Este año fue muy duro para todos y este escriba no sería la excepción. Perdí a muchos cercanos, compañeros de ruta y conocidos de Neón. Tuve a parte de mi familia enferma y mi señora madre de ochenta años que no sale a la calle desde marzo y solo hace unas semanas prácticamente tuve que llevarla en brazos a que se atendiera en un hospital donde tuvimos que esperar cuatro horas en vano. Mi amigo Amadeus donde ensayábamos con la gente de Cirko Terror falleció y nos dejó en un silencio de misa.
El señor que vendía papayas y que una vez me dijo “te voy a hacer una rebaja porque me he enterado que eres escritor”, falleció y su esposa e hijo han estado por más de un mes en UCI (toda mi solidaridad con el pueblo de a pie). El escritor Juan Ochoa López con quien tenía pendiente un encuentro (gracias a mi amiga Gianina Chocano) falleció sentado, en la puerta de un hospital, esperando que le pusieran oxígeno (¡maldita miseria humana!). No obstante, arrinconado y sin empleo porque como miles o millones de peruanos también me quedé en la calle y tuve que vivir todos estos meses de unos ahorros (Nunca recibí bonos ni ninguna ayuda de nadie mucho menos del Ministerio de Cultura).
No obstante, todo eso y contra todo pronóstico, sale esta novela Revolución Caliente que fue escrita en los ochentas y noventas, años aciagos, años en que parecía que no llegaríamos al final del milenio, tanto así que uno de los grupos poéticos que dirigí en ese tiempo se llamaba AEDOSMIL como un deseo a sobrevivir a tantas muertes y asesinatos.
Esta Revolución Caliente fue escrita a pedazos o a retazos. En su original son más de mil páginas en unos 400 capítulos. Obviamente para esta edición se tuvo que apretar los textos y salen 600 páginas. No voy a decir que me divertí al escribirla porque no sería verdad. Más bien escribí esta RC dolido, enfermo, con fiebre, sin trabajo, con amigos torturados, perseguidos y/o muertos como mi compañera de carpeta Melissa Alfaro a quien le pusieron un sobre bomba en las épocas de Fujimori y Montesinos. Como mi viejo amigo Jara, “Jarita” Berrospi a quien encerraron en una cárcel tumba por ayudar a develar quienes eran los culpables de la Matanza de la Cantuta. O como mi amigo JJ Herrera a quien mandaron a la cárcel por ser un fotógrafo de izquierda (porque los hubo hasta que los aniquilaron a todos y pusieron en la cartelera a los fotógrafos de El Chino y sus cerebros reventados y calatas de portada).
No está demás decir que este país y sus gobernantes han hecho todo lo posible para que aquí no florezcan los escritores, para que los poetas mueran por inanición o para que los artistas sean algo así como pordioseros o mendigos. Lo mismo y peor pasa en el resto de la sociedad. Solo hay que mirar para darse cuenta. Esta vez nos costó la vida de tres peruanos: Inti Sotelo Camargo, Bryan Pintado Sánchez y Jorge Muñoz Jimenez (este último en este gobierno de Sagasti), antes fueron los dos jóvenes electrocutados en McDonalds: Gabriel Campos Zapata y Alexandra Porras Inga y antes los jóvenes esclavos carbonizados en Las Malvinas y por los cuales PPK no movió un dedo: Jovi y Luis. Y esto no tiene cuándo acabar. Pero para eso estamos, para vencer la adversidad y seguir ablandando el ladrillo. Por eso y por otros motivos escribí Revolución Caliente. Este libro no debería salir ahora, pero sale porque quiere y porque quiero y la memoria es nuestra mejor arma contra la muerte.
El texto de la contracarátula fue pergueñado por Gonzalo Portals Zubiate hace algunos años cuando el libro tenía otro título que ya no viene al caso (solo felicitar a Gonzalo por haber obtenido hace poco el Premio Nacional de Novela Corta del BCR). Y dejó aquí sus palabras para animar a la lectura de esta novela políticamente incorrecta, cuasiucrónica, multifónica, psicodélica, rimbombante, rebelde, pretenciosa y excesiva por muchas cosas que seguro contaré en un próximo post. Mientras tanto, aquí el texto de GPZ:
¿Qué historia es la que nos plantea Rodolfo Ybarra en esta su última novela Revolución Caliente? ¿Qué es, en buena cuenta, la Historia y cuál la historia verdadera? ¿Acaso es la escenografía general de la podredumbre política que retrata en sus casi seiscientas páginas de desahogo, rabia, humor negro, delirio y pasión convulsa? ¿Será ésa, la de los líderes infestados de pus y codicia, regurgitación de la clase política de siempre y prolapso previsible de la que vendrá, aquella que se resuelve y parasita como una secreción mucosa? ¿Es ésa, o acaso es la de los erróneamente bautizados como marginales, aquella que Harter Jarjacha, Resinoso, Monick, El Poeta, BB y Escarlatina, entre otros personajes creíbles en su espíritu atrabiliario, nos confirman, en base a su futuro aparente y/o anteladamente castrado, una historia de honestidad fraguada desde y para el dar, para el ser axial e inevitable, para el compromiso concreto en un universo de liberalización de la sexualidad y el consumo de drogas?
A diferencia de Mañana las ratas, la novela de ciencia ficción de José B. Adolph, en la que el autor plantea la invención de una Lima futurista y distópica en la que el sujeto-rata, el excluido del (anti)sistema es un sobreviviente que termina por empinarse como el representante más acerado del cuestionamiento y la crítica contra las formas políticas de gobernar el mundo, Revolución Caliente de Rodolfo Ybarra nos coloca ante una realidad oleaginosa, envilecida y decadente, sin salida ni destino fijo, en la que la única alternativa r(d)ecae en la generación casi natural del movimiento anarquista, liderado por su factótum Anarquímedes, y cuyos integrantes, al final de su periplo histórico, deberán pagar indefectiblemente la cuota mayor que implica haber fijado su anclaje en sus propios e inalienables compromisos y programas: soledad, autoexclusión, enajenación e incluso la muerte, en una suerte de martirologio de un santoral apócrifo, inexistente.
En esta Revolución Caliente, versión ucrónica para Educación Básica Regular, tal como su autor la denomina, Ybarra, fiel a su disciplina de cilicio, no transa con nada ni con nadie, ni siquiera con alguno de sus alter egos travestidos. Su factura está hecha de cuatro partes (periodo autóctono, colonial, de independencia y post scríptum), y en todas ellas el afán didáctico no cunde, se esclerotiza, se ralentiza en unas formas y lenguas corrosivas que, en su (im)pertinencia, dinamitan cualquier estímulo de superación y sepultan bajo lajas cruciformes cualquier antídoto contra la desesperanza. Incluso en los textos dedicados al encuentro íntimo y último de los seres que conforman el colectivo denominado La Alcantarilla, las más intensas secciones de este tratado de la abulia reconfortante, el discurso literario que domina la trama se torna casi tan ríspido y fermentado como los tiempos de los que trata y que nos han tocado vivir y seguir padeciendo.
PD: la presentación será virtual este lunes 21 a las 6 y 30 y en la mesa estarán el novelista y periodista Arturo Delgado Galimberti, el novelista y biólogo Rafael Inocente y el editor, poeta y periodista Jorge Luis Roncal de Arteidea. La moderación estará a cargo del escritor Manuel Raya. La transmisión se hará por este fanpage personal: https://web.facebook.com/RODOLFO-YBARRA-244373448928388. Pasen la voz. Están avisados.