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UNA HISTORIA DE NAVIDAD

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El campeón sudamericano de lucha libre Abraham Llontop ya estaba cansado de solo recibir medallas, trofeos, felicitaciones y palmaditas en el hombro, pero ningún incentivo mayor a su esforzada carrera. Su pequeño hijo Misael lloraba en casa y su esposa Diana Cruz, también campeona de lucha libre, se quejaba por los escasos recursos y porque solo les daban un poco de dinero o migajas cuando ganaban un torneo.

Abraham había nacido en La Victoria y sabía que no la tenía fácil, siempre peleó en la calle y trabajó de lo que sea, pero esta vez todo era distinto, tenía familia y había que hacerle frente al destino. Así reclamó, tocó puertas, insistió varias veces y lloró su rabia frente a los directivos del Instituto Nacional de Deporte que nunca hicieron nada, no obstante tener el título de “Deportista Calificado de Alto Nivel” y haber dejado en alto el nombre del Perú en un sinnúmero de eventos internacionales, el último de los cuales fue el de campeón sudamericano en Argentina en el 2015.

Motivo por el cual, desesperado y empujado por las circunstancias, decidió hacer carrera en el mundo del hampa. Aquí no tendría que tocar más puertas, ya no había que pedir “por favor, mi hijo pasa hambre y no tengo para sostener a mi familia”. Y junto a otros avezados amigos empezó a cogotear a  transeúntes. Como tenía la técnica para enfrentar a sus posibles oponentes, el negocio le salió redondo. Arranchaba celulares, laptos, bolsos, carteras y con una llave, una torcedura de brazo o con un certero golpe inmovilizaba y, muchas veces, mandaba al hospital a los agraviados.

Así anduvo de un lado para otro, hasta que se dio la oportunidad de entrar a las ligas mayores del hampa, y con mano armada y junto a otro grupo de delincuentes juveniles se lanzó al ruedo. A esta banda, llamada “Los raqueteros del sur” o “Los lechuceros del sur”, se sumó Luis Michel Hernández Montoya (33), Irwin Robles Gonzáles (28) y una chiquilla de 17 años que se hacía llamar la “Fierita” por su ímpetu y su sangre fría para ejecutar los atracos y manejar la pistola.

Y este jueves último, 13 de diciembre, asaltaron un bazar en Ate y huyeron en el Toyota rojo de placa C6Y-611. Por la noche, en Villa María del Triunfo, mientras repartían el botín, se encontraron frente a frente con un patrullero que al verlos de forma sospechosa les pidieron que se detenga. Fue en esos instantes que la “Fierita” saca su revólver y empieza a disparar a diestra y siniestra mientras en un brazo sostenía fuertemente un peluche de un pato. No querían rendirse.

El campeón sudamericano Abraham Llontop también cogió un arma y disparaba por la ventana trasera rota del auto. Las balas iban y venían. Por su cabeza solo pasaban los juguetes que quería regalarle a su hijo Misael, el pavo navideño, los panetones y las promesas que le dijo a su esposa Diana antes de salir a la calle. Lo cierto es que la persecución se extendió por más de cuatro kilómetros y cuando ya creían que estaban a punto de escapar por una calle de San Juan de Miraflores, la policía monta un cerco para impedir la fuga y ametrallan por los cuatro costados al auto que quedó como una coladera. Una certera bala le había volado los sesos a la “Fierita” y todos los demás ocupantes habían caído atravesados por las balas.

Abraham Llontop sangrando de las piernas logró levantar los brazos en señal de rendición y se quedó mirando la gorra rosada de la “Fierita” cuya inscripción decía: “Real hasta la muerte”. Tenía 16 años cuando nació su hijo Misael y por el cual se batió a puño limpio con el mundo y hoy todo había terminado. El Perú otra vez había perdido a un campeón y ganado un delincuente.

Feliz navidad.

 

 

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