Los beaterios en el Cusco no eran conventos ni monasterios pero gozaban de una estructura y jerarquía religiosa. Una administración con sus propias reglas, tradiciones, vínculos y advocaciones. Se diseminaban por todo el Cusco y desde su aparición en el siglo XVI cumplían un rol en la estratificada y compleja sociedad virreinal cusqueña; ciudad-escenario de monumental patrimonio para el arte y la historia donde recintos como los beaterios exponen hasta ahora, en algunos casos, valiosas piezas pictóricas, escultóricas y escritas de nuestro pasado colonial. Los siglos de conocimiento que se concentran en estos espacios arquitectónicos, retratan al Cusco antiguo como también el arte, la religión y la cultura. Con este motivo, diferentes agentes culturales organizaron la Jornada Académica: “Los Beaterios Cusqueños, arte e historia”. Gracias a destacados especialistas profundizamos en ciertos puntos desconocidos de una ciudad que escribe y reescribe su historia gracias a la dedicación de investigadores cusqueños y cusqueñistas.
La historiadora Milena Manotupa Gómez, cuenta con una valiosa experiencia en la identificación de predios en el centro histórico gracias a proyectos como los del Centro Guamán Poma de Ayala, la Municipalidad del Cusco o Qosqo llaqta del Ministerio de Cultura donde realizó un estudio sobre la transformación de algunas manzanas y casonas como también de su proceso histórico. “El beaterio del Carmen y sus actividades en San Blas”, fue el tema de su conferencia donde se esclarece el fuerte lazo que todavía guarda hoy con la ciudad a través del colegio El Carmelo. Los beaterios estaban por lo general regentados por religiosas que desempeñaban distintos roles tal cual los beaterios. Un dato interesante que vierte la investigadora es que además de ser espacios religiosos también eran reclusorios para mujeres con delitos menores o en faltan ante los códigos de nobleza. Identifica sólo en San Blas, 6 beaterios que sostenían su vida social y actividad religiosa gracias a la compra y venta de terrenos como también las rentas de haciendas y otros prósperos negocios. Sin embargo, su rol primordial está estrechamente ligado a la “labor evangelizadora” que no es difícil imaginar en una capital andina que sostenían un minucioso calendario ritual. Los extirpadores de idolatrías se valían de espacios como los beaterios para sus cometidos como más tarde sugerirá el Dr. Donato Amado.
Los beaterios tenían fuertes conexiones con las clases de poder colonial y eso lo corroboran sus gestiones y crecimiento como también el talento de personajes como Nicolasa de Cristo quien en 1755 inicia actividades como priora. Reconfiguraron muchos espacios de la ciudad de acuerdo a sus necesidades. Un ejemplo concreto que plantea la Lic. Manotupa es el de la calle Alabado, donde cerraron la calleja inca para ampliar su propiedad. Otro caso citado es el de la calle Warankalllki Nº 115, donde se ubicaba un célebre balcón que evidenciaba la calle que también hoy ha desaparecido. La calle se cerró en 1778 y éste entre otros hallazgos, permite apreciar los cambios morfológicos en San Blas como también una veta de investigación que tenazmente viene observando esta joven profesional.
“El arte de los beaterios cusqueños durante la época colonial” tituló a su participación la Dra. Ewa Kubiak que destaca El Carmen, Las Nazarenas, San Andrés y Santa Rosa de la calle San Andrés como de Awaqpinta. Desde informes y documentos legales como los informes del Obispo Mollinedo y Angulo vá cifrando primero los detalles de la arquitectura en la arquería, coros, ventanas y celosías, incluso la espadaña también canta desde sus campanas. A los beaterios antes citados se le suman los de Santa Catalina y Santa Teresa que también reflejan la espiritualidad de su época pero también la mística a través del arte que es supremo pero no deja de informar con cuadros como el de “la Monja Crucificada” o la “Alegoría del silencio”.
La Dra. Kubiak es historiadora del arte. Desde el año 2002 trabaja en el Instituto de Historia del Arte en la Universidad de Lodz y desde 2018 colabora estrechamente con el Centro de los Estudios Andinos de la Universidad de Varsovia en Cusco. Se dedica al arte colonial y postcolonial en América Latina y esa proyección le permitió obtener una prestigiosa beca para realizar estudios e investigación en los archivos de Roma (2004). Ha participado en congresos internacionales en Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Brasil, España, Gran Bretaña, Italia, Suiza, Ucrania y el Perú.
