Son diferentes los motivos que se atribuyen al enfrentamiento, desde la alianza poco estratégica con Bolivia hasta el desmedido interés por el salitre donde los bancos británicos serían los finales vencedores. De este lado de la frontera, tenemos héroes caídos como el “caballero de los mares” y tantos fieles soldados y oficiales de batallas perdidas desde Arica y Tacna hasta los Andes centrales, donde los chilenos encontraron a un enemigo nunca antes enfrentado: Los ayllus andinos, los sobrevivientes del Tahuantinsuyo.
El 9 de julio se recuerda el día de las Batallas de Pucará, Marcavalle y Concepción, que hacia 1882 sucediera durante la ocupación chilena. Al mando del Mariscal Andrés Avelino Cáceres, “los indios” de nuestra sierra central emprendieron una tenaz lucha, primero evitando los grandes escenarios y actuando entre sombras aprovechando su conocimiento de la ruda geografía. Finalmente, al desgastar al estragado ejército chileno, obtuvieron trascendentales victorias militares que permitieron recuperar el suelo peruano como también forzar el repliegue del enemigo invasor en el valle del Mantaro.
El 10 de julio, a su vez es el aniversario de la Batalla de Huamachuco ocurrida en 1883. El dominio del quechua del Mariscal Cáceres, vuelve a ganar adeptos entre las comunidades andinas. Bajo su mando, un ejército reunido sobre una campaña desastrosa, se vio obligado a retirarse siendo uno de los últimos grandes encuentros bélicos en la Guerra del Pacífico. El sacrificio de miles de vidas a las que no perdonó el ejército chileno por considerarlos “montoneros” sigue siendo recordado no solo por el ejército sino también por la memoria nacional. Lo que no se recuerda, es lo siguiente: “Tres años y doscientas leguas de lucha incesante ha recorrido el mariscal Andrés Avelino Cáceres, con sus guerrilleros indios, contra los invasores chilenos en las sierras del Perú. Los indios de las comunidades llaman “Taita” a su mariscal, hombre de marciales patillas; y muchos han muerto, por seguirlo, lanzando vivas a una patria que los desprecia. También en Lima los indios fueron carne de cañón y el cronista social Ricardo Palma echó la culpa de la derrota a esa “raza abyecta y degradada”.
En cambio, el mariscal Cáceres afirmaba hasta hace poco que el Perú había sido vencido por sus propios mercaderes y burócratas. Hasta hace poco, también rechazaba el tratado de Paz que amputa un buen pedazo del Perú. Ahora, Cáceres ha cambiado de idea. Quiere ser presidente. Tiene que hacer méritos. Es preciso desmovilizar a los indios armados, que han peleado contra los chilenos pero también han invadido haciendas y están amenazando el sacro orden latifundista. El mariscal convoca a Tomás Laimes, jefe de la guerrilla de Colca. Llega Laimes a Huancayo con mil quinientos indios. Viene a decir: “Ordene mi Tayta”. Pero no bien llega Laimes, le desarman la tropa. Apenas atraviesa el umbral del cuartel, cae de un culatazo. Y después lo fusilan, vendado y sentado.”
Este es un texto de Eduardo Galeano en “La Memoria del fuego (II) / Las caras y las máscaras”, bajo el nombre de “La patria paga” consignando 1884 como la fecha de este terrible acontecimiento que se corrobora y sustenta en el libro de Nelson Manrique, “Las guerrillas indígenas en la guerra con Chile” (Lima C.I.C., 1981). Muchas veces la historia oficial o aquella que permanece en el ideario colectivo no es la verdadera, también existen héroes anónimos a quienes debemos devolverles el aliento, por justicia.