. Cuando habla, es reiteradamente didáctico, simple, a veces socarrón, como corresponde a un científico social pletórico de júbilos sociológico-antropológicos, que lo confirman en las profundidades de sus conocimientos, y lo acreditan como uno de los antropólogos qosqorunas de más alta seriedad y sensibilidad en los cotos de su ocupación científica.”
Desarrolló una destacada carrera como antropólogo, siempre comprometido con los estudios de las sociedades andinas y la defensa del patrimonio étnico y cultural de nuestros pueblos. Nació en el Cusco en setiembre de 1935. Concluyó sus estudios de antropología en 1965 graduándose en la Universidad Nacional de San Antonio Abad, y obtuvo el doctorado en Letras y Ciencias Humanas en la misma universidad en 1967.
En 1977, en mérito a sus investigaciones recibe la Beca Guggenheim, así como la Beca Ford. Dentro y fuera de la UNSAAC ocupó diferentes cargos de importancia como en la Dirección del Instituto Americano de Arte o el Instituto Nacional de Cultura de Cusco. Profesor visitante en universidades del Japón, Alemania, Suiza, México, España y EE.UU; de su extensa producción destacan “Los pastores de Paratía” (México, 1968), “Pastores de Puna” (1977), “El cultivo en Qocha en la puna sur andina”, coescrito con Percy Paz, apareció en “Contribuciones a los Estudios de los Andes Centrales”, y fue editado por Shozo Masuda en la Universidad de Tokio en 1984. “Llamichos y pacocheros, pastores de llamas y alpacas (1988), es otro de sus textos capitales junto a “El Qosqo, antropología de la ciudad” (1992) en coautoría con Hiroyasu Tomoeda.
Un viernes como hoy, pero del 2003: “Por primera vez en los anales de la vida académica de la cuatricentenaria Universidad de San Marcos, fue incorporado como Profesor Honorario el Dr. Jorge Flores Ochoa, distinguido antropólogo, profesor principal de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco, especializado en los estudios de la cultura quechua-aymara y de la actividad pastoril de camélidos sudamericanos de las comunidades altoandinas en el sur peruano. La ceremonia de incorporación tuvo lugar el viernes 14 de noviembre de 2003, en el remozado Salon de Grados del Centro Cultural Casona del Parque Universitario, con asistencia de docentes y alumnos, y de una nutrida delegación de profesores cusqueños y familiares del homenajeado.”
En marzo de 2011, de manos del entonces Ministro de Cultura, Juan Ossio Acuña, se le confirió la Orden al Mérito por Servicios Distinguidos en el Grado de Gran Cruz por su notable trayectoria y aporte intelectual. Sus últimos años aparecieron publicaciones que ya engrosan la cultura impresa del Cusco: “El CVZCO Resistencia y Continuidad” (1990), “Pintura mural en el sur andino”, (junto a Elizabeth Kuon Arce y Roberto Samanez Argumedo se publicó por el BCP en 1993), «La missa andina», (1997), “Qeros: Arte Inca en vasos ceremoniales” (1998) y “El Inka histórico es el Enqa contemporáneo», que aparece en el libro de homenaje a Franklin Pease: “El hombre y los Andes”, publicado el 2002; en este último libro plantea la continuidad de la cosmovisión andina a partir del concepto “Enqa” criticando la idea de un sincretismo religioso para hacer entender la cultura andina.
Impulsó durante 30 años (junto a Luis Barreda Murillo y Abraham Valencia) el TINKUY, encuentro destinado a exponer la investigación, el debate y la relectura de nuestra historia. De la misma forma y con el mismo nombre sostuvo un programa radial en “La Hora”. Infaltable en las aulas, en las fiestas patronales o en los ritos de la cultura popular. Su ausencia, deja un enorme vacío que estamos seguros sólo podrá llenarse con el trabajo comprometido de más generaciones de estudiantes y profesionales que asuman la defensa de nuestra identidad e historia. Ahora debe estar recogiendo sus pasos camino al firmamento de los Apus que lo recibirán con sus aguas en deshielo, lágrimas que todos vertimos esta tarde por un maestro mayor, un amauta que se ha ofrendado a la Pachamama.