Una cosa es ser lúcido y otra ser un amargado, un posero que juega al compromiso social hasta en el último gesto que le otorga la oportunidad gratuita de las redes sociales.
No dejar que la gente manifieste su alegría por un triunfo deportivo o señalar que deben problematizar la larga lista de problemas que afronta el país es una mezquindad y un despropósito. Mezquindad porque no cautela la inminente grandeza del momento, despropósito porque ya la gente celebró y probablemente sigan sin problematizar nada. Sin embargo…
La vanidad “crítica” respecto del desenlace del partido Ecuador-Perú está errada desde su origen porque no contempla las posibilidades de robustecer, gracias a esta victoria, el casi inexistente orgullo nacional.
No advierten que un país envanecido por las “cumbres” de su culinaria está un tanto más caído que uno que se enaltece por sus triunfos atléticos. Y lo mejor de todo, es que el triunfo de Perú se debe a factores muy claros, que deben aprovecharse en todas las otras áreas que componen el Estado, es decir, no más argollas ni favoritismos, no más encumbramientos falaces.
De ahora en adelante, solo se debe brindar la oportunidad a aquel que pondrá todo de sí para merecer la continuidad y el reconocimiento de la gente porque todo aquel que quiere representar al país debe ser avalado por la gente. Ya sea en el Parlamento o en el barrio, lo principal es estar bien con la gente que uno representa y ser querido por todos ellos. Si usas la camiseta de la selección o ejerces un cargo público y te entregas totalmente y cumples con tus labores sin tener un solo viso de corrupción, necesariamente has de ser respetado por toda la gente.
Cuántos de nosotros al ver a Flores y a Hurtado no solo se ha enaltecido por los golazos que marcaron sino por la estampa, el tino, la modestia y, sobre todo, el saldo positivo que les favorece tras compararlos con aquellos que les antecedieron en los puestos que han asegurado no por sus performances en el extranjero ni por sus nombres sino por su juego, su entrega, su carácter y su amor a la camiseta.
Tras varias décadas de felonías, blanduras y mediocridad parece haber llegado el tiempo de los héroes para la selección peruana de fútbol y obviar este señalamiento debido solo puede corresponder a espíritus bajísimos. ¿Acaso se puede estar tan ciego de ira y engreimiento para negar la legítima algazara de un pueblo silente en general ante el mal que envuelve a casi toda la sociedad? ¿Acaso este ruido popular llegue a despertar a la gente y los distancie de su casi absoluta complacencia ante la putrefacción moral de este tiempo pródigo en erigir una farsa sobre otra a la velocidad de la luz?
Un país tan derrotado como el Perú empieza a levantar la cabeza después de muchos años de humillaciones y caídas y hay gente que se muestra negativa y mezquina. ¿Es acaso momento para ser escéptico? Pese a lo expuesto, yo creo que sí, es válido el ser escéptico pero no el negar la alegría debida al pueblo ni ser mala onda ante el ostensible adelanto de la selección dirigida por Gareca.
En la altura de Quito, se marcaron dos golazos como pocas veces se ven en la selección y, sobre todo, se obtuvo un resultado muy positivo en condiciones más o menos adversas y ese pundonor y clase no pueden ser mezquinados ni cuestionados por nadie.
La victoria peruana en Quito por las eliminatorias del Mundial Rusia 2018, nos ha enseñado hasta qué punto el pueblo peruano no es tan inconsciente ni está tan alejado de la lamentable realidad que padece porque un pueblo que celebra hasta la afonía y el llanto no puede ser la cuna absoluta de los cobardes, los indiferentes y los corruptos. Un pueblo que se atreve a celebrar con toda la emoción que le queda en el corazón no está del todo perdido.
El júbilo y el llanto de tantos compatriotas, probablemente, incapaces de esbozar una idea concreta sobre la realidad nacional no niega que su intuición a flor de piel sea acertada. Ese desahogo, esa exaltación, solo señala hasta qué punto el país necesita aprender a ganar, a celebrar, a andar seguro con la cabeza en alta y hasta a ser “panudo” como los dos goles lujosos que se marcaron ayer a 2850 metros sobre el nivel del mar.
Ayer han celebrado todos sin importar las clases sociales, los tonos de la piel y el color de los ojos y eso tal vez sea el inicio de una posibilidad benéfica para el país.
Gareca ha demostrado que el carácter y la intención son dos elementos claves para fortalecer a un grupo. Detengámonos a evaluar quienes son los jugadores que sostienen la selección actual, cuáles fueron sus orígenes, las oportunidades que la vida les ha dado y pensemos en otros muchachos como ellos pero desprovistos de tales detalles.
He visto fotos de la adolescencia de los autores de los goles ante Ecuador y pienso que dada su extracción social sino fuera por su habilidad con el balón y por algo de suerte podrían haber sido víctimas en las Galerías Nicolini, como cualquiera de nuestros compatriotas a los que nunca se les ha dado la oportunidad de trascender el medio en el que viven.
Preguntémonos y preocupémonos, cuantos Edison(es) Flores(s) y Paolo(s) Hurtado(s) existen en este país casi en las sombras, esperando que se les extienda una mano, esperando que se les brinde una sola oportunidad para demostrar lo que valen. En serio, preocupémonos por este extremo, porque el valor de todos estos jóvenes sin oportunidades, probablemente, sea el que corresponda al país entero ya que como en el antiguo dicho, y quizás, sin saberlo, valen un Perú o varios.
Sin duda, debemos seguir luchando todos los días contra lo que está mal en nuestra sociedad, es decir, la indiferencia ante el otro, el abuso, la explotación, la corrupción, el fujimorismo, y todas las otras formas que puede asumir la injusticia más tengamos la nobleza de valorar a aquellos que han brindado una alegría a la “nación” y si existe la suficiente grandeza en uno mismo, digamos, simplemente: GRACIAS.