Cultura

Vallejo y Vargas Llosa como periodistas: contra el secreto profesional por Julio Barco

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César Vallejo y Mario Vargas Llosa.

(Leído en el I SEMINARIO Eclipe Literario, Áncash-2021)

Primero quiero agradecer a los amigos de Áncash por permitirme expresar algunas ideas que atañen a las letras, a la literatura y al arte en general. Esta oportunidad es posible gracias a la loable gesta del grupo Eclipse ancashino, autores de este encuentro nacional desde la tierra de Julio Ortega, Ricardo Ayllón y Luis Fernando Cueto.

Es de vital importancia insistir en convocar el arte y en ser parte activa de su proceso; insistir y provocar su gestación es la tarea de toda juventud con crítica, lucidez y deseos de superarse; por todo ello, celebro este encuentro. Y más, en tiempos de virus e ignorancia, ignorancia que es el otro virus que azota nuestro país. Muy bien, entonces, pasemos al tema de hoy: Mario Vargas Llosa y César Vallejo como periodista, dos polos, Sur y Norte, como centro de nuestro tema a tratar.

Este tema, sin duda, es reflexionar sobre dos picos de alto calibre en las letras peruanas y universales. “Son pocos, pero son, señaló en versos de bronce nuestro Poeta y acaso aquella pregunta que titila en la retina de muchos, “¿En qué momento se había jodido el Perú?” del Narrador, en la voz de uno de sus personajes, precisamente Zavalita, periodista y parte de Conversación en la Catedral sirvan para dar luz a dos autores de alto fulgor en el aliento de la escritura.

Sin embargo, cavilando sobre el tema, pregunto, ¿qué aportar a lo ya dicho por Oviedo, Ricardo Vigil, Luis Mongió, Max Silva tuesta, Ernesto Elmore y tantos críticos, psicoanalistas, literatos y un sinfín de intelectuales que sumaron lucidez y crítica para descifrar a estos paradigmas de nuestras letras? Sumar, pues, un estudio reflexivo sobre

uno de sus lados menos conocidos, aunque también celebrados, el periodístico.

Estos artículos resulta muy interesantes para conocer más sobre el pensamiento y la mirada de estos autores; para penetrar en su espacio de intimidad y ciencia subjetiva, para observar al pensador detrás de las obras. Son pues radiografías contra el secreto profesional de la literatura.

Veamos primero cómo cada uno de estos autores se conectó con el oficio. Por un lado, César Vallejo, ya en París y viviendo épocas de escases y hambre metafísica, se une al periodismo como medio de sustento. Escuchemos la siguiente carta que Vallejo mandó a su gran amigo Pablo Abril de Vivero:

Aún no se resuelve mi pasaje por el Sindicato de la Prensa. Le ruego que si no le es mayormente molestoso, me haga el favor fraternal de proporcionarme el dinero que le sea posible para pagar mi tren a Madrid a la mayor brevedad. En el bureau debo todavía y de allí que me vea corto para pedirle a él.

7 de Enero de 19261

Como vemos, para César Vallejo el periodismo es uno de los sustentos que posee para seguir viviendo, o sobreviviendo, en Francia; sin embargo, no debemos olvidar que su actividad periodística comenzó en Lima como corresponsal de publicaciones trujillanas. Citemos este sustancioso fragmento de uno de los textos de aquella época:

Trujillo muy poco ha trabajado por el arte; pues su vida fue siempre fenicia y cartaginesa. Pero una buena tarde de primavera, Orrego, entre el ir y venir de los negocios, detuvo el tono de la vida ciudadana, la grita mercurial y escribió Arte moderno, robusto estudio crítico de literatura. Y el bocinazo fue a dar más lejos de lo imaginado. Lima le premió en el concurso literario de La Nación de 1913. 2

