Omar Aramayo expresa como pocos, un compromiso vital con la poesía y desde su primer libro se ubicó merecidamente entre los poetas emblemáticos más importantes del Perú en el siglo XX. Si nos remontamos a sus “Aleteos al Horizonte” (Editorial Los Andes, Puno, 1963), hasta “Una Luciérnaga antes del alba” (Municipalidad Provincial de Puno, 2021), el poeta innova vanguardistamente en la poesía peruana con elementos milenarios de nuestra identidad. Lo encontré por primera vez, en una representativa antología de Alberto Escobar publicada por Peisa en 1973, como parte de la Biblioteca Peruana que expusiera decenas de obras y autores imprescindibles. Allí se cifraba el carisma de su particular obra: “Está vinculado al movimiento artístico del sur del país y ha residido por años en Arequipa. Se adhiere a una línea creadora que reconcilia lo mágico con lo natural y evita la creciente intelectualización de la lengua literaria. El reencuentro con rasgos inadvertidos, pero significantes en el contorno humano y en el contexto social, alienta en la poesía de Aramayo de modo constante. Las imágenes transparentes respaldan una finalidad expresiva, que se apareja con el hallazgo de una poética que tiene por sostén la integración de hombre y mundo”.
Para Escobar, como para sus “luciérnagas” que llegaron a brillar en Enero en la Palabra, el poeta: “Es uno de los renovadores de la poesía peruana contemporánea. Aramayo está en la vertiente del asombro ante los símbolos de la naturaleza y la creación vital. Se trata de una línea con ancestros legendarios en la literatura externa e interna, pero hasta cierto punto cabría interpretarla como una recusación tanto del esoterismo racionalista (Hinostroza, Lauer) como del objetivismo histórico (Cisneros) y del objetivismo lírico (Martos, Watanabe). Tendencia dominante subjetiva y a-histórica, pero no cosmopolita, tiene el antecedente ilustre en Eguren y demanda de un lector favorecido por el don de la inocencia o un casi vicioso amor por la fábula”.
Debemos ir tras los pasos de este poeta para entender sus “luciérnagas” antes y después del alba. Este libro reúne casi 60 años de producción literaria, el 2023, serán los 60 años de su primer libro y pongo en autos porque considero debe ser una fiesta para la poesía nacional, por su permanencia pero también por su dedicatoria inherente a los lectores de las nuevas generaciones. En los albores del siglo XX, Ricardo Gonzales Vigil nos obsequió un testimonio de la “Poesía peruana en Siglo XX” (Petroperú, 1999). En el tomo “De los años 60 a nuestros días”, encontramos al poeta de Puno que es también de todos los peruanos. Allí refiere: “Creador multifacético (pintor, narrador, músico y cineasta), de gran precocidad poética. Omar Aramayo animó, en los inicios de la Generación del 70 el movimiento de los “poetas mágicos” al lado de César Toro Montalvo con quien fundó la revista Mabú. Precisamente Toro Montalvo cala bien en la textura del “mágico” Aramayo: «acusa inicialmente un temple de poesía surrealista, quizá por el reencuentro con lo onírico y por ese retorno al creciente despliegue imaginativo y sensual donde los significantes humanos son ceremonias ofrecidas en sus ritmos mágicos».”
“Los Dioses, recrea mitos de la cultura andina, conforme lo ha sabido subrayar Jorge Cornejo Polar: “trabaja sobre un vasto material de mitos y tradiciones autóctonas para lograr un bello mosaico de textos donde la novedad de la mirada se combina con un gran despliegue imaginativo y el ritmo ajustado y tenso. Los Dioses, es un libro diferente y significativo en el panorama de la actual poesía peruana”, concluye Gonzales Vigil, y frente a este pequeño mosaico que he querido compartir de su trabajo, guardo la necesidad de hacerle dos preguntas: ¿Cómo se hace para fabular la poesía, y como le hacemos para poetizar nuestra historia? Tal vez la respuesta la encontremos en el epígrafe de esta luciérnaga: “La vida es un milagro, el amor, el deseo y la libertad, la historia un absurdo”. Esta joya editorial recopila la poesía de Omar Aramayo reuniendo poemas de libros como “Aleteos al Horizonte” (1963), “El llanto de los bolsillos” (1964), “La estela del vacío”, “Malby, El dolor pensativo”, “Antigua Canción” (1966), “Lámpara ciega” (1969), “Prohibido Pisar el Grass” (1979), “El nacimiento del sol y la Luna” (2004) y “Agua de los montes” (2008). Como desde hace unos buenos años, en Puno nos están enseñando a publicar y esperemos que una nueva gestión municipal en el Cusco retome la necesidad de un Fondo Editorial con políticas culturales que permita la difusión de la poesía cusqueña pero también nacional, Enero en la Palabra brindando la pauta no quiso dejar pasar desapercibida la importancia de esta obra ad portas de recodar las seis décadas de entrega a la palabra, el amor y la vida, gracias maestro.