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VARGAS LLOSA, EL ROCKSTAR PERUANO

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Expresidentes y presidentes en funciones, representantes de la familia real, muchas cámaras de revista y televisión, gente de farándula y de la economía, y hasta un par de escritores haciendo de presentadores, así  fue los 80 años de Mario que también se hubiera podido confundir con el cumpleaños de Mick Jagger o cualquier ídolo de la trivialidad. Es que hubo de todo menos libros abiertos.

Y ya estuvo de parranda  jaculatoria, de homenaje y portadas en Hola. Ya concluyeron el aniversario de los 80 añitos de Varguitas. Por fin  finalizó ese acaparamiento de las páginas de sociales, y una que otra de la sección cultural en los periódicos, los portales webs y los telediarios. Varguitas ya puede desabrocharse el frac  y reposar su octogenaria visión en los caducos senos de  la reina del Botox.

Varguitas el último sobreviviente del boom, una reliquia de El Escorial o una pieza de museo del Louvre ya puede descansar de tanto trajín. Ser el centro de la civilización del espectáculo es algo cansado que apenas da para escribir algo. Ser narración en lugar de narrador  sin embargo no lo tiene harto.  Tanto flash y  primera plana y minutos al aire en televisión se hacen heroína de la vanidad.

Si es que las tres fechas de celebraciones vargallosianas en Madrid lo ha acaparado todo. Más que reuniones literarias (por más que estuvieran entre  otros el  encorsetado Javier Cercas, y el Osho filosofal de libros de autoayuda, Fernando Savater; y un diálogo con el único premio Nobel Turco de literatura) han sido cumbres de ex presidentes iberoamericanos  que Dios sabrá cuanta afición tendrán a las letras que no sean letras de cambio de un banco.

Estaban incluso un presidente en funciones como Rajoy y el tema principal de conversación en la cena no fueron los presos políticos de Venezuela  y menos el último libro de varguitas, sino si Aznar miraba bien o mal a Rajoy. Cosas de políticos, una jungla de espectáculo en frac y trajes de noche, y todo lleno de periodistas la sección de política y sociales de El País y el ABC.

Del año jubilar vargallosiano han hablado en España hasta un presentador comediante como Andreu Buenafuente,  y más para hacer chistes que para otra cosa no se presta. Porque un chiste es lo templado de Varguitas por la Presley,  de decir que la felicidad se llama y apellida Isabel Presley.

Y acá en la periferia apenas nos enteramos más por la sección de la prensa de corazón que por cultura. Ya basta de criticar a Varguitas su amor a la reina de la prensa rosa, ya basta de criticar a aquel que hace no mucho fue un crítico del poder y a quien hoy la vanidad ha hundido en el apego al poder, de estas amistades que más parecen relaciones públicas gubernamentales que amistades intelectuales sinceras. El príncipe de los escritores cortesanos disfruta su hora de pompa, dejémosle ser.

Dejemos la profundidad a los escritores que se mueren de hambre lejos del aplauso fácil, eso es cosa de poetas anémicos.  Ellos jamás conocerán la cocaína de la fama. Ellos jamás se acostarán con una reina de belleza, así sea una anciana. Dejemos  a Varguitas salir del clóset de los escritores y dejémosle ser  el rockstar del espectáculo, así se nos muera de sobredosis.

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