Cultura

Una mirada al poemario «Mosaico» de Julio Barco

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Por Ana Abregú

El poeta Julio Barco, en Mosaico, como sus otras obras, monta un trazo derridiano sobre las  huellas de otros poetas; plantea un saber abarcativo, no hay borradura del logos, sino traza en la andadura cotidiana del poeta, reapropiación de la voz poética en la realización de un sentido personal, lo que se denomina metafísica de lo propio.

Hay un componente fonético que avanza con el respiro bajo la deriva por la ciudad, nombre que configura un punto de vista entre denominación y reverberación como objetos que dan cuenta del vivir:

                                Para siempre será

mi amor,
                               y los cigarros de mora y ese diálogo
chupando chicha de jora
                                    en Plaza 2 de Mayo.   

No somos griegos ni alemanes solo dos
exquisitos pájaros sudamericanos dibujando el día.

Y canta el panadero, las aves y los teléfonos celulares,
canta la luz de Omar Kayan y el rock de
Coldplay/

              Y no me canso de oír la música del mundo.


Seguimos documentando la lluvia,

                 las señoras que venden salchipapa
carecen del conocimiento del afecto de Spinoza. 


Spinoza acaba de proclamar no tener Dios.

Este incesante  balbuceo del yo,
               en un rabioso cielo rojizo

El cotidiano del cuerpo, la deriva urbana, los nombres y la tecnología da a leer las pistas de un texto que se exhibe como en curso, como un productor de signos. El poeta crea, a la manera de Deleuze, “un devenir siempre inacabado”, la materia de incursión es sinuosa y manifiesta la marca de otras voces sobre su escritura, orificios en el presente inacabable del poeta.

No hay espacio al que se llega, sino un estar en vías del transcurso y otros textos que se involucran en la sintaxis a un ritmo indeterminado, su música personal; como si los nombres y cosas tuvieran el mismo nivel de resonancia.

Edición tapa dura de Mosaico.

Las propuestas de Julio Barco no pretenden alcanzar un modelo de identificación, como formas de apropiación de palabras, o mímesis o imitación, sino que transita en los bordes, incorporando objetos urbanos y acciones que remiten a la configuración de una ciudad en la que circula su imaginación, mientras acontece el cuerpo, el exterior, las actividades cotidianas, alimentarse, moverse, reflexionar sobre su país, y su estar en el mundo.

La fragmentación y penetración del entorno, entramados con sus pensamientos configuran instancias de sentido apegadas a una mundaneidad que la palabra poética evoca: la letra está en tránsito, y su voz poética que la porta y la disemnina genera ese artificio; el escenario de la escritura es el escenario de un reflexión de un momento a priori, a veces prefigurado en el verbo pretérito, aunque se inscribe como simultáneo.

Cada horizonte del poema se articula en una radiación de puntos de vista; el destaque del yo, que es siempre un presente; las palabras se producen en un círculo alrededor de un espacio, orbitado por una dinámica intertextual enriquecida por la intervención  que conlleva la impronta de dispositivos tecnológicos, donde la imaginería literaria forma parte de la existencia de un “poeta en la era de la Internet”, como el mismo escritor suele denominarse con ajustada definición.

Hay un yo que no encuentra límite para definirse y elige el descarte: “No somos griegos,  ni alemanes”, refiere a cosmogonías en los campos del arte, la poética en uno, la música en el otro; aunque del mismo modo y con la misma intensidad a asuntos de otras vertientes, como el arte y la guerra.

La poética de Julio Barco se despliega en consonancia con una épica del amor, palabra que funciona con múltiples reenvíos, la poesía, una mujer; el amor, es un estar poético puesta en la letra:

Yo llevo
en la yema de
                          los dedos tu piel recién amada.

Existía una forma, me repetiste,
           la que tu verso trace
             será la tuya.

La conjugación verbal, como mi inversión en la mención del poema –este fragmento es anterior al primero–, da cuenta del artificio en la presunción del presente ocurriendo; al momento de la escritura: hay un momento de escritura, y el poema es la instancia de concreción; la “recién amada”, una mujer o el poema que se está escribiendo, que en aquel momento “existía” en la forma de un verso.

La mujer, el poema, zona heterotópica, al decir de Michel Foucault, tipo de espacio con ideas, discontinuidades, una lógica propia, un texto que respira por sí mismo, una operación de escritura que se demarca de los principios que conforman los referentes poéticos que, como peldaños, manifiestan las efervescencias a que remiten su escritura.

Los poemas inquietan porque miran una realidad por momentos evidente, por momentos secreta, enmarañan modelos preexistentes de poéticas canónicas y se demarcan de la sintaxis y la estilística dominantes, se construye con un entorno cuya entidad desafía la gramática y el lirismo, con frases como: “b.4. La soledad de las salchipapas”, y la intervención de complejas redes de remisiones semióticas.

Será difícil establecer una única cuestión en relación a sus textos; la potencia de una pulsión del decir, los desvíos temáticos, la inclusión de connotaciones del registro urbano y sus personajes, la tecnología, dan cuenta de una libertad sin más sujeciones que la aplicación y el medio: computadora, Word, Internet:

Dos o cuatro calles / días

                                              Y

Una hoja de Word repleta de versos de italianos

                                               Y

Todos los gritos del verano hoy incendian el cuerpo

                                                  Y

Deseo olvidarme de todo lo que se destruye

La autonomía en espacios, el uso de mayúsculas, por momentos como un tajo o estacada (Y) sobre líneas de escritura, un proceso como en fuga; caracteriza un tono de desasosiego, que exhibe la travesía desde y hacia distintas referencias a la coexistencia de un sentir del mundo físico e intelectual.

