Por Raúl Villavicencio
Dejar tu país de nacimiento puede ser una experiencia amarga, o en ocasiones puede ser liberadora si la finalidad es encontrarte con esa que llega a ser tu complemento. Lastimosamente, el primer caso se cumple mayoritariamente, y más aún en Sudamérica. Una reciente encuesta me dejó impactado, pues exponía que miles de jóvenes peruanos (y no tan jóvenes) tienen pensado abandonar el país en los próximos tres años; hastiados de la inseguridad y la corrupción, así como de las pocas oportunidades que se le brindan para trabajar.
El sondeo resulta deprimente, pero a la vez esperanzador. Por un lado, quedaría evidenciado que vivir aquí se ha vuelto una lucha constante para que no te arrebaten tus cosas, tus sueños, tus ganas por querer salir adelante; chocándose con una enorme barrera que impide tu crecimiento, no solo económico sino también profesional e intelectual. Los jóvenes se sienten estancados porque no ven cambios a su alrededor, no ven que se captura al delincuente, al corrupto, al padre abusador o al vecino escandaloso o discriminador.
Por otro lado, también da la sensación de que ellos no se encuentran tan dispuestos a soportar esos actos alejados de la legalidad. Ellos buscan un lugar donde realmente se cumplan las leyes, donde la inseguridad no sea una palabra repetida en cada conversación, donde se pueda crecer sin estar reprimiendo su creatividad. Se sienten aburridos de la clase política, de las mismas vagas promesas, de los mismos programas, de lo anticuado, lo manoseado y repetitivo; no aceptan de buena manera la trampa, el engaño, la farsa publicitaria, el mensaje encriptado de los que supuestamente deberían de gobernar. Están, a todas luces, atrapados en una sociedad mórbida, fallida, carente de respeto, y por eso tienen en mente emigrar hacia otros países.
El Perú no les ofrece lo que ellos buscan, no les parece atractivo ni rentable. El Estado se ha quedado en la edad de piedra y ellos van tan rápido como la tecnología actual se los permite. Sin seguridad y oportunidades muchos ya ven hacia afuera, hacia otros horizontes, decepcionados que no se haga nada por dar con un paliativo.
Para algunos las maletas están listas desde hace mucho tiempo; todo tiene un límite y para ellos esa línea ya se cruzó hace mucho.
(Columna publicada en Diario UNO)