Para Henri-Cartier Bresson, “fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje”. Pero qué sucede si ese eje es la capital sentimental del continente americano. A propósito de la más reciente publicación de la “Revista Patrimonio” en su edición Nro. 17, rememoremos a los fotógrafos cusqueños más emblemáticos de nuestra llaqta.
“Memoria y Trascendencia” reza el subtítulo que se ha brindado a este homenaje para la “Fotografía Cusqueña” donde Yadira Hermoza traza una línea cronológica de la Escuela Cusqueña de Fotografía (1870 – 1950), para luego recaer en el importante archivo de la Fototeca Andina del Centro Bartolomé de las Casas establecido desde 1988 en nuestra ciudad.
“Es así que con más de treinta mil imágenes de más de treinta artistas, en sus archivos la Fototeca Andina ofrece un testimonio visual de la historia, cultura y vida cotidiana de la sociedad sur andina del Perú. Hallamos registrados en ella, retratos de la burguesía cusqueña y de los indígenas, escenas cotidianas rurales y urbanas, monumentos históricos inkas y coloniales, actividades sociales y fiestas religiosas (como matrimonios, funerales y bautizos). Pero las imágenes no se limitan a la región cusqueña; también se encuentran representaciones de aborígenes de la selva, minas, ciudades y personajes históricos de otras regiones. Por su singular valor artístico y documental, estas fotografías merecen una gran dedicación y cuidado…” refiere Yadira Hermoza, cuando al mismo tiempo nos presenta a diversos protagonistas de la historia nuestra.
Miguel Chani (Quispicanchis, 1860) es considerado el precursor de la Escuela de Fotografía Cusqueña junto a José Gabriel Gonzales (Cusco, 1875), Cézar Meza (Ayacucho, 1912), Horacio Ochoa (San Sebastián, 1905), Fidel Mora (Calca, 1916), Gregorio Licuona (Cusco, 1917) y el enigmático Pablo Veramendi. A ellos se le sumarán dos personajes que también nos legaron su trabajo e ingenio: Martín Chambi (Puno, 1891) y Eulogio Nishiyama (Cusco, 1920) para quien Iñakapalla Chávez realiza un acucioso texto que examina “la imagen y la poesía inmersa en el proceso de creación visual”. Lo propio hace Max Ferrándiz con su texto “Cisneros, más allá de la fotografía, el olvido y el fuego”. De manera depurada y teniendo como primera informante a la hija de este virtuoso, Ferrándiz advierte: “Hubo personajes que siguieron los pasos de sus predecesores y cuyos nombres, en muchos casos quedarán en el anonimato… Es el Caso de Daniel Cisneros Cáceres, prolífico fotógrafo y artista…”
Gracias a su texto y los otros
vertidos en esta publicación, no será así. No es casual que el Foto Club Cusco
tenga por principal gestor y maestro a Carlos Nishiyama, hijo del fotógrafo y
cineasta antes mencionado. Este proyecto colectivo ha reunido y formado a
fotógrafos de nuestra ciudad como también ha permitido el intercambio con otros
medios y escuelas.
“Preservando la memoria a través de la imagen” es el homenaje que realiza el fotógrafo y artista Jorge Portugal Velásquez a Ruperto Márquez y su denodado trabajo en el archivo fotográfico de la DDC- Cusco. “Aquellos años eran horas interminables de trabajo, nos cuenta Ruperto, esos años se hacían 12 o 15 copias de un negativo para la entrega de los informes de obra, y aproximadamente en cada informe habían 100 fotografías, – imagine Ud. la labor de realizar este proceso para unas 10 obras en un mes-, seguramente fue un proceso ameno y apasionante, pero interminable con frecuencia.
La nostalgia de los años se percibe en el local que resguarda Ruperto (…) en un silente rincón conserva temporizadores, relojes, pipetas, recipientes de químicos, reveladores, fijadores hermosas ampliadoras y bandejas para proceso químico que algún día esperan volver a la vida. Soy testigo de que estos equipos se conservan ahí por un cariño profundo a la fotografía y no por desconocimiento de la norma…”; nos dice Jorge de manera emotiva. Su fotografía “Compañeros etenos, solemne ritualidad y dualidad” realizada en la Nación Q’ero, es la portada de esta edición de la revista Patrimonio editada por el Área Funcional de Comunicación e Imagen Institucional de la DDCC. Es también su fotografía la que nos acompaña cada viernes literario. Como hermano en las artes he sido testigo de su apuesta genuina por la cultura cusqueña y su lente es el mejor referente. Seguramente él, como otros nuevos cultores de la fotografía, engrosarán las páginas de la historia cusqueña.
Jorge Arturo Portugal y su
visión de la fotografía cusqueña en el siglo XXI:
“Hablar de la fotografía
“Contemporánea” Cusqueña o mejor dicho, de proyectos fotográficos que se
realizan en el contexto geográfico de Cusco en los últimos años, resulta
complicado; tengamos en cuenta los buenos trabajos colectivos e individuales
que vieron la luz en el decenio pasado y nos daremos cuenta que la estadística
es ascendente y enorgullecería a cualquier critico imparcializado. “Ver la
luz”, resulta una palabra interesante en los círculos fotográficos y académicos
relacionados, pero también cabe la necesidad de una larga reflexión acerca de
la conveniencia o no, de la democratización y el acceso a equipos fotográficos
en los últimos años.
Es posible que debamos
analizar si es en todo beneficioso el auge de los equipos de menor precio y
automatismo exagerado en el mercado, o es en realidad la democratización,
apertura y accesibilidad de los procesos fotográficos, de post proceso e
impresión, el santo grial que encumbrará a la fotografía como técnica y proceso
creativo contemporáneo.
Es importante y necesario
establecer desde todo punto de vista los lineamientos fundamentales de la
fotografía cusqueña -histórica y actual-, no solo como proceso artísticos
creativo, sino como impulso a la persistencia estética de una región que viene
sufriendo cambios acelerados en todos sus rincones; es fácil hoy en día,
acceder a manuales técnicos, workshops en línea, comprar cursos y recursos y
artilugios que mejoran el resultado de la captura en campo; pero es acaso ese
mismo derecho que facilita ciertos procesos, el que apresura la perdida de
conceptos teóricos dejados por maestros como Chambi, Nishiyama, Chani, Meza,
Figueroa Aznar y demás grandes exponentes no exactamente cusqueños que
fotografiaron el ombligo del mundo con un cariño y entereza dignos de
recuperar.
La reivindicación de los
grandes maestros cusqueños y su filosofía fotográfica –procesos creativos no
exactamente técnicos-, debe ser una exigencia de la nueva generación
fotográfica local, y desechar esas prácticas elitizantes en base a la
exaltación de ciertos grupos en favor de los intereses comerciales, debe ser
desterrada de los compendios históricos, reconocer que la fotografía captura,
conserva y genera un proceso de empatía inmediato con el pasado es importante y
altamente necesario en una nación que poco a poco se olvida de donde viene y
posiblemente no sabe adónde quiere ir.”