El nuevo boom iberoamericano es un boom de nombres femeninos: las argentinas Mariana Enríquez y Samantha Schweblin, la ecuatoriana Mónica Ojeda, la española Pilar Adón y un largo etcétera. En Perú empiezan a aparecer nombres. En la guerra literaria entre la hegemónica PUCP y la emergente oleada de nuevos autores de la ULima, se presentan algunos notables ejemplos. En esta última universidad, luchando por existir, surge una primera camada de autoras muy dispares, todas más o menos de la misma generación. Nacidas entre 1983 a 1995 esta Pléyade de narradoras y poetas limeñas abrazan un único ideal: escribir más allá de las identidades, el género o la ideología. Eso de por sí es refrescante.
Nunca se es demasiado joven para ser veterana
Entre los autores de la ULima de la última década es difícil encontrar autoras. Cuando empecé a darme cuenta que muchos de los nuevos autores que emergían provenían de esta universidad noté una clara ausencia. Casi no encontré nombres de mujer. El primero que se podría encontrar de la nueva camada, y por un buen tiempo casi la única, es María José Caro, con sus 37 años es la más veterana hasta este momento. Al menos en cuanto a notoriedad, alcance y difusión. Seleccionada para Colombia39, es uno de los nombres que saltó pronto y fuera del país a proponer una narrativa personalista. La suya es quizás la más temprana muestra en una autora peruana que pasó, a Colombia primero y a Chile después, a escribir una narrativa post conflicto armado y representar mejor las inquietudes de una generación global y millenial. Influida por la cultura pop, las redes y los multimedios, es también una exploradora de esa nostalgia en los recuerdos de la niñez de los 90s. Autora de dos libros de relatos ¿Qué tengo de malo? (2017) y La primaria (2012), así como la novela Perro de ojos negros (2016) le valieron a Caro ser una especie de avanzadilla de las autoras de la ULima en el terreno de la literatura en Perú.
Como dos ases fúnebres de manzanilla
Hasta hace bien poco si uno buscaba autoras contemporáneas en Perú (en tanto reflejen las nuevas inquietudes globales, además de estar libres de la pasteurización ideológica identitaria) se encontraría con muy pocas autoras. Si ya el personalismo de los autores de la ULima ha resultado ser algo refrescante la ausencia de nombres femeninos entre sus filas era en si endémica. Si, soy redundante, pero en verdad es algo que vale repetirlo. Salvo apariciones compartiendo espacios apretados en antologías de autores, la presencia de estas autoras con su propia obra eran escasas o hasta inubicables. Este año algo cambió. De repente aparecieron y amenazan con ser más.
La primera en aparecer este año fue Pilar Fonseca. Así como María José Caro, Fonseca también viene de la facultad de comunicaciones, está trinchera de narradores de dónde salieron autores como Mario Bellatin. Fonseca apareció primero en 2020 en la antología Hastío, una selección de 20 autores del 2020. En abril de 2022 publicó su primer libro en solitario, Inventario (editorial GatoViejo), ilustrado por el mismísimo Miguel Det, uno de los dibujantes más importantes del Perú en los últimos años. Su libro explora los nudos retorcidos del deseo con un trasfondo social y urbano que va a la par de los ilustraciones de Det. Una Lima gris oscura, unos pueblos de provincia con la memoria sucia y personajes perdedores que recuerdan a los de Ribeyro pero en una versión globalizada. Alegra saber que sus protagonistas no sean solo mujeres y que los retratos de los hombres no sean para culpabilizarlos, sino que demuestran el compromiso de la autora en compartir con sus personajes el dolor y la soledad de ser hombre. Eso entre las autoras de la PUCP hoy no se encuentra. Actualmente Fonseca trabaja en su primera novela que será político-policial y ambientado en la era Odebrecht.
Malena Newton tiene nombre de autora. Newton es rubia, y eso siempre ha sido un problema o una oportunidad en un país como Perú, un país con resentimientos latentes, envidias notorias y subestimaciones flagrantes. Sin embargo, a Newton no solo no se la puede subestimar sino que hasta incluso sus colegas varones deberían temerle. Con una pluma implacable retrata con severidad su percepción personal del mundo, como si la ciudad reflejara en su prosa los recovecos de su personalidad haciéndola menos gris pero también más cruda a través de un cierto toque de tierna infantilidad. Las veredas rotas de Lima se vuelven en su puño trozos de galletas oreo, o incluso busca, y encuentra, la oportunidad para ajustar una rebuscada referencia a la cultura pop en que se alimentó su generación para evocar a Star Wars. Pero el fondo de sus historias son ella, su increíble capacidad de desmenuzar el mundo y a veces caer mal, como dejando en claro que es más que inteligente, es talentosa. La suya es una narrativa que en estilo se siente como una mezcla de Lima, la cultura pop y Descartes. No obstante es conmovedora hasta llegar al estupor y los temblores. Su primer relato, ¿Una contraseña es un nombre o una mentira? Apareció de forma muy millenial en 2018 en una página web. En 2021 apareció en la selección de Ricardo Sumalavia, Selección peruana 2015-2021. En junio de 2022 publicó su primer libro de relatos en solitario Una sola forma de crecer en público, la cual ha tenido una buena acogida entre la crítica.
Dos silencios enamorados en la puerta del verano
Y como haciendo justicia al tiempo, dos nuevas autoras aparecen este año y el próximo. Entre la poesía, la prosa experimental y el micro relato, lo suyo es una batalla a cuatro reglones, y a veces un Stalingrado a dos páginas. Para ellas menos es más, y el que calla es un canalla que otorga.
Darinka Nestorovic es una descendiente serbocroata, psicológica poeta de sus sueños y deseos. Rompecabezas es su primer libro que está por publicar, una colección de heridas, amores, desamores, recuerdos, una canción para papá que termina en un silbido irlandés. Sus poemas son experimentales, musicales, plagado de imágenes y en la que hasta la propuesta tipográfica es una especie de realidad aumentada. En abril 2022 fue seleccionada junto a otras dos poetas por la revista Temporales de la Universidad de Nueva York, como una de las nuevas promesas de la poesía peruana en el centenario de Trilce.
Valeria del Solar Eguiguren es una analista de macrodatos, ávida lectora de Lorena Pronsky y Elvira Sastre, pero también es una conspicua lectora del signo de los tiempos. Sabe que las costumbres de lectura están en transformación y que parte de esta renovación literaria se descubre primero en las redes y luego en las librerías. Uno de sus referentes es la pulida prosa del argentino Guido Messina, simple y limpia. En el caso de Valeria la suya es una prosa honesta y tajante de simulacros de felicidad, dónde devela, o destripa, el corazón de la desilusión mientras el reloj no para de avanzar: una vez más me enfrentó al miedo, una vez más no me quiero levantar. Para la editora y escritora Kareen Spano, Valeria “es lista, aprende rápido… y es peligrosa”. Su primer libro de prosa corta (no encontraría un mejor nombre para describirlo) espera su publicación para el 2023. Y su título, aunque es un secreto, es mejor de lo que suena entre dientes.
Estas son las nuevas voces que aparecen y que van entre ellas mismas y las inquietudes de la nueva clase media global. Más que una Literatura Peruana (si tal cosa existiera en términos de R. Bolaños) es un aire fresco que entra por una ventana lejos del huracán de literaturas enmarcadas en esa limitante que es la identidad. Porque la única literatura es la que sale de adentro, y sobre todo que se sienta.