Se calcula que entre 1918 y 1938, Vallejo escribió unos 250 textos periodísticos, entre crónicas y artículos. Entre otros artículos, podemos encontrar muchos temas, de Chaplin a Montaigne, de Mussolini a Descartes, de Víctor Hugo a Baudelaire, y, sin duda, el memorable artículo de 1937, llamado La responsabilidad del escritor, donde manifiesta que:

Por desgracia, la conciencia de la responsabilidad profesional del escritor no está bastante desenvuelta entre la mayoría de los escritores del mundo. La mayor parte de los escritores están al lado del fascismo porque carecen de esta conciencia de acción histórica; pero nosotros tenemos de nuestro lado lo mejor de pensamiento del mundo, lo mejor en calidad. (…) Los responsables de lo que sucede en el mundo somos los escritores, porque tenemos el arma más formidable, que es el verbo. Arquímedes dijo: “Dadme un punto de apoyo, la palabra justa y el asunto justo y moveré el mundo”: a nosotros, que poseemos ese punto de apoyo, nuestra pluma, nos toca, pues, mover el mundo con esta arma.3

También es interesante lo que cuenta sobre los deportes, sobre el genio o sobre el encuentro con Manuel González Prada, conspicuo autor de Horas de Lucha (1908) como de Pájinas libres (1894), dos libros que hablan de su naturaleza rebelde y anárquica, del que compartimos el siguiente fragmento:

-En Literatura-prosigue- los defectos de técnica, las incongruencias en la manera, no tienen ninguna importancia.

-Y las incorrecciones gramaticales –le pregunto- evidentemente ¿Y las audacias de expresión?

Sonríe de mi ingenuidad; y labrando un ademán de tolerancia patriarcal, me responde:

-Esas incorrecciones se pasan por alto. Y las audacias precisamente me gustan. 4

Por otro lado, en el caso de Vargas Llosa, vemos que el periodismo fue también una segunda universidad para conocer, por un lado, la vida

bohemia de Lima, y, por otro, la pasión por la literatura. Leamos partes de sus memorias, donde el autor de La casa verde nos habla de esta experiencia:

Los tres meses que trabajé en La crónica, entre el cuarto y último año de secundaria, provocarían grandes trastornos de mi destino. Allí aprendí, en efecto, lo que era el periodismo, conocí una Lima ignota hasta entonces para mí, y por primera vez y última vez, hice vida bohemia. Si se piensa que no había cumplido aún dieciséis años-los cumplí ese 28 de marzo-, la impaciencia con la que quise dejar de ser adolescente, llegar a adulto, en el verano de 1952 quedó recompensada. (…) Y ahí mismo recibí de sus labios la primera clase de periodismo moderno. Había que comenzar la noticia con el lead, el hecho central, resumido en breve frase, y desarrollarlo en el resto de la información de manera escueta y objetiva. “El éxito de un reportero está en saber encontrar el lead, mi amigo”. Cuando le llevé, temblando, la noticia redactada, la leyó, tachó algunas palabras inútiles –“Concisión, precisión, objetividad total, mi amigo”-, y la mandó a talleres. No debo haber dormido aquella noche, esperando verme en letra impresa. Y, a la mañana siguiente, cuando compré La Crónica y la hojeé, ahí estaba el recuadro: “Esta mañana presentó sus cartas credenciales el nuevo embajador de Brasil, el señor don…” Ya era un periodista” 5

Este testimonio sirve para corroborar lo expuesto arriba: el oficio de periodista sirvió como un medio de conocimiento. Si, para alguien como Borges, el periodismo es un género menor destinado a la superficialidad del instante, vemos que, en el caso de Vallejo como de Vargas Llosa, este trabajo supone una exploración de sus pasiones, un proceso en el que se recrea no solo el instante de la noticia pasajera sino el latido y el pensamiento detrás del acto creador. Más adelante, en las suculentas páginas de El pez en el agua, Vargas manifiesta que:

Y secretamente pensaba que estaba viviendo la misma vida que había llevado, aquí, al llegar a la capital desde su provincia trujillana, el gran César Vallejo, a quien empecé a leer por primera vez –seguramente por consejo de Carlos Ney- ese verano. ¿No se había pasado él las noches en los bares y lupanares de la Lima bohemia? ¿No lo testimoniaban sus

poemas, sus cuentos? Éste era, pues, el camino de la literatura y de la genialidad.

