Si me siguieron en las dos semanas anteriores con mis notas sobre el periplo que realicé por Ica, hoy les cuento mi experiencia en la última bodega recorrida. Además, les dejo algunas conclusiones sobre lo que pude observar de la industria del vino y el pisco peruanos.
Viña Tacama
Mi exploración enoturística terminó en Viña Tacama (en el distrito de La Tinguiña, al norte de la ciudad de Ica), visita que fue gentilmente organizada desde Lima por Don Eduardo Dargent Chamot. Por todos los comentarios que pude recoger previos al viaje, y con mi experiencia luego de visitar el emprendimiento, puedo decir sin temor a equivocarme que es la bodega que elabora hoy los mejores vinos del Perú.
Viña Tacama asegura ser la viña más antigua del país, datando su fundación a mediados del Siglo XVI. Esto la convierte no sólo en la más vieja del territorio peruano, probablemente también de toda América del Sur. El fundo perteneció a la Iglesia Católica hasta 1889, año en que fue adquirida por el abogado de origen iqueño Dr. Manuel Pablo Olaechea Guerrero. Desde allí hasta la actualidad, la bodega continúa en manos de la misma familia fundadora.
Pudimos disfrutar de un itinerario completo, que incluyó breve paseo por los viñedos, la recorrida por la construcción colonial -perfectamente conservada, incluyendo su capilla y el campanario con majestuosa vista panorámica-, una caminata por las amplias instalaciones productivas, el museo de viejas maquinarias, los alambiques (también producen piscos), la imponente sala de barricas subterránea y el flamante centro de visitantes; para terminar en la blanca e inmaculada sala de cata profesional. Allí nos esperaba el Sommelier Armando Ponce, quién nos guío magistralmente en una degustación de toda la gama alta de vinos de la bodega.
Coronando la visita, almorzamos con una notable degustación de especialidades regionales (tequeños, quesos finos, ensalada de pallares, humitas) en el restaurante “El Tambo de Tacama”, mientras nos deleitábamos con un show de caballos de paso peruanos. No podíamos irnos del lugar sin comprar algunos vinos, que disfrutamos durante el resto de nuestra estadía en Lima.
¡Una visita obligada para quienes anden por Ica, para disfrutar un agradable día en familia!
Conclusiones (una mirada ajena sobre la vitivinicultura peruana)
Puede ser algo odioso que un extranjero opine sobre la industria de otro país; pero créanme que lo hago con el máximo, sólo por el deseo de aportar a su crecimiento.
Como bien dicen los norteamericanos: “es muy difícil leer la etiqueta cuando uno está dentro de la botella”, así que a veces una mirada “externa” puede ayudar bastante. Tengo claro que no voy a “descubrir América” con mis comentarios, pero quizás puedan ayudar.
He notado una enorme pasión -y un gran orgullo por sus productos- en todas las personas que elaboran Pisco. Ese ímpetu debe ser incentivado y además transmitido a las nuevas generaciones; para que la industria siga avanzando y el recambio generacional no resulte “algo pesado”, sino más bien todo lo contrario, que aporte energía joven e ideas innovadoras.
Los pequeños productores pisqueros “piden a gritos” normas más estrictas en la legislación de la denominación, además de un control real del Estado, para que la competencia con las grandes empresas no sea tan desigual. Todo lo que pueda hacerse a nivel normativo para elevar la calidad promedio de los destilados peruanos redundará en beneficio de la industria en su conjunto, mejorando su imagen tanto a nivel interno como internacional.
La atomización de la industria pisquera es una gravísima limitante para acceder a una buena comercialización. Es increíble que, aún en la ciudad de Lima, sea tan difícil encontrar Piscos de alta calidad elaborados por productores artesanales. Me parece urgente que las empresas pequeñas y medianas puedan unirse en “clusters”, para fortalecer su posición de mercado y optimizar las estructuras de distribución (algo absolutamente imprescindible si aspiran a exportar en algún momento).
Creo que hoy es imposible pensar en el Pisco Peruano como un “producto global”, pues la atomización antes mencionada y los pequeños volúmenes producidos a nivel país -menos de 9.000.000 litros/año- imposibilitarían una distribución a escala internacional. Por eso, todo el esfuerzo de publicidad/promoción debe estar apuntado al mercado doméstico -y a pequeños “nichos” (bartenders, bares prestigiosos, ferias gastronómicas) en el extranjero-.
Es necesario que el Estado utilice bien los recursos destinados a la promoción, para lograr mayor fidelización en los consumidores a la bebida. Me resulta extraño que, teniendo la cocina peruana un considerable reconocimiento a nivel mundial, no se haya podido “pegar” al pisco -y a los vinos- a ese fenomenal suceso.
Para tener presencia internacional en las grandes ferias vitivinícolas y de bebidas (Prowein, Vinexpo, London Wine Fair, Vinitaly, Bar Convent Berlín, Alimentaria, etc.), entiendo que lo mejor es crear un ente de promoción público-privado (como Wines of Bolivia, por citar un ejemplo novel y exitoso). Los esfuerzos individuales de una bodega -o pisquera- que participen de estos eventos quizás puedan servirle comercialmente a ella misma, pero no construyen “marca país” ni reconocimiento de la categoría (producto genérico).
De la calidad de los Pisco Peruanos tengo poco que decir, pues como ya mencionara su calidad a nivel general me parece bastante alta. Sin embargo, creo que los vinos están un escalón más abajo. He probado exponentes inobjetables desde el punto de vista enológico, pero con muy poco “sentido del terruño”. Supongo que el próximo paso de la industria será pasar de vinos de perfil “internacional” a productos con buena identidad regional.
Finalmente, aunque consuma tiempo y desgaste energías, es imprescindible que el Estado siga defendiendo -en la Organización Mundial de Comercio y a nivel diplomático- la denominación de origen Pisco frente a la competencia de los aguardientes chilenos. ¡Un destilado tan antiguo y noble no puede rendirse así nomás!
¡Gracias Perú por tu generosa hospitalidad! ¡Nos volveremos a ver muy pronto!