El 68º Salón Internacional del Automóvil (IAA) de Fráncfort convocó más ciclistas que expositores internacionales. Hay indicios que ésta sea la última edición de un evento propio de una industria compleja y decrépita pero aún demasiado importante para las economías.
Los acontecimientos recientes ponen de manifiesto la opinión pública negativa hacia una de las exhibiciones de automóviles más populares de Alemania. Al escándalo de emisiones en Volkswagen se suma un reciente un accidente automovilístico en Berlín que causó la muerte de cuatro peatones y que causó protestas masivas a pocos días de la feria. Los organizadores de la feria cancelaron además la invitación al alcalde de Frankfurt en respuesta a sus declaraciones críticas previstas para su discurso inaugural y su apoyo a los manifestantes. Su discurso en la IAA es tradición, al igual que el discurso inaugural de la canciller alemana Angela Merkel. La canciller aunque resaltó la contradicción entre vender más vehículos y pretender reducir emisiones tuvo un discurso más de acorde con los intereses de la industria del automóvil.
Los ingresos al Salón Internacional del Automóvil fueron bloqueadas el domingo por activistas climáticos del grupo de protesta anti-automotriz ‘Sand im Getriebe’. La mayoría de los nuevos vehículos eléctricos –omnipresentes en esta feria y diseñados algunos por fabricantes de otras industrias, como electrodomésticos o software– ya no fascinan, ni satisfacen las demandas por cambios radicales en el tráfico, la logística y la cadena productiva y de suministros de recursos.