Cultura

Viernes Literario: Otro “traje” para Paucartambo

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Escribe: Pavel Ugarte Céspedes
Fotos: Frederick Olivera
(https://www.facebook.com/oliverafotografiacusco/)

Paucartambo, en la historia y memoria andina, no sólo se suscribe a los días de la “festividad” por más de que hoy nos oprima el corazón la nostalgia. La Virgen del Carmen, es el ícono católico de una fe animista que reunían a pueblos milenariamente y como escenario es el punto de encuentro y desencuentro simbólico de dos grandes mayorías étnicas, que también se reúnen en Qoyllur Rit’i, los chunchos de la Amazonía, y los Qollas del Altiplano. El acto ritual, que este año no hemos podido vivir, puede ser la oportunidad para vestir a Paucartambo de otro traje y darle una máscara no como como disfraz, sino como el rostro vivo de nuestra identidad.

Desde los mitos Wachipayre del “Wanamey” o el “Inkarrí”, recopilado por Josafat Roel Pineda (versión de Don Viviano Wamancha) en la Nación Q’ero, hasta el registro étnico de cada danza, podemos afirmar que la etnohistoria de esta provincia cusqueña, permite entender un mundo más amplio y complejo más allá de los actos litúrgicos, los cargos, y las cofradías. Paucartambo es el escenario ritual de los pueblos y los personajes que la historia ha congregado. La arqueología, rescata de la época pre-Inca a los “Poques”, “Kauris” y “Wallas” entre otras minorías étnicas que habitaron esta región. En el incanato, las crónicas refieren a Pachacuteq Inca Yupanqui, conquistador de los “Chunchos, Mojos y Antis”, como también cuantiosas referencias a batallas o encuentros pacíficos con pueblos amazónicos como aconteció con Inca Tupac Yupanqui. Posteriormente, la relación con el Tawantinsuyo será de intercambio y así lo muestra la profusa red de caminos que se entretejen por todo el territorio.

Los “taquies, hayllis y arauis” cantan a través de instrumentos de viento y tambores, a los cuales sin problema y con alegría se le han sumado las cuerdas, percusión y ahora los instrumentos electroacústicos o sintetizadores. La danza es consustancial al rito, la devoción, pero también a la militancia con el ejercicio moral y práctico de un código de hermandad que se sigue desde “aspirante” a la comparsa como también al ser “caporal”. Me pregunto en qué momento se rompieron los tejidos más finos de este traje que este año al no vestirlo ni ostentarlo, tal vez promueva otra “danza”. Una más reflexiva donde los pueblos de Pillcopata como también de Hatun Q’ero, Q’ero Totorani, Japu, Quico, Marcachea, K’allakancha, Ccachupata y Pucara, vuelva a tomar el rol protagónico de lo nativo que le hemos arrebatado con el consumismo y la asunción de otras prácticas del mestizaje en su peor faceta. Me pregunto dónde está el equilibrio de los valores andinos que nos han permitido sobrevivir como pueblo. La reciprocidad, el trabajo, el amor y la comunidad son los nuevos tejidos que considero, deben revestir la festividad que en la actualidad, sólo se ha vuelto una oportunidad comercial para los propios paucartambinos.

Paucartambo debiera ser el gran centro cultural del Cusco todo el año. Donde se enseñe y practiquen las 19 danzas, pero también la historia y cultura de los pueblos que en nosotros todavía laten. Los Qhapaq Chuncho, Qhapaq Qolla, Qhapac Negro, Saqra, Contradanza, Qoyacha, Qachampa, Majeño, Waca Waca, Wayra, Aucca Chileno, Chucchu, Panadero, Chunchacha, Danzaq, Negrillos, Paucartampus, Misti Canchi y la cuadrilla de Maqtas, son la síntesis de naciones que pueden tener la oportunidad de revivir en esta festividad con sus propios mitos de origen y algunos con renovada intención.

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