Opinión

Un remedo llamado Pedro Castillo

Ha transcurrido un año del fallido golpe de Estado que anunció Pedro Castillo, y el “piloto automático” continúa activado en el actual gobierno de Dina Boluarte. Hasta el momento nada ha mejorado en el país y continúan las tropelías, las alianzas bajo la mesa y una feroz recesión económica, gracias a la incapacidad de la “señora” que tampoco tiene idea de cómo gobernar este maravilloso pero golpeado país.

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Tras la segunda vuelta electoral del 6 de junio de 2021 en las presidenciales en Perú, aquel profesor chotano que vendía la imagen del campesino honrado, trabajador y comprometido con ese populorum que vivió relegado gracias a la indolencia de los últimos presidentes, se hizo del poder en el gobierno, tras ganarle a la eterna candidata Keiko Fujimori, de Fuerza Popular.

A pesar de ser elegido presidente constitucional del Perú, obteniendo 8´836,380 votos, tuvo que sortear un sinnúmero de obstáculos, antes de asumir el gobierno, debido a impugnaciones, pedidos de nulidad de las actas de sufragio, entre otros reclamos. Es decir, la ultraderecha orquestó una campaña mediática con la narrativa del fraude e “invirtieron” bien, con el propósito de que el denominado rondero sea despojado del triunfo y no llegue a sentarse en el sillón de Pizarro.

Toda esa maquinaria infructuosa fue en vano y el 28 de julio de 2021 Pedro Castillo Terrones fue proclamado jefe de Estado y en adelante, optó por no quitarse el sombrero en todo acto protocolar que tuviese.

A partir de ese momento, todo ese pueblo olvidado del resto de regiones del país, incluidas, las periferias de Lima, juraban que esta vez, llegó un mesías salido del campo para cumplir su sagrada promesa: “No más pobres en un país rico”.   

Todo el vulgo cerró los ojos y ciegamente depositó su confianza en este sindicalista del magisterio. Lo hicieron, a pesar que diez años atrás otro pusilánime les vino con el mismo cuento. Aquel embustero Ollanta Humala, antes de ser mandatario durante su campaña financiada por Hugo Chávez, viajó por todo el Perú y engatusó a millones de pobladores incautos que al final comprobaron que no fue más que otro ladrón hambriento de poder. No obstante, se suponía que esta vez Castillo Terrones “era el elegido”, para trabajar por los más desprotegidos del país.

Pero grande fue la sorpresa, que, durante la celebración del bicentenario de la independencia del Perú, surgió otro embustero de baja estofa, que ya tenía pauteadas sus dinámicas de ejercicio estatal, a través de sus correligionarios, socios y financistas, y cuya única consigna era “capturar al Estado y saquearlo”, por un lado. Y luego, alentar a las masivas movilizaciones para impulsar una Asamblea Constituyente con el fin de redactar una nueva Constitución con desalentadoras reglas de juego; toda una “empresa” que tenía el respaldo de la cofradía de izquierda latinoamericana, que supo articularse a través del Foro de Sao Paulo y el Grupo de Puebla, con el propósito de estatizar todo y quebrar las economías nacionales, por considerarlas de su propiedad.

Inmediatamente, surgieron los oscuros personajes que tras las sombras cogobernaban con Castillo y tomaron los ministerios, las prefecturas y otras entidades y direcciones del Estado.

Allí están los Brunos Pachecos, Richard Rojas, los Alejandros Sánchez, los Salatieles, los Bibertos, los Auner Vásquez, los Juan Silvas, los Heiners Alvarados, los sobrinísimos Fray Vásquez y Gianmarcos Castillos, los Hugos Chávez, los cuñados, la esposa (hoy asilada en México) y la cuñada-hija, Yenifer Paredes. Toda esa red hacía de las suyas, mientras los compañeros de la collera, Karelim López, Zamir Villaverde y Hugo Espino armaban negocios desde el Estado, para favorecer a sus empresas.     

La angurria de Pedro Castillo no tenía limites, porque hasta cobraba por los ascensos de altos mandos policiales que querían jubilarse con el grado de generales. Aquel mal llamado rondero, es afín al Movadef, mediante el Conare-Sutep-Fenatep y realizó todo tipo de tropelías, mientras la institucionalidad y el aparato estatal se iban desmoronando.

Sin embargo, su fallida “empresa” no podía llegar lejos, porque sus escamaruzas con Vladimir Cerrón, generó que sus aliados congresales le vayan dando la espalda poco a poco, debido a sus acuerdos con la izquierda caviar y el grupito de Verónika Mendoza que recibieron su cuota de poder en varios ministerios.