Ya señalé en comentarios sobre otros textos de Julio Barco, principalmente en Arder, gramática de los dientes de león, respecto al recurso de signos no convencionales, como & (ampersand) y otros, que son en el sentido mallermiano, un sistema de convergencias y divergencias, el signo pesos como representación de lo económico, que parece ser un contrato moral que sostiene con la épica del poeta Enrique Verástegui, la lucha contra el sistema que niega el arte como modo de comprender e instaurar el mundo:

 ($$)

Por favor, apoye el arte

El mito es la nada que lo es todo.

Pessoa

27 años

                                & heme aquí huyendo
diluido usando el yo incesante que soy

         clavé aquí la contraseña  de  la realidad

seleccionada,
                 y furiosamente atravesé
la simetría de algoritmos del vacío

       no fui seleccionado para representar
la decadencia de un país

Hay un gesto de tomar la posta de poetas que han tenido que superar las resistencias de una cultura que deshabilita los procesos del arte sometiéndolo a modelos económicos que les son ajenos. La poesía, en especial, como una revolución, no sólo del lenguaje, sino también de la realidad que la repele.

Los poemas de Barco dan a leer un transcurso irreductible, los procesos de producción de sentido coexisten entre referentes plurales, diversas perspectivas: un lenguaje en movimiento que arma un tejido ecléctico que se relaciona con las escenas de lectura a las que celebra citándolas, privilegiando el fragmento visible, antes que legible, la materialidad del significante antes que el trasporte del significado.

La conmoción poética de Barco se pliega y despliega bajo el fragmento y la ausencia de acabamiento, a la manera de Nietzsche,  pasión por el decir sin sujeciones.

Una provocación permanente con que neutraliza los intentos de asimilarlo a otros lenguajes poéticos, instaurados por procesos de decantación histórica, como lo son sus precedentes, César Vallejo, Enrique Verástegui, antecedentes obligados con que se suele pensar que es reflejo de esta obra y que el mismo autor revela en diferentes instancias de su poética; y sin embargo se mueve. Se mueve de ese cosmos y crea el propio.

También es común el juego de artificios con el glifo, las posibilidades que ofrece la aplicación donde escribe:

         No andar por esta avenida silenciosa
         Idéntica a una piscina.         Miedo al vacío
         Pero escucho:

                             (3:00 P.M. y la poesía es hueviar ahora sin otra poética que este desaforado sistema neuronal)  

 

El señalamiento de horas, ofrece indicios respecto a lo que enuncia, poner en relieve el tiempo, el uso de la aplicación, la tachadura como instancia de retroceder ante la inclusión, exponiendo el gesto, el señalamiento particular de la negrita; una dimensión lúdica con significado intrínseco con la época. Gesto de individualización que compone una declaración de deslinde de la corrección como sistema de desaparición.

No es posible dar cuenta de esta escritura interminable de Julio Barco; más que sujetarse fuertemente y dejarse caer en el vértigo:

Lucidezestormento

(lucidez es tormento: una quimera de sal sobre tu sed frenética / y todo disuelto en una calle de Lima/ lo atroz de un verso explicándose a sí mismo/ la velocidad de las uñas/ húngaros y dioses/ una mancha de chibolos jugando en las cabinas de internet / sandalias explicando lo real de estos versos/ llevando figuras mitológicas con una red creada por el click/ y hablando y gimiendo/ y en las calles acaba de aparecer el gordito que vende zambitos/ los reparte en papeles/ esas feas aves que pilotean frente al colegio particular-feos: aburridos: pelados: como electrocutados: aves punks: aves rancias: aves quinquenales/ intelectuales explicando los efectos de la mente y el internet/  vuelan como este agolpado día/ como aquellos dos hombres que hacen reír a todos vestidos de mujer/ con esos globos bajo la ropa/ mientras caminas imaginando que la voz de lo Incognoscible /es también permanecer abierto al campo concéntrico de tu dimensión. Y lo real, como un epitafio refulgiendo en la lengua/:

Julio Barco ha producido una obra extensa ya, no es una estela fugaz o una improvisación de su época, su poética es sólida y lo suficientemente profusa como para sentar sus raíces en la poética peruana, en un espacio de trascendencia; lo que queda establecido por textos que se han publicado en otros países, Colombia, Argentina, España, México; al momento de este comentario, cuenta con alrededor de una docena libros publicados y varios en curso; además ha recibido premios, el más reciente Mención honrosa 2020 en el concurso El poeta Joven de Perú organizado por UDEP y la universidad de Piura.

Mosaico, inclasificable, inabarcable como el título en sus variaciones de sentido, ley mosaica o mosaico semántico que abren dos derivas de interpretaciones que se conforman como puntos de fuga múltiples.

Una obra que consume y devora al lector, introduciéndonos en una vorágine que no se deja interferir con el intento de limitarlo.

Publicado por la editorial Astronómica, Chile, en coedición con Metaliteratura, Argentina, se consigue en papel y ebook, en librerías físicas también.  

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