Gracias a esta etapa de su vida, Mario Vargas Llosa conoció más de Lima, frecuentó diferentes bares y, por consejo del ya mencionado Carlitos Ney, logró conocer a autores como Malraux, Sartre o Joyce, que sin duda fueron determinantes para su futura vida de novelista. Un detalle curioso que no me gustaría dejar pasar es el de la faceta poco conocida de Vargas Llosa como poeta: antes de dedicarse exclusivamente a la narrativa, el autor de La tía Julia y el escribidor decidió quemar sus poemas por cursis y faltos de calidad.

De aquellos tiempos de La crónica, llegamos al siguiente diario La Industria, donde llega gracias a recomendaciones se presenta en la casa del dueño de diario: Miguel Cerrón Cebrián. En este diario, Mario sigue escribiendo artículos, hace entrevistas y más textos, alternando las horas de periodista con los de la escuela secundaria, donde, por cierto, estrena su primera obra de Teatro: La huida del Inca, que ganó el segundo puesto en un concurso de teatro. De aquellas épocas, recordamos al famoso tío Lucho, que también cita en el discurso de recibimiento del premio Nobel y del que dice,

El tío Lucho me animaba a que fuera un escritor. No era tan ingenuo de aconsejarme que fuera solo un escritor, porque ¿de qué hubiera vivido? Él pensaba que la abogacía podía permitirme conciliar la vocación literaria y un trabajo alimenticio y me urgía a que juntara desde ahora para llegar un día a París. Desde entonces, la idea de viajar a Europa –a Francia- se volvió un norte. Y, hasta que lo conseguí, seis años más tarde, viví con ese desasosiego y el convencimiento de que si me quedaba en el Perú, me frustraría.

La actividad periodista de Vargas Llosa sigue presente todavía a través de su famosa y polémica columna titulada Piedra de Toque, sin olvidar que sus artículos en su totalidad fueron publicados en algunos tomos en el libro Contra viento y marea.

Bien, entonces, la exploración de este rubro nos lleva a observar a estos dos contrastes. Y sin duda, tanto Vargas Llosa como Vallejo son disímiles en muchos aspectos, casi hasta ser agua y aceite en

algunos: uno Poeta, otro Novelista; uno comunista, otro liberal; entre otros muchos, sin embargo, no deseo sino contarles, para culminar, de un puente que une a ambos genios: Rubén Darío.

La figura del mayor exponente continental del Modernismo, autor de Cantos de vida y esperanza (1905) como de Azul (1888) o El canto errante (1916). Simplemente diremos que para Vallejo fue fundamental tenerlo como antecesor, y, en el caso de Vargas Llosa, no solo fue un lector concienzudo de su obra, sino que le dedicó la tesis Bases para una interpretación de Rubén Darío.

Sin duda, de este tema rubendariano, habría mucho que contar, solo me toca a mí decir que la potencia del nicaragüense une a dos de nuestros más altos autores peruanos. Y los hermana en la poderosa tarea de construir la nueva literatura de su tiempo.

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[1] Del libro 114 cartas de César Vallejo a Pablo Abril de Vivero (Editorial Juan Mejía Vaca-  1975)
[2] Del libro César Vallejo Corresponsal de prensa (antología de crónicas y artículos, Fondo Editorial Municipalidad de Trujillo)
[3] Publicado en El Mono Azul N 4, Madrid, 1939
[4] La Reforma Trujillo, 9 de marzo de 1918.
[5] Del libro El pez en el agua (Memorias) Editorial Seix Barral, 1993

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