Este año habría cumplido 63 años, pero José Porfirio Vásquez Montero partió a los 52 y nos dejó sin más Recutecu, ni lisura, ni cadencia callejera para escuchar lo que siempre obtuvimos de él: “ese ritmo sabroso, ese ritmo de negros”.
Aquel virtuoso del arte musical en 2012 perdió la pierna derecha, incluso, el muñón se le infectó, pero él seguía cantando —No tengo una pierna, pero, la voz sigue igual, y estoy aquí para poder deleitar hasta que me toque morirme—.
Este zambo querido del barrio de Breña y a quien el gordo Casaretto le acuñó el ‘Chaplín’ “King Kong de provincia”, le hizo la pelea a la insuficiencia renal crónica y a la diabetes que lo noqueaba asalto tras asalto. Pero Pepe, se agarraba de las cuerdas, se levantaba de la lona y decía: Soy como el Ave Fénix. Renazco dentro de las cenizas, no me voy a morir. Nadie se muere en la víspera, me dijo mamá, sino en el día, entonces hoy no me toca morirme.
‘La raza le viene al galgo’ y ¿cómo qué no? si Pepe era hijo nada menos que del criollazo Porfirio Vásquez, un peso pesado convertido en emblema negroide en el Perú.
Así enfermo, el zambo estudió un posgrado en Defensa Nacional y Gestión Pública en el CAEN, porque quiso postular al Congreso en el 2011; sin embargo, no logró inscribirse, porque la música siempre fue lo suyo, por eso inmortalizó el “Jipy Jay”, “Ritmo de Negros” y “No Valentín”. Más claro y verosímil no pudo ser Pepe cuando dijo: “Nosotros cantamos con el corazón… y eso no te lo enseñan en una academia, ningún profesor, ningún maestro… eso te nace”.
En enero del 2014, mientras estaba siendo sometido a diálisis y a pesar que los médicos le prohibieron salir del hospital Rebagliati, él insistió, porque quiso conocer a su hijo recién nacido, al que le puso Porfirio, como su abuelo y se tomaron fotos para celebrar junto a su esposa Juliana. Como diría Rubén en Maestra Vida: ¡nació mi niño, mi niño, nuestro niño… ay cará!
Lamentablemente, esa salida, le generó una infección grave que le provocó un cuadro de septicemia que acabó con su vida el 25 de marzo de 2014.
(Columna publicada en Diario UNO)