Cultura

Viernes Literario: El Santuario Histórico de Machu Picchu

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El Santuario Histórico de Machu Picchu (SHM), es también un santuario de la naturaleza. Siempre que hablamos de la “llaqta inca”, prepondera su trascendencia para las ciencias sociales, pero considero oportuno recordar la sacralidad del contexto geográfico que también debe identificarnos. El 08 de enero de 1981, mediante Decreto Supremo Nº 001-81-AG, se creó el área protegida del SHM, para más de 35 mil hectáreas que comprenden el entorno natural del sitio arqueológico más afamado del Perú. Gran parte de esta extensión se encuentra en la selva nubosa de la vertiente oriental de los Andes, y es atravesada por el río Urubamba que a su vez atraviesa el departamento del Cusco en su integridad.

La gran diversidad de fauna y flora que coexiste en el SHM, es considerada Patrimonio Natural y Cultural de la Humanidad por la UNESCO desde 1983. Sin embargo, en los últimos años hemos visto el crecimiento de un negativo impacto antrópico. Primero, de los grupos campesinos que viven dentro del SHM como también en el incólume Camino Inca. Muchas veces no se entiende que el único “camino” es la conservación como la edificación de una cultura de protección no sólo de su patrimonio arqueológico, sino también, del delicado ecosistema que conforma su espacio vital. Los residuos sólidos, incendios forestales o la contaminación de las fuentes de agua (como el río Urubamba), son una constante en esta área protegida. Es imprescindible reformular las malas prácticas que allí cunden buscando el equilibrio entre actividad turística, desarrollo sostenible y preservación ecológica.  

El “ayni” que se entiende como la reciprocidad, nos exige crear un vínculo de trabajo conjunto entre pobladores y las instituciones públicas, como también entre los agentes del turismo y los visitantes. Choquellusca, Piscacucho, Huayllabamba, San Antonio de Torontoy, Mandor, San Miguel e Intiwatana, viven grandes desafíos y asumen importantes responsabilidades por la preservación de su identidad y entorno natural. El “ayllu” ahora vive en los centros poblados rurales a los cuales debemos integrarnos y apoyar siguiendo la prerrogativa andina de respeto y amor a la Madre Tierra. El objetivo, mejorar las condiciones de vida de los pobladores, como también reducir el impacto de la actividad turística en los ecosistemas y vestigios arqueológicos del santuario.

Gracias al Megaterio de Salapunku, (extinto hace 9 mil años y encontrado el 2004), sabemos que esta fue una zona de frondosos bosques de los cuales subsisten los helechos arbóreos del pleistoceno, donde además del perezoso gigante, vivió el mamífero más grande de ese entonces conocido como el “oso de cara corta”, ancestro del actual “oso de anteojos”. En la actualidad, en este santuario de la vida animal, se resguardan pumas, venados, zorros y mamíferos pequeños como el capiso, la rata espinosa andina de bambú o el venado enano colorado conocido en quechua como “tankataruka”. Podemos observar las aves que son cientos desde el cóndor hasta el gallito de las rocas o los innumerables picaflores, sin dejar de mencionar al cernícalo americano o “k’illichu”, el carpintero olivo y dorado, el carpintero andino o “jaqachu”, la cotorra mitrada, el relojero andino, la pava andina, el cucarachero inca o la bandurria de cara negra. A esta breve relación, desde el mundo acuático debemos sumar al pato de los torrentes como al mayor carnívoro de su elemento que es la nutria de río. Las ranas, sapos, lagartijas y serpientes congregan centenas como las orquídeas de Machu Picchu que registran más de 400 especies únicas en su hábitat, forma, color y fragancia.

Machu Picchu es historia, pero también ecología. Como sociedad, no hemos derribado esa frontera imaginaria entre humanidad y naturaleza. No existe un “medio” ambiente y urge entender que la relación con nuestro ecosistema es científica y al mismo tiempo espiritual. En el SHM es posible apreciar una geografía sagrada no como símbolo sino por lo que representa en vida, tal cual el vestigio arquitectónico del ingenio de los antiguos peruanos, que como bien dijera J. L. Borges, es una “vasta reliquia de piedra en la montaña”.

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