Ido Porat, uno de los ‘Judíos en una vitrina’, pieza de la polémica exposición del Museo Judío de Berlín. / MARKUS SCHREIBER (AP)
Debajo de la vitrina en la que se expone a Sharon Adler se lee la pregunta “¿Quedan judíos en Alemania?”. Es la número 22 de las 32 cuestiones que, más que contestar, plantea la exposición Toda la verdad: lo que siempre quiso saber sobre los judíos, inaugurada esta pascua en el Museo Judío de Berlín. El lema de la muestra, un chiste judío escrito en grandes letras en la escalera de acceso, da la pista de lo que espera al visitante: “Le preguntan al rabino: ¿Por qué los judíos responden siempre con preguntas? El rabino contesta: ¿Por qué no?”.
Para quien, a diferencia del médico de Iserlohn, no entre con todas las preguntas ya contestadas por sus prejuicios, la exposición ofrece un repaso sarcástico de la enorme diversidad de la vida o la identidad judías en el mundo y en la historia.
El lunes de pascua a las dos de la tarde, justo cuando iba a empezar el turno de dos horas de la judía Sharon Adler en su vitrina, la cola de visitantes se alargaba unos 20 metros en el frío berlinés. Thorsten y Lisa, ambos estudiantes, se acercaron después de ver los “provocadores” carteles que anuncian la muestra por todo Berlín. “Toda la verdad”, sonreía Lisa abriendo mucho los ojos, “es mucho decir para algo tan complejo”. Tampoco ella conoce a demasiados judíos en persona, porque los nazis asesinaron entre 1938 y 1945 a los que no pudieron huir. Hoy viven entre 100.000 y 200.000 judíos en el país. Thorsten explica su gran interés en hablar con Adler: “la vida judía en mi pueblo renano se limita a la Plaza de la Sinagoga; una sinagoga que no existe desde la Noche de los Cristales Rotos”, el gran pogromo de 1938 que fue el preludio del gran Holocausto.
La exposición se ha visto precedida por algunas críticas, quizá potenciadas por la fruición con la que los medios anglosajones recogen cualquier asomo de controversia que incluya en la misma frase “alemán” y “judío”. Entre las más prominentes está la del secretario general del Consejo Central de los Judíos en Alemania, Stephan Kramer, que ironizó ante la agencia neoyorquina AP preguntándose: “¿Por qué no le dan un plátano y un vaso de agua al judío?”.
La jefa de prensa del Museo Judío, Katharina Schmidt-Narischkin, ironizaba a su vez el lunes: “la nota de AP ha dado la vuelta al mundo, tengo la impresión de que cada crónica que se basa en ella le da un giro adicional para crear controversia”. Los jefes de seguridad del museo, uno de los mejor vigilados de la ciudad, dicen no tener “ninguna constancia de manifestaciones o protestas” contra la exposición. Tampoco hay, de momento, queja oficial del Consejo Central, que suele estar ojo avizor ante cualquier manifestación antisemita o racista en Alemania.
La cuestión del ser o no ser judío rondará al curioso a la salida, porque dentro no hay respuesta. Puede poner sus dudas en un post-it y pegarlo a la pared. Ya hay cientos, entre ellas “¿cómo nacen los judíos?”. Casa bien con dos de las incluidas en la muestra: “¿Por qué todos quieren a los judíos?» y “¿Por qué los judíos no gustan a nadie?”.