En tanto, Castillo se iba debilitando, y el premier que tenia al lado, contribuía a su desaprobación, y alentaba a un Congreso cuya ala conservadora, desde el principio buscó la vacancia, aunque nunca hubieran podido lograrla, porque era casi imposible conseguir los 87 votos que se requería para desalojarlo de Palacio.

Había una guerra entre Ejecutivo y Legislativo, mientras Castillo no estaba habilitado a disolver el Congreso, debido a que no se les había denegado dos cuestiones de confianza, los legisladores seguían en el afán de destituirlo, pero hasta ese momento, eso era casi inviable.

El chotano pisó el palito y otorgó los “insumos” para poder vacarlo

Castillo y su “caníbal” Torres insistían en una disolución del Congreso, pero estaban impedidos de hacerlo legalmente, porque la cuestión de confianza presentada por el premier sanmarquino no fue denegada, y ni siquiera fue admitida; pero en el gobierno tramaban otra salida, además de seguir con su proyecto de la Asamblea Constituyente.

Ante esta coyuntura convulsa, un grupo de jefes policiales con altos mandos militares del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, sostuvieron reuniones y contemplaron un probable escenario de disolución del Congreso. Ante ello, optaron por defender el marco constitucional, en caso que llegara el momento y finalmente llegó el momento…

En el fragor de la guerra entre Ejecutivo y Legislativo, este último, ante el temor de ser disuelto, (ya les había llegado el dato a través de fuentes fidedignas) agendó para el 7 de diciembre de 2022, un debate de tercera moción de vacancia por incapacidad moral permanente contra Pedro Castillo. No obstante, llegó el día y el Congreso hasta ese momento tampoco tenía los votos suficientes para lograr la vacancia que estaba programada en horas de la tarde; mientras, el tiempo corría durante las primeras horas de la mañana.

De pronto, la “balanza” se fue inclinando en favor de los fines del Parlamento y surgió el primer “insumo” para poder disuadir a algunos congresistas con sus votos a favor.

Eran las 10:17 de la mañana y el “terremoto” empezó cuando Salatiel Marrufo, ex jefe del gabinete de asesores en la gestión del ministro de Vivienda Geiner Alvarado, en vivo declaró ante la Comisión de Fiscalización del Congreso que le entregó personalmente una coima de cien mil soles al presidente Castillo. Aquello era algo que por primera vez fue escuchado en cadena nacional y dejó absortos a casi todo el Perú.

En vista de esa grave declaración de Marrufo contra Castillo y de que por la tarde se debatiría su vacancia, el chotano jugó su última carta y a las 11:41 horas dio un insólito mensaje a la Nación anunciando la disolución del Congreso y la intervención de las instituciones del Estado, como el Ministerio Público, el Poder Judicial, la Junta Nacional de Justicia (JNJ), el Tribunal Constitucional (TC) y la Defensoría del Pueblo. Además, anunció un toque de queda y como saldo final, convocar a Elecciones Extraordinarias para impulsar una Asamblea Constituyente y redactar así una nueva Constitución.

Pero el muy ignaro y aun gobernante, no contempló que la mayoría de sus ministros le darían la espalda y mucho menos, el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. Por ello, el jefe de la Policía Nacional, Raúl Alfaro no acató la orden de intervenir el Congreso y detener a la fiscal de la Nación, Patricia Benavides.

Pedro Castillo había “pateado el tablero” de la institucionalidad y tiró por la borda todo ejercicio democrático y constitucional, que hasta ese momento existía en Perú.

El resto es historia…

Mientras, el Congreso adelantó la moción de vacancia contra Castillo Terrones para destituirlo por flagrante incapacidad moral, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional del Perú emitieron un comunicado deplorando la conducta del aun mandatario, y simultáneamente, desde Palacio de Gobierno se aprestaba a huir con su familia hacia la embajada de México y durante su trayecto en el centro de Lima, alrededor de las 13:42 horas, es arrestado por la Policía Nacional y fue conducido a la Prefectura de Lima.

En pocos minutos, el Congreso aprobó la vacancia que destituía a Pedro Castillo con un total de 102 votos a favor.

Ese mismo día y avanzada la noche, Castillo fue trasladado en helicóptero al penal de la DINOES en el fundo Barbadillo, donde aún se encuentra con 18 meses de prisión preventiva, por los presuntos delitos de rebelión, y conspiración.

Ha transcurrido un año del suceso, y el “piloto automático” continúa activado en el actual gobierno de Dina Boluarte, que también fue parte del paquete electoral izquierdista del profesor de primaria.

Así las cosas, hasta el momento nada ha mejorado en el país y continúan las tropelías, las alianzas bajo la mesa y una feroz recesión económica, gracias a la incapacidad de la “señora” que tampoco tiene idea de cómo gobernar este maravilloso pero golpeado país. 

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