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UNA LEY DE CINE SIN FESTIVALES

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Escribe Tonanieva Puertas

El Ministerio de Cultura anunció un nuevo proyecto de ley de cine. Habrá que ver si esta vez se logra hacer realidad, porque las anteriores experiencias nos ha vuelto escépticos en el tema. Sin embargo, y así llegara esta vez a concretarse, no puedo dejar de expresar mi extrañeza, luego de haber participado en anteriores experiencias de redacción de proyectos de ley, y desempeñarme por años como exhibidora cultural, por la omisión de toda mención a los festivales en el mismo.

Supongo que a los músicos les parecería inaudito que un proyecto de ley de su sector no se hable de los conciertos, o a los plásticos de exposiciones. Pero los cineastas peruanos al parecer no se inmutan porque no se incluya ni siquiera una palabra sobre los festivales donde presentan sus películas, como si no existieran, o no quisieran que existan.

Es cierto que en la ley actual tampoco se habla mucho sobre festivales, pero al menos se le menciona entre los objetivos (“organizar festivales” en el inciso f) del artículo 2) lo que de alguna manera le dio un reconocimiento que luego fue ampliado con la modificatoria de la Ley que consagra la figura del Gestor Cultural Cinematográfico, y que permitió la realización de concursos para este fin. Es bien curioso que se hable de beneficios económicos para las Cinematecas y Salas de Arte y Ensayo, que no existen actualmente, en vez de festivales, que como es conocido por todos, existen de diverso tipo, antigüedad, calidad y convocatoria.

Recuerdo que habíamos avanzado en uno de los anteproyectos previos una distinción entre festivales y muestras, porque constantemente tienden a confundirse, incluyéndola en el glosario que por razones de brevedad o modernidad esta vez decidieron excluirlo. Pero no es solo un asunto de nombre o definición, lo más importante es saber cuál será la política futura del Ministerio y la Ley en este punto ¿seguir con los concursos para gestión de festivales? o ¿instituir una ayuda permanente y continua a su realización, como se plantea para los cineclubes, cinematecas y salas de arte y ensayo?

Se puede entender qué en la Ley actual, cuyo marco de acción se limita a los concursos, el apoyo a los festivales tuviera que recurrir a esta modalidad hecha para los proyectos y obras cinematográficas. Lo que resulta menos justificable es qué con la nueva ley, que tendría mucho mayor presupuesto y libertad para el manejo del fondo, se siga con lo mismo en el mejor de los casos (y por eso no se menciona nada al respecto).

Lo que nos lleva a preguntarnos cuál es la razón de seguir con esta práctica tan discutible para eventos periódicos como los festivales. Porque no queda claro que se califica en estas convocatorias: ¿antigüedad, convocatoria, diversidad, alcance? Si fuera así, no se entiende porque en su última presentación a estos concursos, FENACO fue excluido de los premios con el absurdo argumento de “ser solo un festival”, casi como si el jurado dijera a un productor que su proyecto en concurso no es considerado por “ser solo una película”.

A estas alturas resulta increíble que no se quiera entender la necesidad e importancia de los festivales en el campo cinematográfico y de la cultura en general, y que requieren de ayudas públicas, además de privadas, para su realización con mayor urgencia y necesidad que las producciones de películas.

Los festivales pueden llegar a ser no solo referentes culturales sino económicos, turísticos y sociales, además de escuela y fiesta de cineastas; solo es necesidad de un poco de visión por parte de las autoridades, nacionales y regionales (o tal vez se deja de lado para evitar que se invite a cineastas incomodos, como los dos norteamericanos que hace poco expulsaron del país “por problemas migratorios”, para defender a las mineras).

Con enorme pena tuvimos que renunciar a seguir con FENACO hace un par de años luego de 11 años ininterrumpidos organizándolo en forma descentralizada, cuando encima de las penurias que soportábamos todos los años para seguir haciendo un evento cultural sin mayor apoyo económico del Estado o privados, se agregó la persecución a nuestra directora por parte de la autoridad migratoria.

Y si bien en el camino encontramos a funcionarios en Cusco y Chiclayo que nos apoyaron decidida y generosamente, también hubieron los que nos trataron de negar como exhibidores culturales, los que se desdecían descaradamente de sus compromisos firmados para incumplirlos, trataban de boicotear la propaganda y realización, o lo que es peor, organizaban eventos paralelos con todo su abultado presupuesto, en la misma fecha de nuestro festival para destruirnos. No obstante, cuando nos retiramos éramos considerados uno de los festivales en su categoría más importantes en América Latina, con participación de más de mil cortometrajes y producciones de alrededor de cien países de todos los continentes cada año, además de ser un referente para los realizadores peruanos, en especial jóvenes, que todavía nos reclaman esperando nuestro retorno.

En resumen, un proyecto de ley de cine que no contempla la cuota de pantalla, la cinemateca, la formación de público y los festivales, es decir solo más dinero para seguir beneficiando principalmente a los mismos, para que sigan haciendo sus películas que en muchos casos solo ellos las ven. ¿Cómo volver en esas condiciones cuando ni siquiera en la Ley el Estado nos reconoce? Y lo que es peor, los gremios de los cineastas tampoco.

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