Entre los años 2005-2014, se dedicó al arte jesuita en América del Sur, publicando el 2015 el libro “Reinterpretaciones. Percepción y recepción de la arquitectura jesuita de América del Sur durante la época colonial” (2015). Publicó también “Entre la tradición romana, española y alemana. Arquitectura de las Iglesias jesuitas en Cartagena de las Indias, Buenos Aires y Popayán” (2018); “Literatura artística en las bibliotecas jesuitas de los virreinatos del Perú y Nueva Granada” (2015); “El modelo de Il Gesù en la arquitectura limeña del siglo XVII” (2014) “La iglesia de los Jesuitas en Cusco como un modelo para la arquitectura de la región” (2012); “Grabados de los hermanos Wierix y la pintura barroca en el Perú y en Polonia” (2010).
En repetidas oportunidades hemos citado el valioso trabajo del Dr. Donato Amado y esta vez como nos tiene acostumbrados develó hallazgos importantes que estamos seguros verterá en sus próximas publicaciones. Hace una acuciosa pesquisa del beaterio de Nazarenas desde 1560 hasta 1977. El Dr. puede ser Amado pero odia las especulaciones. Habla desde la fecha, el apunte, el documento jurídico. No interpreta sino hasta el final y así surgen personajes como Bernardo de Quiroz quien adentrándose en los Mares del Sur vio sirenas y consigo las trajo a Cusco hasta depositarlas, como más adelante harían con las beatas, en el actual Palacio de Nazarenas donde dan la bienvenida desde el umbral de la antigua casona que pasó de mano en mano hasta en 1673 llegar a un feudatario. Título de abolengo para los dueños de repartimientos indígenas, era un privilegio ser vecino feudatario como advierte el historiador sin perder el aliento. (No es una conferencia en vivo pero se puede transmitir la emoción de la historia vivida en carne propia.) El feudatario era una denominación limitada para los conquistadores y los hijos beneméritos de ellos, prosigue citando más nombres hasta llegar al Obispo Pedro Morcillo quien compra la casa para el beaterio de Jesús Nazarenas en 1744.
La construcción de este reciento procedió entre 1745 y 1747, y agrega que en 1748 se adquirió la siguiente casa al beaterio, solar de Bernardo de Mérida, casado con una descendiente inca. En la investigación del doctor, la casa de Mérida tiene referencias riquísimas y su proceso histórico es sumamente importante. El primer ocupante fue Cristóbal de Albornóz, extirpador de idolatrías y dueño de la estancia de “Huanca Huma” (actual Sr. de Huanca). Probablemente sea él quien habría hecho pintar al Sr. de Huanca como desliza el investigador y corrobora actualmente no sólo la imagen del Sr. de Huanca en el Beaterio Nazarenas, sino también la misa de todos los jueves a las 9 de la mañana celebrada a favor de la venerada imagen.
No cabe duda que al desentrañar la memoria que reside en la arquitectura, el arte y los documentos, se va aclarando otro panorama que no sólo despierta la sorpresa sino también la certeza, aquella que se necesita para afirmar identidad. Cada uno de los investigadores ha puesto en evidencia la necesidad de observar a profundidad nuestro patrimonio material para hacer una real defensa de la historia desde sus diferentes disciplinas. Este es un punto medular en el interés de realizar estas actividades y sobrepasar el aislamiento social realizándolas de manera online. La historia no se detiene.
En los albores de la Independencia (1826), el beaterio de Nazarenas tenía numerosas haciendas y propiedades en la región, desde cañaverales hasta estancias, apunta el Dr. Donato Amado con una relación de propiedades. Los tres ponentes coinciden en el carisma educativo de los beaterios y lo cercioran las betas que eran artistas, tocaban instrumentos y desarrollaban toda una tradición cusqueña, preparaban chicha, cocinaban, tejían y se convertían en grandes maestras para enseñar. Un ejemplo es el “Internado de señoritas denominado nuestra Señora del Tránsito” fundado en 1876. En 1977, se inicia el proceso de restauración hasta llegar a ser el actual Palacio Nazarenas en la plazoleta del mismo nombre. Si se desea ampliar sobre los puntos referidos se puede encontrar las conferencias completas en las redes sociales de los organizadores[1]. Estamos convencidos de que estos esfuerzos por seguir haciendo gestión cultural se multiplicarán y esta es apenas una primera piedra.
[1] Los organizadores fueron: Biblioteca Qhapac Yachay, Corp. Khipu, Capilla Nuestra Señora de la Asunción-Belmond Hotel Nazarenas, Art-Restauro y Wiñay.