Por Márlet Ríos
Al parecer, en lugar de vecinos y ciudadanos con civismo tenemos, en muchos casos, trogloditas o simios no amaestrados viviendo en esta megalópolis. La idiosincrasia mezquina y escandalosa, cuando no fresca, de muchos vecinos se impone por encima de las reglas de la buena convivencia, es decir, el respeto por el otro.
Teniendo en cuenta la desestructuración social y la anomia social, imperantes en nuestra sociedad y agravadas desde los 90 con la cultura combi, se entiende cómo estos vecinos no se ponen en el lugar del otro, es decir, son cero empatía. Precisamente, la alteridad es un número imaginario para los vecinos pirañas.
Son los vecinos que estacionan sus coches o motos en plena vereda (o al frente de un garaje), dificultando el libre tránsito.
Además, están los que no respetan el sueño de los demás, haciendo ruido innecesario a altas horas de la noche, cuando los seres civilizados y productivos descansan. Por otra parte, la Ley General del Ambiente N° 28611 establece que los gobiernos locales son los responsables de controlar los ruidos y las vibraciones producidos por las actividades domésticas y comerciales. Asimismo, existe la Ordenanza N° 2419-2021 que tiene el objetivo de prevenir y controlar la contaminación sonora. A pesar de la normativa existente, en esta república bananera no hay leyes que valgan para los que creen posicionarse por encima de estas (gobernantes y gobernados por igual).
También están los que sacan a pasear a sus perros y no vigilan que estos no orinen o no defequen en los muros del frontis de las casas o en el jardín exterior.
Y en verano, por supuesto, sobresalen los que dejan las playas convertidas en auténticos muladares. Por consiguiente, no hay ningún interés en el bien común. Solo un individualismo negativo.
Estos vecinos pirañas son producto de una sociedad donde la civilidad o civismo está por los suelos y en la que no se respeta al otro. Se puede constatar esto al ver la gran cantidad de trogloditas o delincuentes al volante, incluso potenciales delincuentes. Un ejemplo concreto (para aterrizar) lo encontramos en el barrio de Salamanca (Ate). Es casi surrealista pasearse por la cuadra 11 de la avenida Los Quechuas y constatar que en la intersección con la calle Las Puquinas existe un semáforo invisible. El Planeta de los Simios es una realidad en esta esquina, pues nuestros primos ya aprendieron a manejar automóviles, aunque se les olvidó el significado de la luz roja. ¿Por qué los vecinos de dicho barrio no se organizan para exigir que se coloquen rompemuelles y se respete una regla tan básica, imperante en cualquier país con un mínimo de civilidad?
Y es que nuestro país puede ir al Mundial cientos de veces y ser catalogado como el mejor destino turístico de la Vía Láctea, pero con una anomia colosal y una falta de civilidad mínima, jamás dejaremos de ser una sociedad desestructurada y en la que campean a sus anchas los vecinos pirañas. Por lo tanto, no queda otra que denunciar y visibilizar a estos vecinos incivilizados que no tienen respeto por el otro.