Opinión

Uski roti, de Mani Kaul (1970)

Lee la columna de Mario Castro Cobos

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Esto es algo así como un Bresson indio, en zonas rurales, fue lo primero que me dije. Miento. Antes, los planos detalle, la captación de un estado anímico impreso en un rostro, de una manera que me apareció tan espontánea e intensa, necesaria, inevitable, iluminadora, y todo en apenas segundos, quién quiere palabras ante esta maravilla, pensé, hay aquí una verdad que puede ser expresada en palabras, pero la fuerza apabullante de la imagen las trasciende. El asunto no es tanto o es menos una historia como captar, captar lo máximo que se pueda captar.

O dos cuerpos vestidos (y no se ve más, no se ven las caras) con una mano pasándole una fruta a la otra…  Luego sí se ven las caras, y es como una escritura viviente. Gestos precisos y complejos. Estoy a no dudarlo en la zona más exquisita de lo que se le puede pedir al cine, me siento feliz dentro del asombro del que aún no salgo, el de haber descubierto una película tan extraordinaria ¡y cómo no me di cuenta antes!

Un personaje (que al menos en teoría no podría ser más cliché) come, se chupa las yemas de los dedos, no sobra agua en donde se encuentra, es servido por alguien, son dos humanos tan disímiles en su apariencia y en sus comportamientos… De nuevo, no se necesitan casi en lo absoluto palabras para que sus presencias se impongan. En unos planos ves cómo el cine contiene al dibujo, al comic, a la pintura y hasta a la escultura. ¿Y no es que falten planos así de poderosos en esta película! ¿Cuántos cineastas logran eso? Que se impriman seres en nuestra memoria como si se trataran de experiencias propias. Y estamos hablando de sucesiones de actos eminentemente cotidianos, pero con una carga existencia tal que dejan en franco ridículo a supuestas o pretendidas reconstrucciones de hechos que no nos dicen nada nuevo.

En esta película una vaca o un gusano pueden ser interesantes, por unos momentos protagonistas, presencias tan válidas como los humanos en el flujo misterioso de lo viviente. La línea enriquecida o interrumpida por cientos de preciosas observaciones es la siguiente: una joven mujer espera en la parada de bus (al aire libre) a su marido camionero. Para procurarle alimento. Con eso, Mani Kaul puede mostrarnos la maravillosa riqueza de los sentimientos humanos.

Película

(Columna publicada en Diario UNO)

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