Pintura

URMO, El pintor que contradice a Newton

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Cursó estudios en la Universidad Nacional de Trujillo y en la Escuela Superior de Bellas Artes de la misma ciudad. En la cual fue la primera promoción de dicha escuela. ¿En qué se puede basar un pintor de nuestros tiempos para poder desmentir a uno de los más grandes científicos, como Isaac Newton? La curiosidad me llevó a entrar a una exposición de pintura que se presentaba en el centro de nuestra ciudad (Trujillo). Mirar cuadro por cuadro me hizo pensar que detrás de ellos había un artista fuera de lo común. Trataba de buscarle un significado al abundante uso del negro y el blanco en cada una de las pinturas, pero no logré encontrar ninguna razón que justificara la utilización de dicho colores. Cuando llegué a mirar el último cuadro me llamó la atención una voz suave, casi susurrante, como quien no quisiera perturbar a los demás tratando de explicar el montaje de la obra. Era el autor.

Max Lois Moya tiene 65 años y desde los tres comenzó a internarse en el mundo del arte haciendo esculturas de la Virgen de la Puerta con arcilla de diferentes colores que recogía de los ríos de su natal Otuzco. Su primera exposición, un tanto informal, la realizó su profesora de tercer grado, Juanita Grados, quien reunió todos sus trabajos e improvisó una galería de arte en el salón de clases.
Después de tantos años volvió a su tierra y encontró una piedra inmensa que sobresalía en su pequeño pueblo: la piedra de Urmo. Desde entonces, se sintió identificado con aquella roca que tomó como sobrenombre en homenaje al sitio donde nació. Él ya no era más Max Lois, sino Urmo.

Además de la pintura, Urmo tiene otras aficiones relacionadas con el arte. Hace esculturas de vírgenes, escribe poemas dedicados al amor y a otros sublimes sentimientos, toca la antara (instrumento de viento) con la cual va a grabar algunas canciones de su autoría y, finalmente, canta. Dones con los que Dios lo creó y él ha sabido descubrirlos pudiendo desarrollarlos uno tras otro.
Urmo no admira a nadie de carne y hueso. Él cree en esa fuerza celestial que nos mira desde arriba. Él cree en Dios. Para él, el todopoderoso es el más grande creador de todos los tiempos y toda la eternidad. Es su única inspiración, confiesa el pintor.

Está casado y tiene una familia numerosa. Tiene siete hijos y con tristeza dice que sólo uno de ellos está vinculado con el arte. Juan Francisco de 25 años. Cuando estaba en la universidad formó un grupo musical: Mariachi Garibaldi. Un grupo que hasta ahora sigue vigente y él es el cantante principal.
La teoría que tiene con respecto a los colores es respuesta a la interrogante que muchos se han hecho al ver sus cuadros de esta exposición denominada: “La familia y otras cantos”. Él no está de acuerdo con Newton. “Cuando Sir Isaac Newton determinó que el blanco no era un color sino la suma de todos los colores provocó que los pintores de la época quitaran de su paleta el blanco puro y el negro absoluto, definiendo la corriente del impresionismo. Esto no va conmigo, pues hago uso de ambos extremos y eso es algo que me identifica.” Con eso el artista explica ese sello que lo caracteriza y que cuando veamos una pintura podamos reconocer que quien la hizo es Urmo.

Define a la pintura como la búsqueda que hace el artista por encontrar su propio lenguaje, pero antes debe de estudiar e investigar arduamente a grandes pintores y sus respectivas obras. Él ya lo ha encontrado, afirma Urmo levantando el dedo índice como lo hace siempre que quiere resaltar algo importante. Después de más 40 años de indagar en la historia del arte está creando su propia escuela, donde el blanco y el negro son colores autónomos sobre los cuales elabora su obra.

Cuando hablas con él sientes que estás con alguien al cual las historias no le faltan, que podría hablar incansablemente y de cualquier cosa. La humildad es lo primero que sale a relucir de su persona. Siempre sonríe ofreciéndote esa confianza de viejos amigos. No viste saco ni corbata. Una camisa, un pantalón y una correa que lo sostiene son suficientes, sin dejar de lado el sombrero de junco que utiliza para cubrir la despoblada cabellera, típica costumbre de su adorado Otuzco. Él no ha perdido su identidad.
Además de creer profundamente en Dios, Urmo se deja influenciar por las creencias que aprendió en su pueblo. Por tal motivo lleva puesto en su cuello un huairuro para alejar la envidia de las personas y “para evitar que me ojeen”, bromea. En el centro del collar hay una chacana que él muy bien define como el símbolo del poder universal de nuestras culturas precolombinas ya que en ella está representado los cuatro puntos cardinales.
Así es Urmo. Lleno de magia, sensible como todo artista, con mucha cultura que contar, con una mirada que se esconde detrás de esos anteojos transparentes pero que ve mucho más allá que un simple individuo puede llegar a distinguir del mundo que lo rodea y rebelde, pero con causa, al momento de pintar.

Tula Casanova Saravia

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