A razón de la última publicación de la revista Patrimonio (N°16), dedicada al Señor de los Temblores, deseo compartir algunos apuntes de un texto más extenso reunido junto a otras investigaciones en la fuente ya mencionada. La religiosidad andina, resguarda mitos, símbolos e imágenes que sobrevivieron al colonialismo.
Las divinidades del pasado se manifiestan en los rostros populares de distintos dioses y santos, hoy. El politeísmo del Perú antiguo se traduce en nuestra religiosidad popular y como interés de este pequeño texto, nos aproximaremos a la cosmovisión inca y la expresión masiva de su resistencia cultural, como es el culto al Sr. de los Temblores quien se encuentra en la Catedral del Cusco.
Debemos ubicarnos en un hecho histórico y crucial para la ciudad como fue el terremoto de 1650. La Colonia se imponía de manera militar pero también religiosa y en ese contexto arriba en 1673, el Obispo Manuel de Mollinedo y Angulo. Su llegada coincide con la etapa conocida como la “reconstrucción” luego del terremoto asolador de 1650, punto referencial desde donde se atribuye el culto a la imagen de este cristo crucificado, que hasta ese entonces se conocía como el Sr. de la Buena Muerte, y a quien se le atribuye haber calmado el movimiento sísmico. (Flores Ochoa, Tesoros de la Catedral del Cusco, págs. 18-45, 2013).
El obispo Mollinedo, se
introdujo profundamente en las bases culturales del Cusco. Siendo además un
conocido mecenas, supo entender también la espiritualidad del hombre andino a
quien audazmente procuró introducir en el catolicismo. La concordancia en
fechas rituales dictaminadas por el movimiento astronómico, entre el Inti Raymi
y el Corpus Christi, proporcionó un hecho sin precedentes en la extirpación de
idolatrías, –donde la espada se imponía junto a la cruz–, conocido como la
“transferencia de espíritus”.
La tradición oral, rescatada gracias al libro de Jesús A. La Torre, “Restauración y conservación de la historia de la cultura cusqueña” (2012), retrata este momento de la siguiente manera: “Delante de las imágenes de cada santo, virgen y santa, ubicaron a todos los dioses, momias, ídolos y demás deidades que los incas tenían… luego empezó con la ceremonia de la transferencia… siempre cantando las oraciones se acercó a la deidad más grande y lujosa que era el de Pachacamac, luego subió una gradilla que acomodaron en el lugar y desde allí se dirigió al pueblo y les dijo: ¡En este momento… voy a transferir el espíritu del cuerpo de esta deidad que es vuestro Dios, al cuerpo de esta Santa Imagen… ¡Espíritu de Pachacamac, desde este momento descansarás en paz y por toda la eternidad dentro del cuerpo de esta Sagrada Imagen! ¡Espíritu de Pachacamac… salid y dejad este cuerpo impuro y entrad y tomad posesión en el sagrado y santo cuerpo del Señor de los Temblores!”
Debemos recordar, que para la
cultura inca, Pachaqamaq es el dios andino, creador del espacio, el tiempo, la
naturaleza, el mundo y el universo. Por lo mismo, se le atribuye los
movimientos sísmicos y los terremotos.
Estas referencias históricas,
podrían permitirnos aseverar que Pachakamaq es el Sr. de los Temblores. Además,
entre 1673 (fecha del arribo del Obispo Mollinedo) y 1675, (fecha que registran
los cuadros del Corpus Christi Colonial atribuidos a Diego Quispe Tito), debió
haberse dado dicha transferencia de espíritus, en vista que desde 1675, los
sobrevivientes inca y la población cusqueña participan activa y suntuosamente
de esta celebración.
En cuanto al culto del Sr. de
los Temblores y su relación con Pachaqamaq podemos concluir en lo siguiente: La
religión que se practica actualmente en el mundo andino, es la religión popular
prehispánica, tomando una estructura católica y eclesiástica ante la
destrucción del sistema religioso inca, conformada en su momento por la élite
gobernante, los sumos sacerdotes, sus
poetas, teólogos y pensadores. Más allá de estas fiestas, la religión
cotidiana del comerciante, el agricultor o el pastor dirige su devoción a la
Pachamama y los apus tutelares. La religión católica y la religión andina se
sostienen paralelamente, siendo el espacio ritual el Haukaypata donde la
procesión evoca una festividad católica con imágenes del cristianismo que
representan también deidades del Perú antiguo donde la música, la danza, la
comida y la bebida son imprescindibles.