Escribe: Rodolfo Ybarra
No hay nada que hacer, un
suicidio hoy en día no es negocio para nadie y menos para el muerto. Las redes
sociales estallan en reclamos: “que mejor se hubiera suicidado en la noche”,
“que ahora tengo que tomar mi taxi” o que “ya perdí mi pasaje y mi día”.
Comentarios de este tipo (y hasta otros impublicables) solo descubren una
sociedad enferma hasta el tuétano, un mundo distópico derruído por la
ignorancia, el trabajo a destajo y la visión caníbal de los empresarios y el
emprendedurismo autoesclavista en el que los valores se han perdido para
siempre o se han ido por el desagüe y estamos pisando lona.
Todos los días se suicidan un
promedio de dos personas en el Perú. Y se dice que por lo menos hay un millón
de locos sueltos esperando el momento adecuado para desatar su ira o sus bajas
pasiones en cualquier parte y a cualquier hora desde Tumbes a Tacna y desde
Lima a Madre de Dios. Algo que podría explicar en parte los asesinatos y
feminicidios. Pero lo ocurrido ayer no solo puso en vilo la poca inoperancia de
las autoridades y del servicio de tren eléctrico, sino que destapó que lo que
entendemos como “sociedad sana” no lo es tal. Y si los servicios de salud están
por los suelos, pues una profilaxia de la salud mental simplemente no existe.
Opiniones como las de una tal
señorita Trini Mondragón Mirez* que, por cierto, tuvo que fulminar su Facebook
para evitar el bullyng, no solo deja que desear sino que tiene aliados, gente
que los respalda a viva voz y no solo en las redes sino en televisión abierta. Lo
vimos en los noticieros. Y esto que manifestó: “Se hubiera suicidado en la
noche, todos tenemos que trabajar y llegar a tiempo al trabajo. No hubo
servicio ni en la estación Grau, comenzó a decir que retornaba a Bayóvar y toda
la multitud se bajó, pagué mi pasaje por las puras y para conseguir taxi con
toda esa multitud un caos”, solo pone en el tapete que aparte de la salud
mental, el egoísmo, característica del capitalismo salvaje y draconiano, es una
constante que abona en la descomposición social y justo ahora que dicen vamos
camino al bicentenario.
Sobre el joven suicida que ahora tiene todas las respuestas, solo queda decir que era un destacado estudiante de diseño gráfico y responde al nombre de Álvaro Daniel Rosales Rodríguez y que en uno de sus mensajes de Facebook acompañados con dibujos de Dragon Ball Z, nos dejó esto: “¿Qué es morir? ¿Qué es vivir?… Yo solo sé que es sentir, y que no” (…) “Quisiera ayudar al mundo…¿Pero quién me ayuda a mí?”. Un claro grito desesperado de auxilio que nadie escuchó ni siquiera los grupos psiquiátricos de internet en los que este joven dejó mensajes explícitos, gritos ahogados que nadie tomó en cuenta. Y es que, dejémonos de hipocresías, una vida humana en el Perú no le importa a nadie.
Descansa en paz Álvaro Daniel
Rosales Rodríguez, un joven peruano que solo quería vivir.
*Mensaje dejado en el portal del diario Correo.