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Viejas Memorias del Coronel Lágrimas

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‘Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos’, nos dice Borges. Esa frase viene a mi miente mientras leo la novela del escritor Carlos Fonseca, titulada ‘Coronel Lágrimas’ (Anagrama, 2015).

El personaje principal es un hombre viejo, de cabellera riza, aristocrático, matemático, afincado en los Pirineos, que se dispone a contar su historia mientras su pipa se suspende en el aire ‘Habría que trazar un mapa y narrar una historia. Pero no hay tiempo.’ (p.14), nos dice el narrador.

Lo que sigue son historias fragmentadas y calidoscópicas: el recuerdo de su padre Vladímir Vostokov que viaja a principios de la década de los veinte a México en busca de asilo político, España de la guerra civil, la Revolución Rusa, Woodstock, Vietnam, la Segunda Guerra Mundial, imágenes de su madre Chana Abramov, el esbozo de una historia de amor. De esta manera esos recuerdos épicos y trascendentales de la historia universal se van mezclando con esas historias mínimas y privadas del Coronel, de una manera en que éstas logran conformar un discurso coherente sobre el pasado y el presente del personaje.

Con una prosa juguetona, llena de imágenes, Carlos Fonseca nos cuenta la manera en que el coronel va nombrando los fantasmas de su vida, como un coleccionista metódico que deambula por las ruinas del pasado para reconstruir, con algunos trozos, valiosos fragmentos de aquello que existió. Articulando relatos que evidencian un deseo por reconstruir su propia identidad, una vida, que parece desaparecer y extinguirse con el paso de los años.

‘¿Cuántas líneas se necesita para trazar el carácter moral de un hombre? La cantidad con la que se traza su mayor fracaso’. (p.82). El coronel no parece sentirse merecido del mundo que le ha tocado vivir, quizá demasiado épico para sus gustos. Recordemos que es también un matemático y sabe hacer las sumas y las restas, pero esa humildad, honestidad e idealismo lo llevan a buscar ecuaciones sobre la felicidad, la vida y el amor. Ecuaciones que paradójicamente terminan siendo siempre los mismos números, fórmulas que se repiten.

‘¿La amó? Difícil saber a cuántas mujeres amó un hombre que no reconoce rostros. Difícil contar los amores que se esconden detrás de ecuaciones escritas sobre pizarras en un campo de guerra’.(p.73)

Así pues, el universo del Coronel Lágrimas se presenta como una lucha contra la caducidad de la memoria o como si el recuento de lo vivido le diera la única prueba de su existencia, del paso por este mundo. Una reconstrucción de los hechos grandiosos y mínimos, que de alguna manera le sirva para vivir. Al fin de cuentas, toda existencia tiene algo de ficción y toda memoria cuenta siempre la experiencia de muchas vidas.

En éste libro Fonseca ejerció su considerable destreza como novelista, haciendo girar una cámara desde varios ángulos, desde varios prismas que evidencian a un hombre, al coronel, con un corazón latiendo caliente debajo del abrigo, romántico, melancólico, nostálgico, que ejercita la memoria y ansía volver a esa vida fragmentada. Vivir de nuevo, ver de nuevo, y luego, ver más.

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