Te sientes caído, te sientes enfermo. Te falta el oxígeno. Tienes fiebre y te duelen los huesos. Estás solo. Nadie te puede visitar. Estás en el hospital. Felizmente te dieron una cama, un cupo porque otro paciente falleció. Así de dura es la vida ahora. Y Lloras en ese cuarto lleno de catéteres y con agujas que quiebran tus venas. Solo se te permite un celular para hacer llamadas, para contarnos cómo te vas yendo poco a poco.
Cómo solo tu juventud te salva de cerrar los ojos para siempre. Y los médicos mueven la cabeza y las enfermeras te acercan un papel con más medicamentos. Que el paracetamol, que la azitromicina o más corticoides para que no te ahogues. Y yo aquí solo te digo: Vamos, buen amigo, tú eres más fuerte que el acero, tú eres deportista, tú eres peleador callejero, tú me diste la mano cuando estaba en el suelo. Y me defendiste de los enemigos que te dan con palo o te difaman sin compasión. Vamos amigo, eres de hierro puro. Coge mi mano fuerte.
Sigamos pensando que somos los niños del colegio que se escapaban a la salida. O los jóvenes que tomaban una chata de ron a escondidas para hacernos los hombres rudos con botas de vaqueros. Los muchachitos que aprendieron a besar en alguna fiesta psicodélica, bajo el dintel de una puerta y a la luz de la luna. Vamos amigo, tú me enseñaste a saltar paredes y a bucear en una piscina aguantando la respiración.
No creas que me olvido de la primera vez que fumamos a escondidas un cigarrillo crío, marca “Premier” y nos atoramos botando humo por todos lados. Y luego nos reímos a carcajadas porque así es la vida, como las olas del mar en la Costa Verde. Vamos amigo, es duro todo esto. No puedo escribirte sin que se mojen mis ojos, sin que me tiemblen las manos o que los recuerdos no me apuñalen por la espalda. Y es como ver por el retrovisor cómo avanza un carro por el desierto. Nada y todo va quedando atrás en una inmensa nube de polvo. Vamos, amigo, recuerda el juramento que hicimos al entrar a la universidad como si fuéramos los mosqueteros: “todos para uno y uno para todos”. Y lloramos juntos cuando nuestro amigo Percy H., murió en un río.
Vamos amigo, no quiero ser el que cuente el final de esta historia. Y no soy el poeta. El poeta eres tú. El que se atreve eres tú. El que despotrica contra el mundo eres tú. El que salió corriendo desnudo por las calles diciendo: “estoy vivo, carajo, y no quiero hacer el Servicio Militar Obligatorio”. Ves. Yo solo escribo. Yo solo cuento cosas. Junto palabras con signos ortográficos como clavar una silla o hacer una mesa. Nada más. Y estoy aquí con tu señora madre a quien tengo que abrazar para que no se derrumbe como se derrumban otros familiares a los que les han dado una mala noticia.
Vamos, amigo, tienes que respirar. Sopla fuerte y aspira fuerte. De eso se trata. Solo de eso se trata. No estás solo. Nunca has estado solo. El mundo te reclama. Esta vida te reclama. Vamos, amigo mío, no cierres los ojos y háblame, por favor, que aquí afuera hace frío y el toque de queda nos dice que tenemos que irnos a casa.