Vamos Perú, todavía le podemos golear a la corrupción, todavía podemos acabar con la tuberculosis, con la anemia, con la desnutrición infantil. Todavía podemos acabar con el desempleo, con la falta de oportunidades y darle de patadas a la delincuencia.
Todavía podemos soñar con un país digno, libre de tantos miserables que solo piensan en aprovecharse del otro o en robar a manos llenas. Hoy es el momento de cambiarlo todo. La pelota está en nuestra cancha. Cuando en México 70 le preguntaron a Perico León qué significaba las siglas CCCP que los rusos llevaban en el pecho, este respondió al modo de La Vida es Bella: «cucurrucú paloma». Y todos rieron porque la solemnidad de un equipo fuerte había caído por el juego de palabras de un futbolista de un país pobre.
Y Brasil puede significar BRAvuconadas y SILbidos, pero ahí vamos. Y, claro está, esto lo digo dentro de una cancha de fútbol con una vuvucela en mano y serpentina en el cuello. No se me culpe de nada. Y soy más fan de nuestras mamachas que juegan a “la pelota” como los senadores de la Revolución Francesa, que de cualquier otro equipo. Vamos Perú, Perúsalem, Peruquistan, Perúngolia. Saquémosle tarjeta roja a todos los que jodieron a este hermoso país. Perú, el de “p” de patria, “e” de ejército, “r” de rifle y “u” de unión, palabras por el que Polo Campos se embolsicó varios miles de soles.
Así es la historia. No la que se escribe en libros de pasta gruesa, sino la que se vive minuto a minuto en dos tiempos y en penales. Recordemos que estamos con el marcador en contra y todo el estadio corea: “¡corrupción!”, “¡corrupción!”, “¡corrupción!”; y los jueces de línea, como los magistrados de cuello blanco, no están a nuestro favor.
Pero aquí, como cinceló Bolognesi, nadie se rinde. Las calles como los estadios son nuestros y somos mayoría y yo creo que un solo jugador como el Orejas que no tenía ni para los chimpunes (que remendaba su viejo que era zapatero) y tenía que tomar tres carros para ir desde los arenales de Collique a entrenar, puede significar que no hay Goliat ni enemigo más grande que nosotros mismos. Y a ese ya lo vencimos y ahora vamos por más.
